OPINION

La "España vacía" no está nada vacía

U

n libro de Sergio del Molino, 'La España vacía' (Turner, 2016), ha dado lugar a una nueva denominación para referirse a los territorios del interior. Hay provincias como las de Soria, Teruel o Cuenca que sólo tienen unos diez habitantes por kilómetro cuadrado, como Nebraska en EE UU, y algo más que las Highlands de Escocia. No están vacías, sino poco pobladas, lo que incluso puede ser un activo. Piénsese, entre otros, en aspectos ambientales: donde no hay población, hay arbolado, glaciares o estepas que albergan valiosos paisajes y una rica vida animal, que forman parte de nuestro patrimonio y deben ser protegidos.

En todo caso, 'España vacía' se utiliza para referirse a los problemas de esa parte de nuestro territorio donde vive menos gente. Como consecuencia del acuerdo de la Conferencia de Presidentes el pasado mes de enero, se creó el Comisionado del Gobierno que desempeña Edelmira Barreira, cuyo encargo principal es elaborar una estrategia nacional frente al reto demográfico. Dicha estrategia contendrá un diagnóstico, que no debería ser tan negativo en cuanto al territorio.

Reconozcamos que en democracia hemos avanzado mucho. Ya no existen lugares como Las Hurdes con la miseria que retrató Buñuel. Ahora en el medio rural hay escuelas y servicios sanitarios a distancia aceptable, además de lo esencial de los restantes servicios públicos. Para ello se invierten muchos recursos por las diferentes administraciones, en particular por las comunidades autónomas. Los derechos de las personas que residen en zonas poco pobladas se están garantizando en condiciones razonables de igualdad, a pesar de su coste económico. Ciertamente es mejorable el acceso a Internet con suficiente calidad, en particular para el desarrollo de actividades empresariales, y también se sufren carencias de otros servicios privados por falta de demanda, como oficinas bancarias, por poner un solo ejemplo.

En cuanto a las medidas que contendrá la futura estrategia, debemos ser conscientes de que la población se concentra por razones sociales, culturales o económicas, y podría ser contraproducente, en términos de prosperidad, tratar de impedirlo. Cuando los jóvenes eligen alejarse de su lugar de origen por falta de oportunidades, las autoridades deben hacer lo posible para que una opción sea quedarse. O para que emigrar de la ciudad al campo también sea una posibilidad atractiva. Para ello, entre otras muchas, la sociedad civil reclama medidas fiscales de discriminación positiva.

La panoplia de incentivos en los tributos es ya muy amplia, y muchos piensan que excesiva e ineficiente, de modo que nuevos beneficios fiscales deberían evaluarse con precaución. Por un lado, existen incentivos para las nuevas empresas, apoyando el emprendimiento en cualquier parte del territorio. Por otro, se ayuda intensamente a determinadas actividades económicas, como la agricultura y la ganadería, lo que tiene evidentes repercusiones positivas para el arraigo de la población en el medio rural. También existe un trato favorable para los residentes en Ceuta y Melilla, y en Canarias. Además, en el IRPF hay deducciones autonómicas por adquisición o rehabilitación de viviendas en núcleos rurales, que aplican comunidades como Castilla y León o Aragón. Sin embargo, por tomar el caso de ésta última, en 2015 se acogieron 240 contribuyentes, que obtuvieron un beneficio fiscal medio de 243 euros, lo que no parece que pueda tener un efecto significativo.

El reto es adoptar otra clase de medidas, utilizando el gasto público y la regulación de actividades económicas. Entre otras, tenemos ayudas a la inversión, cuya eficacia debe ser permanentemente evaluada para aprender de la experiencia y conformar las mejores prácticas. Paliar las carencias en telecomunicaciones o facilitar el teletrabajo serían otras medidas útiles. En muchos sectores económicos es posible el trabajo a distancia. Se puede vivir lejos de la oficina, pero para ello se requiere eficacia de las telecomunicaciones y una regulación laboral flexible y adecuada a ese objetivo.

Por último, necesitamos un cambio cultural sobre dónde y cómo vivimos para cambiar la imagen de la vida en el medio rural. En ese sentido, habría que evitar asociar las zonas menos pobladas con conceptos negativos como “abandono”, “mala calidad de vida” o “falta de oportunidades”. La propia expresión que ha hecho fortuna recientemente, 'la España vacía', evoca un territorio hostil del que mejor será huir. Convendría utilizar en su lugar conceptos más positivos, que muestren una imagen de creatividad o inmersión en la naturaleza. Las provincias con menos población no son desiertos, están llenas de vida.

A una nueva imagen contribuye la Feria Presura que se celebra el próximo fin de semana en Soria. Allí se presentarán más de sesenta expositores que desarrollan sus iniciativas en la España rural. Estarán realidades empresariales como 'La exclusiva', dedicada a la logística social para llevar a los pueblos de Soria bienes de primera necesidad propios de cualquier gran ciudad; o 'Apadrina un olivo' que pretende salvar y proteger 100.000 olivos centenarios abandonados en Oliete (Teruel), por mencionar solo dos ejemplos de lo mucho que se hace en las tierras poco pobladas. En la supuesta España vacía hay mucha más vida de la que creemos.

Mostrar comentarios