OPINION

El olor a ciénaga y la vergüenza ajena

El presidente del Gobierno en funciones, Pedro Sánchez, hoy sábado en el Congreso de los Diputados poco antes del comienzo de la primera jornada de su investidura como presidente del Gobierno. EFE/Juan Carlos Hidalgo
El presidente del Gobierno en funciones, Pedro Sánchez, hoy sábado en el Congreso de los Diputados poco antes del comienzo de la primera jornada de su investidura como presidente del Gobierno. EFE/Juan Carlos Hidalgo

Toda una experiencia psicodélica escuchar en directo la fallida sesión de investidura del candidato socialista. Los españoles no nos merecemos políticos de tan baja catadura como Pedro Sánchez, Pablo IglesiasPablo Casado, Santiago Abascal, Gabriel Rufián, Inés Arrimadas, Aitor Esteban, Mertxe Aizpurua… La lista es larga y de sobra conocida.

El Congreso de los Diputados ha pasado de ser un espacio de confrontación, debate y diálogo de alto nivel intelectual, político y humano a convertirse en una rave descontrolada dentro de un edificio que aún guarda entre sus paredes el eco de las voces de políticos que hacían política y que pensaron siempre antes en el Estado que en su terruño. Revuelve las tripas ser testigo de los malabarismos verbales de unos y otros para esconder verdades y blanquear mentiras.

Huele a ciénaga cuando el candidato a la presidencia del Gobierno habla de Unidas Podemos y de su futuro vicepresidente, Pablo Iglesias, con tono de hermandad, cuando saben las moquetas de la carrera de San Jerónimo que no se pueden ni ver ni se perdonan el pasado reciente. Si no hay cambios o surge un Tamayo entre las filas del PSOE (algo de eso sabe Rafa Simancas), el martes compartirán espacio en La Moncloa, en el Consejo de Ministros, en la tricefalia vicepresidencial…

Atufa cuando Iglesias coleguea con Sánchez, cuando Pablo compadrea con Pedro y le hace guiños cómplices. Porque Iglesias se ha tenido que comer la cena fría que no quiso engullir en julio de 2019, al igual que el socialista se ha tenido que zampar al morado al que vapuleó. El mismo que le impedía dormir, hoy le acuna. O el que será presidente mentía entonces o miente ahora, o antes y ahora, que también entra en la hipotética cábala. La verdad es que el PSOE y Unidas Podemos, a la vista de los resultados obtenidos el 10-N, decidieron cohabitar antes que vagar por la cuneta política.

Destila aroma a vertedero cuando PSOE y PNV se cambian cromitos. Los jetzales no tenían el de la gestión de la Seguridad Social, que es de los difíciles, y se lo ha regalado Ferraz a cambio de decir sí. El agravio con otras comunidades autónomas es flagrante, pero desde el socialismo se vende con absoluta normalidad el pacto con los nacionalistas vascos. Rentabilidad máxima con esfuerzo mínimo: para tener solo seis diputados, el éxito del PNV es para ser estudiado en las facultades de Políticas.

Da náuseas comprobar el magreo con luz y taquígrafos entre ERC y PSOE. Gabriel Rufián, ahora, es pieza indispensable en el puzzle. Él lo sabe y Sánchez, para su desgracia, también. No seré yo quien diga que no hay que hablar con los independentistas, con todos. Al contrario, es algo que habría que haber hecho antes. Pero arrimarse ahora al secesionismo con Cataluña ardiendo por sus cuatro provincias pone de manifiesto la falta de escrúpulos del candidato a la presidencia del Gobierno. Habrá mesa bilateral y se consultará a los catalanes lo que se acuerde. La cabra tira al monte y ERC no se va a apartar de su plan secesionista. Lo recordaba Rufián, que ahora recibe las palabras pausadas y medidas de Pedro Sánchez para no incomodarle: o hay mesa o no hay investidura, que en traducción al castellano popular es lo mismo que decir “o haces lo que quiero o date por jodido”.

El hedor crece escuchando a EH Bildu, que también se ha apuntado al equipo de salvadores del pedrismo con su abstención. La portavoz en el Congreso de la formación abertzale aireó el nombre de Arnaldo Otegi y el incendio en los escaños solo podía compararse con el que arrasa Australia. Le costará a Bildu quitarse la etiqueta con la que le califican los airados diputados del Congreso. Y ayuda poco convidar en el conjuro a Otegi. Algún día, espero que más pronto que tarde, el independentismo vasco tendrá que ser capaz de quitarse sus propios lastres que le hunden en el pasado con hechos positivos. Hoy, Pedro Sánchez los rehabilita. Por su abstención; para ser presidente. Hay socialistas (populares, ciudadanos de la calle…) que no consiguen dormir desde hace muchos años y encima tienen la sensación de que pisotean su dolor.

Marea la peste al oír hablar a Santiago Abascal, que ha decidido esta investidura usar el diccionario de insultos para abofetear a Pedro Sánchez, un discurso muy lejos del que mostró en julio y que presentaba a un más que posible aspirante a liderar la oposición o compartirla. La extrema derecha ha regresado al hemiciclo, reforzada, muy reforzada. Europa nos mira de reojo por ello. Parecía que lo de ‘Spain is different’ era verdad verdadera; va a ser que no.

Cuesta respirar escuchando a Pablo Casado, que no ha estado a la altura en momentos clave. El PP perdió las elecciones, sufrió un duro rejonazo que le colocó en la oposición. Este fin de semana, Casado ha estado bronco, recordando lo que pudo ser y no fue. Un Gobierno del PSOE en solitario, sin Podemos y sin apoyos de independentistas ni chupafavores habría sido una posibilidad. Pero Casado no la vio, y si la vio le dio la espalda. Casado se ha dejado barba, pero como en el chiste, ya no se la puede quitar, porque debe más afeitado que sin afeitar. Casado se ha atrincherado y mira con recelo hacia adelante y con miedo hacia atrás, donde la ultraderecha gruñe ruidosa.

Lo de Cs , ni huele, es un ambiente al vacío. El partidazo que creó aquel Albert Rivera que se iba a comer el mundo es hoy un famélico grupo que ya tiene pesadillas con lo que le sucedió a la UpyD de Rosa Díez: del cielo al infierno en un abrir y cerrar de ojos. A Inés Arrimadas le ha tocado el marrón de dar la cara por el estrepitoso fracaso de Rivera, que gestionó disparatadamente los activos de la formación naranja. Rivera pudo haber sido vicepresidente de un gobierno y, quién sabe, llegar un día a La Moncloa. Hoy nadie se acuerda de él más que para echarle en cara su fracaso. Arrimadas hizo el petate para venir a Madrid… ahora, qué lejos queda Barcelona.

Ya si se escucha a Adriana Lastra o a segundas filas de los principales partidos, el nivel es abisal. Teruel Existe, Nueva Canarias... Platos de lentejas para donde la necesidad brama. Hay excepciones, claro. Políticos de altura, dignos. Pero la masa los aplasta.

España va a tener presidente del Gobierno el martes, en un Ejecutivo de coalición en el que van a saltar chispas casi antes de la luna de miel. Cuando Iglesias, Montero u otro morado hablen en público, tras un tiempo de carta blanca, como un Gobierno paralelo, a Sánchez empezará a apretarle el nudo de la corbata.

Cuando ERC pise el acelerador, a Sánchez se le desmadejará el tupé; cuando Bildu quiera prebendas, apretará los dientes hasta que le salten las muelas; cuando Más País quiera cariño, pues habrá que dárselo… La lista con las deudas de Pedro Sánchez es larga e insultante. Suerte tiene el socialista: la factura la pagaremos a escote. Mala suerte para los demás, que somos todos.

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