Lastrado por la gestión de la crisis sanitaria

Trump se resiste a plegarse a la realidad y su figura se desploma en las encuestas

El equipo de Joe Biden parte de la base, en todo caso, de que la recta final de la contienda puede ser bastante reñida.

Trump sugiere retrasar las elecciones... por el riesgo de fraude en el voto por correo
Trump sugiere retrasar las elecciones... por el riesgo de fraude en el voto por correo
EFE

La política es un deporte de contacto. Por eso a los estrategas de campaña les gusta que los candidatos debatan directamente con el electorado o se paren en un café a hablar con ellos de sus problemas para ganar hasta el último voto. La batalla entre Donald Trump y Joe Biden habría sido ideal en un momento perfecto. Pero el coronavirus hace imposible verlos interactuar con los votantes, así que cualquier indicación de por dónde va la contienda depende de la ciencia sondeos. 

A tres meses del paso por las urnas, las encuestas reflejan un desplome del republicano. La ventaja media nacional sería de entre ocho puntos para el aspirante demócrata, que duplicó desde febrero. En principio sería bastante para el cambio de inquilino de la Casa Blanca. Pero se explica por una caída del apoyo de Trump por la gestión que está haciendo de la crisis sanitaria más que por un incremento sustancial de la gente que dice que votará por Biden el 3 de noviembre.

Si el demócrata es capaz de mantener esa ventaja en todo lo que ganó Hillary Clinton hace cuatro años y le suma Pensilvania y Florida, sería suficiente para conseguir los 270 votos electorales que necesita para ganar las presidenciales. Ohio, Carolina del Norte, Georgia, Iowa, Wisconsin, Texas y Arizona se presentan muy competitivas, lo que crea un problema adicional para Donald Trump. Hacia ahí se dirige el grueso de la inversión publicitaria que hace la campaña del republicano.

El equipo de Biden parte de la base, en todo caso, de que la recta final de la contienda puede ser bastante reñida. Trump no es tampoco de los que cede tan fácil ante la presión, aunque sus gestos y su lenguaje muestran que es plenamente consciente de que está en el momento más bajo de la presidencia y que debe plegarse ante una realidad que no puede negar. Pero al mismo tiempo, cuestiona ya la legitimidad del resultado en una eventual derrota y sugiere retrasar las elecciones.

Por muy mal que se vea a Trump, cuenta con la ventaja de tener una base muy entusiasta y el apoyo de los independientes hacia Biden es más bien flojo. Ese gran grupo de electores púrpura entre republicanos y demócratas podría virar hacia el campo del presidente si la situación mejorara. El aspirante necesita, además, movilizar a toda la izquierda, especialmente al ala progresista que representa el sanderismo. Por eso la elección de su acompañante es clave para aglutinar a indecisos. 

En un mundo ideal, sería genial lograr todo lo que prometía el progresista Bernie Sanders en medio ambiente, enseñanza, fiscalidad y salud para cerrar la brecha social. Pero eso tiene un riesgo con los republicanos moderados. La retórica del demócrata marca así distancia de la agenda anticapitalista sanderista y se acerca a un terreno en el que pueda atraer a republicanos moderados descontentos con Donald Trump. Es lo que hizo Bill Clinton en las elecciones de 1992, con un mensaje pro business que empapó en su presidencia. 

La mayor fuerza de Biden es su personalidad, y también su gran vulnerabilidad. El demócrata, pese a sus 77 años, tiene la habilidad con el selfie de un joven influencer. Es de los que susurra al oído de los seguidores, se deja abrazar e incluso llora con ellos. Tiene la capacidad de convertir a la gente en su amigo. Eso lo pierde con el distanciamiento social. Y ya antes de del coronavirus, tuvo que limitar los eventos improvisados y reducir sus discursos para evitar pifias.

La habilidad para conectar con la gente fue, precisamente, la clave de la victoria de Trump. A sus seguidores no les importa que exagere, mienta o amenace. Lo que galvaniza a los simpatizantes es la verdad emocional de su discurso. Es similar al estilo de Biden y, como el demócrata, su mensaje llega a la clase obrera. Pero si la economía era la baza principal para la reelección, se volvió en contra con la pandemia y los paquetes de estímulos no son suficientes para aliviar.

El 80% de los encuestados dice que el país va en la mala dirección. Los republicanos creen, sin embargo, que hay tiempo para cambiar esa opinión, que lo importante no es cómo se entra en la crisis sino cómo se sale. El problema es que Trump tiene poco en lo que pueda apoyarse más allá de sus logros económicos previos al confinamiento y la recuperación no será posible hasta que el virus está bajo control. Su argumento alternativo frente a la seguridad económica es el crimen.

En las últimas semanas, Trump alerta que Biden es una amenaza para los votantes de los suburbios bajo la premisa de que la llegada del demócrata provocará inseguridad. Ese mensaje de miedo es similar al que utilizó con los inmigrantes mexicanos y musulmanes en 2016. La estrategia es presentarse como la opción de la ley y el orden, al tiempo que alimenta el caos en un momento desordenado, con el envío de militares a Portland y otras ciudades afectadas por las protestas.

El dinero es otro indicador de la desesperación. Biden tuvo verdaderos problemas para recaudar fondos durante las primarias. No es el caso en este momento y está movilizando incluso más donaciones que Trump. La cancelación de los eventos de la convención republicana en Florida está afectando también a los republicanos que pelean por conservar sus asientos en el Congreso, lo que les fuerza a gastar más de lo previsto en los estados que suelen ser rojos por naturaleza.

No hay, en todo caso, mayor comodín que el propio Donald Trump. De hecho, la dinámica de las elecciones puede cambiar en cualquier momento hasta el día del voto. Es lo que los estrategas de campaña llaman la “sorpresa de octubre”. En las pasadas elecciones hubo varias que amenazaron con poner en peligro las opciones de victoria de los candidatos. Por eso los veteranos en las batallas electorales advierten de que hay que estar preparados para lo inesperado.

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