OPINION

Las otras diez infecciones que lamentaremos

Enfermeras en un hospital de Logroño durante la pandemia
Enfermeras en un hospital de Logroño durante la pandemia
EFE

El coronavirus ha hecho su horrible papel de exterminador. Ha arrasado como el caballo de Atila con las vidas en las residencias y centros de mayores, ha masacrado a la población sanitaria, que ha hecho de tripas corazón sin dar un paso atrás para tratar de detener al demonio y sanar a los infectados, y ha demolido los cimientos de los seguros mundos de ensueño en los que creíamos vivir la gran mayoría. La Covid ha venido para quedarse. Lo que hoy son escenas chocantes de niños, padres y abuelos con mascarillas caminando por las calles será el paisaje que nos acompañe durante mucho tiempo. Nada, nada, volverá a ser igual.

Así está siendo la huella salvaje del virus. Pero el bicho ha inoculado en nuestra sociedad otras infecciones que nos perseguirán como fantasmas.

1.- La infección de la política

La crisis del coronavirus está provocando heridas que tardarán en cicatrizar. Los políticos no están a la altura de las circunstancias de extrema gravedad que vivimos. Los ciudadanos que los escogieron como representantes en las últimas elecciones generales no logran entender ni al Gobierno de coalición PSOE-Unidas Podemos ni a los partidos de la oposición (PP, Vox y Cs). La tensión parlamentaria cada vez es mayor y el hartazgo de los ciudadanos empieza a ser mayúsculo. Además, el enfrentamiento verbal en el Congreso de los Diputados solo sirve para avivar el fuego en un hemiciclo plagado de pirómanos.

2.- La infección de la sociedad

El enrarecimiento del clima político está crispando, a su vez, a la sociedad en su conjunto. Desde el confinamiento, muchos aplauden a los sanitarios que se están dejando la piel y la vida mientras otros hacen caceroladas contra el Ejecutivo. Unos respetan civilizadamente las normas impuestas de seguridad mientras hay quien se rebela inexplicablemente. La sociedad es un término que adquiere calor humano al tiempo que se identifica a todos y cada uno de los que la componen. Vamos camino de los 30.000 muertos por la Covid y no pocos de los que integran esa sociedad señalan con el dedo a responsables políticos por inacción o acciones equivocadas. Quien ha perdido hijos, padres, abuelos o amigos llevarán toda sus vidas una marca imborrable en sus corazones.

3.- La infección de la economía

Nuestro pequeño mundo, tal y como lo conocemos, se ha venido abajo. El coronavirus ha detenido el tiempo en miles y miles de empresas. Algunas ya han echado el cierre definitivo; otras, lo harán probablemente en breve espacio de tiempo; el resto, navegará en un mar encabritado sin saber muy bien cuál es el puerto al que hay que llegar. Los presagios son malos o muy malos. La caída del PIB se presume colosal -un 9,4% , según estimaciones de la Comisión Europea- y las consecuencias en el tejido empresarial y productivo se asemejan más a las consecuencias de una guerra que a los efectos de una enfermedad. En las calles vacías, los primeros bares de barrio que han semiabierto para ofrecer 'take away' venden poco y sufren: "Nos tendrán que ayudar los amigos a salir", dice un veterano camarero que cree en la resurrección de su negocio por 'intercesión' de sus hoy desaparecidos y enmascarados cliente.

4.- La infección del paro

La prevención ante posibles contagios ha obligado a 'encarcelar' a la población en sus domicilios, obligando al teletrabajo -para el que nuestro país estaba escasamente preparado- o condenando a los trabajadores al paro: la CE augura una subida de la tasa al 18,9%. Decenas de miles de empleados están inmersos en ERTE y en ajustes, tras los que creen ver un futuro gris. Las cifras lo dicen todo: dos millones de personas podrían sumarse a las listas del desempleo. Hay quien piensa que niveles de paro semejantes generarán problemas en las calles; no es descartable.

5.- La infección de Europa

España nunca ha tenido demasiado caché en Europa, un continente en la que hay alemanes, nórdicos, franceses... Aquí, los del Sur, en ocasiones somos mirados con desdén. Ahora se nos ve con cara de pedigüeños como si estuviésemos pasando el plato para obtener fondos al tiempo que tocamos la guitarra y hacemos bailar a una cabra. Esta pandemia asesina va a poner a prueba la hermandad de países en la vieja Europa, que protege sus euros sin pararse a pensar que, tal vez mañana, el bicho ponga el foco en otras latitudes.

6.- La infección de la Sanidad

Un médico de Atención Primaria me decía la pasada semana: "Con el coronavirus nos hemos dado cuenta de que tenemos los mejores profesionales de la Sanidad en todos los niveles pero también hemos podido comprobar que el sistema sanitario que tenemos en España es una mierda". Ha tenido que venir una tragedia de dimensiones gigantescas para constatar las carencias y las virtudes de nuestra Sanidad. Hemos estado fardando del coche de colección que teníamos y a la hora de sacarlo para epatar a los vecinos resulta que le ha costado arrancar, ha recorrido solo unos metros y se ha calado. Las CCAA y el Gobierno central han fallado. Además, los casos de afectados en el sector sanitario hacen palidecer a todo el país. Definitivamente hay cosas que no se han hecho bien hasta el extremo de que nuestras batas verdes, azules, blancas... han estado expuestas a la Covid por la escasez de material de protección. Alguien tendrá que dar la cara en su día.

7.- La infección de las estadísticas

Es difícil dar crédito a Fernando Simón. Lo mismo sucede con el ministro de Sanidad, Salvador Illa. Sus estadísticas son un tetris cambiante y sonrojante. En España hay infectados por coronavirus -sea cual sea la forma en la que se constate la enfermedad-, hospitalizados, ingresados en UCI, curados y muertos. La transparencia no es un palabro para quedar bien en los discursos. La transparencia es contar las cosas como son.

8.- La infección de las residencias

Residencias públicas, residencias privadas... Nuestros mayores han sido una de las dianas de esta pandemia. Los muertos se cuentan por miles, aunque solo una parte haya sido grabada con el 'sello' del coronavirus. Muchos mayores han fallecido solos, con pocos medios de atención en algunos casos. Y se los ha llevado la Covid. Tarde o temprano habrá que reconocer algo que hiere e indigna a familiares y amigos de los muertos.

9.- La infección de los incívicos

Que los niños salgan a jugar, que los ancianos paseen, que los deportistas se ejerciten... Las primeras aperturas del estado de alarma decretadas por el Gobierno de Pedro Sánchez han sido acogidas con excitación. Tanta, que algunos salen a la calle una, dos, tres veces o más; se protegen o no; guardan las distancias o les da lo mismo... Que se pueda salir no significa poder volver a una normalidad que tardará en llegar o no llegará plenamente. Civismo es lo que hace falta.

10.- La infección de los test y las mascarillas

El espectáculo del aprovisionamiento de mascarillas es épico. Compras que no llegan, material que no sirve... El Ejecutivo ha gestionado mal una pieza fundamental para frenar la infección y, en definitiva, para impedir muertes y secuelas en pacientes afectados. La voluntad habrá sido acertar, pero el resultado ha sido patético. Nadie se había enfrentado en nuestro país a una crisis así. Motivo de más para haber aunado esfuerzos entre todas las formaciones y las administraciones anteriores, más acostumbradas a estas negociaciones que un Gobierno bisoño. Hay proveedores que han engañado a España, aunque también a otros países. La escasez ha llevado al abuso, también con los guantes y con los geles hidroalcohólicos. Tanto de lo mismo ha sucedido con los test. Desde Moncloa se vanaglorian de que España sea uno de los países que más test hace. Hasta que viene la OCDE y lo casca.

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