Tensa 'tregua' con Marruecos

¿Y si Rabat rompe relaciones? España se prepara para las temibles consecuencias

Tras la vuelta de Ghali a Argelia la crisis entra en un 'armisticio' condicionado por un seguro movimiento por parte de Mohamed VI para responder a una “auténtica humillación” por parte del Gobierno español.

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¿Y si Marruecos rompe relaciones? Las destructoras consecuencias para España
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La situación diplomática entre Marruecos y España es un caso de manual. Ficha tras ficha, el dominó que une a estos dos países se está derrumbando, abocando a un escenario en el que la ruptura o suspensión de relaciones podría imponerse en el corto plazo. Una decisión que sin duda ninguno de los dos desea, pero que a menudo está condicionada por la escalada de tensiones que pueden conducir a un punto de no retorno con un trágico final.

Tras la vuelta a Argelia de Brahim Ghali se está viviendo una tregua condicionada por un seguro movimiento por parte de Marruecos para responder a lo que algunos medios marroquíes no dudan de calificar como de “auténtica humillación” por parte de España. Pese a que en los últimos días las voces que reivindican la superación de la crisis están creciendo en el Palacio de Santa Cruz, no es menos cierto que Marruecos tiene en su mano aumentar la presión de la caldera tras la discreta, pero comunicada, salida del líder del Frente Polisario de España.

La diplomacia es un baile en el que los gestos anticipan el paso siguiente. Así, hasta el momento, Marruecos ha ido quemando los cartuchos que llevan a un incierto final. En primer lugar, el reino alauita convocó en abril al Embajador de España en Marruecos, Ricardo Díaz-Hochtletiner, para pedirle explicaciones por el ingreso en Logroño del que los marroquíes consideran autor de matanzas y torturas a soldados y nacionales alauitas, tanto en el Sahara Occidental como en los campamentos de Tinduf. Pese a que la convocatoria de un representante de un país es una práctica más o menos habitual en el mundo diplomático, lo cierto es que la personificación en la figura del embajador, el máximo representante de un Estado en el extranjero, fue una clara señal de advertencia por parte de Rabat a las autoridades españolas.

El devenir de los acontecimientos forzó el siguiente paso de la diplomacia marroquí. La llamada a consultas de su Embajadora, Karima Benyaich, lejos de suponer un esfuerzo para obtener información de primera mano sobre la situación de Ghali, implicaba un nuevo paso en el camino hacia la ruptura. Un gesto idéntico fue el que realizó España en la "crisis de Perejil" en 2002, sólo que el viaje de ida fue en este caso de Rabat a Madrid. Mientras que el embajador esté ausente, el máximo representante en el país pasa a ser, normalmente, el encargado de negocios: un gesto que denota el ‘grado de cabreo’ en una crisis como la que vivimos, al dejar en manos de un nivel inferior las relaciones históricas entre los dos países.

Antes de la ruptura o suspensión de relaciones, la práctica diplomática suele centrarse en retirar o expulsar al Embajador en el país en conflicto. Este escenario también se baraja en el Ministerio de Exteriores marroquí. La retirada es un paso menos agresivo que la expulsión, puesto que la primera se realiza en territorio propio, mientras que la expulsión supone un acto unilateral mucho más grave en la escenificación internacional.

Es en este punto en el que se encontrarían ambos países en el caso de que Marruecos optara por dar una vuelta de tuerca más a la relación que mantiene con España. La última fase, si ninguno de los países pone freno, implicaría la suspensión temporal de las actividades de la Embajada, probablemente unida a la retirada del personal diplomático. Marruecos tiene experiencia demostrada y demostrable en este ámbito.

En 2014 decidió tomar medidas muy parecidas con Francia, como represalia ante la citación judicial de un alto cargo de los servicios de información, en una crisis que fue posteriormente reconducida. Nuestro país también sufrió una protesta similar con motivo de la interceptación, por parte de la Guardia Civil, de una embarcación en la que viajaba el propio Mohamed VI. Marruecos suspendió parcialmente las relaciones al interrumpir la cooperación en materia de inmigración y antiterrorismo. En el mundo de las relaciones internacionales, a cada acción le sucede una reacción, normalmente inmediata.

El último episodio en el que Rabat ha empuñado esta arma diplomática ha sido el vivido con Alemania. Unilateralmente, Marruecos decidió suspender “todo contacto, interacción o acción de cooperación… con la Embajada de Alemania en Marruecos y con los organismos de cooperación y las fundaciones políticas alemanas”. El motivo ‘legal’ argüido fueron los "profundos desencuentros sobre aspectos fundamentales para el Reino de Marruecos": el mismo pretexto que el defendido ante España por su postura (o la falta de ella) ante el Sahara Occidental. En buena lógica, y una vez admitido que aquello que realmente molesta a Marruecos es este tema, Rabat podría estar preparando una medida similar con Madrid o incluso con la Unión Europea, teniendo en cuenta el apoyo prestado por Bruselas durante la crisis de Ceuta.

¿Cuáles son las consecuencias?

El siglo XX fue pródigo en este tipo de situaciones. La conocida como 'diplomacia del ping-pong' fue un claro ejemplo de ello, cuando Estados Unidos y China trataban de encauzar su relación a través de interminables partidas de tenis de mesa en la que se preparaba, por la puerta de atrás, la visita de Richard Nixon a Pekín.

Aun con las relaciones rotas, la colaboración en materia económica, de seguridad o inmigración puede mantenerse a través del contacto directo entre altos funcionarios. Una labor mucho más discreta y sin tanto bombo como las grandes recepciones en la residencia del Embajador, pero igualmente efectivas y más pegadas al terreno. En este sentido, la principal damnificada de una ruptura o suspensión de relaciones diplomáticas será la política y las relaciones entre las cancillerías de uno u otro país.

Pese a los mensajes optimistas sobre la desescalada entre las dos capitales, es probable que, próximamente, Rabat decida responder a la salida de Ghali del territorio nacional y la ausencia de medidas procesales por parte de la Justicia española. La magnitud de la crisis que vivió Ceuta hace unas semanas y la mala gestión de la imagen país ofrecida por Marruecos hacen pensar que la acción diplomática marroquí pueda focalizarse más en el aspecto formal que efectivo, pero lo que es más que evidente es que Marruecos no se mantendrá impasible y es que, a veces, la mayor amenaza en el terreno diplomático es el silencio: la calma que suele preceder a la tempestad.

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