Tribunal global

COP26: aún queda mucho por recorrer… pero vamos por el buen camino

Inversión sostenible a las puertas de la Cumbre del Clima de Madrid
Inversión sostenible, foco de la descarbonización global.
Pixabay

La COP26 llegaba a su fin el pasado fin de semana con un presidente, Alok Sharma, agotado, y con acaloradas negociaciones que se prolongaron hasta pocos minutos antes de la clausura. El mundo observaba, las expectativas eran altas. ¿Ha llegado la COP26 lo suficientemente lejos como para resolver la crisis climática? No. ¿Hizo progresos? Sin lugar a dudas, sí. La esperanza de 1,5 ºC sigue, aunque apenas, viva.

Dada la gravedad de la evidencia científica que apunta a la inmediatez del cambio climático, se habían depositado muchas esperanzas en los resultados de la retrasada conferencia COP 26 para el futuro de nuestro planeta. En nuestra opinión, la cumbre representó no sólo un hito histórico, sino uno con auténtico potencial de alcanzar resultados positivos. Las consideraciones medioambientales ya no están al margen de las agendas políticas y financieras, sino que ocupan un papel protagonista.

La dirección en la que avanzar está clara. Los países llevan tiempo comprometiéndose a reducir las emisiones, pero a lo largo de la conferencia han aumentado sus ambiciones. En la COP26 se han alcanzado 14 compromisos climáticos nuevos o actualizados. Varias grandes economías han anunciado su compromiso de alcanzar emisiones netas cero. Las promesas se han extendido más allá del carbono, con más de 100 países que se proponen reducir sus emisiones de metano durante la presente década. 

El modo en que los países planean reducir las emisiones varía: algunos, como Islandia, se centran en aumentar las tecnologías de captura de carbono, mientras que por ejemplo el Reino Unido prevé incentivar el uso de sistemas de calefacción doméstica bajos en carbono. 

La descarbonización del transporte por carretera es otra de las áreas en las que se hace gran hincapié. Treinta países han acordado colaborar para que los vehículos de emisiones cero se conviertan en la nueva normalidad, haciéndolos accesibles, asequibles y sostenibles para 2030 o antes. Los países están presionando a las empresas para que reduzcan, en lugar de compensar, las emisiones de carbono y prevemos una mayor normalización de la fijación de precios del carbono a nivel mundial.

Entre los hitos clave que convierten a esta cumbre en un punto de inflexión, destacamos que, por primera vez desde que comenzaron las conversaciones sobre el clima en 1995, se introduce el término "carbón" en la documentación oficial de la cumbre, y se acordó su reducción progresiva (aunque no su eliminación). Además, el reto de una transición justa para los países más vulnerables ha ocupado un lugar destacado en las negociaciones.

 El metano - con un impacto de calentamiento ochenta veces superior al del carbono - ha sido uno de los grandes protagonistas, al igual que la deforestación: los principales países acordaron poner fin a la deforestación, que se ha producido a un ritmo equivalente a 30 campos de fútbol por minuto. Sin olvidar que la colaboración es fundamental para alcanzar los objetivos de carbono neto cero y, aunque hubo algunas ausencias notables entre los principales líderes globales, lo que sí añade credibilidad a los resultados es la reiteración de un compromiso conjunto entre EE.UU. y China, los mayores emisores de carbono, que se había firmado por primera vez en mayo de 2021.

En cuanto al debate sobre la financiación de esta transición, se han introducido nuevas herramientas, como el Mecanismo de los Mercados de Capitales, que se centran más en las contribuciones adicionales en lugar de un simple enfoque de gestión de riesgos. Por último, ha aumentado la presión hacia los gobiernos, que deben revisar sus planes climáticos antes de finales de 2022. En palabras del Secretario General de la ONU, "la COP 27 empieza ahora". Pero, una vez concluida la conferencia, ¿cómo se van a aplicar estas políticas, y cómo pueden las empresas abordar y adaptarse a los retos vitales del cambio climático y la conservación de la biodiversidad?

La descarbonización real es la única manera de abordar la emergencia climática; es inevitable que las externalidades relacionadas con el clima se conviertan en costes internalizados para las empresas. Con el precio sobre el carbono rondando los 60 euros, el más alto de la historia, y una política de rápida transición, las empresas deben reducir su producción total de carbono. En mi opinión, gestionar una cartera baja en carbono es un componente clave de nuestro deber fiduciario.

Necesitamos, por tanto, que las estrategias empresariales demuestren una clara intencionalidad, capacidad de acción e irreversibilidad para afrontar estos retos a largo plazo, pero eso es difícil de alinear con un ciclo político y empresarial más corto. Anticipamos que los costes del carbono se internalizarán cuando, no si, tengamos una alineación a nivel político y una mayor coordinación global en torno a los mercados de carbono. En este sentido, se están diseñando Mecanismos de Carbono para evitar el riesgo de fuga de carbono, es decir, que una empresa produzca en un país con una fijación de precios del carbono más favorable desde el punto de vista financiero.

En efecto, todas las palancas políticas que estamos viendo ahora están ahí para impulsar soluciones climáticas en el mundo real. Lo que resulta alentador es que aproximadamente dos tercios de las reducciones de emisiones que necesitamos para mantener un escenario de 1,5 grados pueden proceder de tecnologías existentes y ya listas para su comercialización. Si bien es cierto que hoy contamos con estas tecnologías, sin la irreversibilidad de la acción, estas promesas políticas no son suficientes.

Y, más allá de las emisiones de carbono, los debates en torno a la biodiversidad son alentadores. Más de 130 países, entre los que se encuentran Brasil, la República Democrática del Congo e Indonesia, se han comprometido a poner fin y revertir la deforestación para 2030. Estos países albergan el 90% de los bosques del mundo, y sólo la selva amazónica alberga aproximadamente el 10% de la biodiversidad mundial. Más de la mitad del PIB mundial depende de la biodiversidad y, sin embargo, seguimos utilizando los recursos de la naturaleza mucho más rápido de lo que pueden reponerse.

En definitiva: ha habido avances. La advertencia de Barbados de que 2ºC era una sentencia de muerte para las naciones insulares fue contundente: esta COP ha mantenido una trayectoria de calentamiento por debajo de 2ºC, pero necesitamos un mayor impulso positivo para alcanzar con éxito 1,5ºC. Dada la crisis humanitaria en la que nos encontramos, el precedente de la acción colectiva global ha llegado, pero debe ir más allá.

Mención especial merece la sociedad civil, que se presentó en la COP26, alto y claro: estas cuestiones se han convertido rápidamente en algo fundamental para el ciclo democrático y para el éxito comercial. El mundo reconoce que a los gases de efecto invernadero, como a los virus, les importan poco las fronteras, y que por lo tanto debemos actuar como una comunidad global, con mayor ambición y cumpliendo objetivos. La economía mundial debe desarrollarse en el marco de los límites establecidos por nuestro planeta. Sharm El-Sheikh, la COP27, que se celebrará el próximo año en Egipto, servirá de báscula para medir la capacidad de acción de los objetivos fijados en Glasgow.  

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