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El 8-M de las blusas para mujer

En la defensa de los derechos de las mujeres solo nos faltaba politizar hasta las pancartas y determinar quién sí y quién no esta legitimado para caminar al lado de la dignidad y los derechos humanos.

Feministas crean una red de locales libres de violencia y moviliza voluntarios para evitar agresiones en feria
El 8-M de las blusas para mujer.
EUROPA PRESS

The Brown Building refleja luz y modernidad. Cualquiera que se detenga ante el edificio enclavado en un privilegiado esquinazo en Washington Place, entre Greene Street y Washington Square, New York, comprobará que, en su interior, estudiantes universitarios e investigadores le dan a la probeta y a los matraces, al tiempo que prenden un mechero Bunsen, que deja un típico olor a quemado en el ambiente. Gran parte de esa localización neoyorquina es de implantación universitaria: hombres y mujeres de los Estados Unidos de América, así como de otras partes del mundo, 'amueblan' en el Brown Building sus cerebros con hamburguesas de protones, patatas fritas electromagnéticas y cocacolas de alquimista.

Así es hoy la confluencia entre Greene Street y Washington Square, donde una placa de color oscuro da un viaje al pasado más negro de esos ladrillos: "En este lugar, 146 trabajadores perdieron sus vidas en el incendio de Triangle Shirtwais Company, el 25 de marzo de 1911. De su martirio surgieron nuevos conceptos de responsabilidad social y legislación laboral que han contribuido a que más estadounidenses tengan las mejores condiciones laborales del mundo". Terrible pero real inscripción

Hoy ese cruce de calles está limpio y se presenta reluciente. Otros immuebles de la zona destilan también el empuje académico que, muy probablemente, se oculta en las comunicaciones y videoconferencias a distancia para sortear el coronavirus desde los confinamientos domiciliarios más o menos rígidos. A principios del siglo pasado, en 1911, el ambiente allí era bien diferente. En The Brown Building, Triangle Shirtwais Company, una factoría del sector textil, ocupaba las tres últimas plantas de las 10 de que constaba y consta el inmueble. En una de ellas, la novena, cientos de trabajadores confeccionaban blusas para mujer. La concentración de personas cortando y cosiendo género era grande; la seguridad, viendo lo que sucedió más tarde, escasa. Por no decir nula e irresponsable.

Año 1911: en Washington Place, Nueva York, la calle se alfombra con cadáveres reventados que caen desde el piso noveno

Prende el fuego. Los empleados de las otras dos plantas de la textil logran abandonar mayoritariamente el edificio. Los trabajadores de la fábrica de las clásicas blusas ceñidas a la cintura y abombadas en los brazos están atrapados: la puertas están cerradas por orden, al parecer, empresarial, los ascensores terminan colapsando, la escalera de evacuación de incendios se rompe... Muchos mueren por el humo; otros por efecto de las llamas; no pocos lanzándose al vacío en busca de un destino fatal lejos del pavoroso fuego. La calle se alfombra con cadáveres reventados que caen desde el piso noveno mientras los bomberos son incapaces de doblegar el incendio.

Cuando el humo muestra el fin de la catástrofe, el panorama es dantesco. Los servicios de emergencia evacúan a los muertos: en total, 146. La mayoría son mujeres (123); muchas de ellas niñas de menos de 14 años. También hay hombres y niños (fallecen 23). Parte de las víctimas son de procedencia europea, inmigrantes. Algunos, judíos en busca de nuevos horizontes que se encontraron con la eternidad entre puntada y puntada de hilo. 'The New York Times' hablaba así del siniestro: "La calle, sembrada de cuerpos; montones de muertos en el interior". 'The Boston Sunday Globe' reflejaba también el horror de las víctimas saltando al vacío a una muerte que no todas eligieron voluntariamente: algunas, fueron arrolladas por compañeros cegados por el pánico. Unos sesenta cuerpos se precipitaron al asfalto.

El incendio de esta fábrica forzó a las autoridades estadounidenses a mejorar las condiciones laborales, protocolizar medidas de seguridad, controlar las horas excesivas de trabajo y revisar los raquíticos salarios que se pagaban en algunas de esas industrias. Nueva York no conoció una tragedia mayor hasta los atentados de las Torres Gemelas, donde tenemos grabadas en nuestras retinas las imágenes de individuos lanzándose al vacío en un intento infructuoso por salvarse de las llamas que se apoderaron de los emblemáticos edificios tras los atentados terroristas del 11-S.

Reivindicar la igualdad es una obligación y proteger a las mujeres de la violencia machista, necesario: las cifras gritan

A principios del siglo XX, la sociedad de todo el mundo vivía la ebullición social de la defensa de las mujeres, de su derecho al voto, al trabajo, al salario digno... En 1910 se aprobó en Dinamarca la celebración del 'Día de la Mujer Trabajadora', que se comenzó a celebrar el 19 de marzo del año siguiente, 1911, en algunos países de Europa. El 25 de ese mes y año tenía lugar la tragedia descrita más arriba en Triangle Shirtwais Company, que removió conciencias sobre las condiciones laborales y dio impulso al movimiento en defensa de las mujeres trabajadoras que ya estaba en marcha y que hoy sigue tratando de derribar muros que aguantan sólidos.

España no ha vivido de espaldas al resto del mundo las reivindicaciones del 8 de marzo, prueba de que aún quedan peldaños por subir y camino por recorrer. En este país, como en otros, las mujeres tuvieron negado el derecho al voto y, cuando lo consiguieron, durante tiempo estuvo muchas veces condicionado por su esposo o su entorno familiar. En este país, hubo un momento en que las mujeres no podían abrir solas una cuenta corriente o una cartilla de ahorros en un banco y tuvieron frenado o limitado su acceso al entorno universitario, y eso no pasó hace mil años.

A día de hoy sigue habiendo diferencias salariales entre hombres y mujeres que ejercen la misma función en un puesto de trabajo, se mantiene prevención ante la posibilidad de embarazos o matrimonios, la edad puede servir de doble criba en una selección... Sin embargo, mucho se ha avanzado. Solo individuos arcaicos y mezquinos ponen trabas a la igualdad entre hombres y mujeres. Reivindicar que los derechos han de ser idénticos es una obligación y proteger a las mujeres frente a la violencia machista es, por desgracia, absolutamente necesario: las cifras gritan por sí solas. Garantizar la libertad en las calles, de día y de noche, también lo es. El único riesgo en este camino está en adueñarse de la verdad, monopolizar los lemas, la música y el estribillo y laminar a quien parezca discrepar.

Inquieta que algunas instancias hayan intentado empujar a las calles a actos del Día de la Mujer soslayando la Covid

Las conquistas sociales se ganan con el apoyo y respaldo del conjunto de la sociedad, valga la redundancia. En el siglo XXI, ningún trofeo respaldado solo por hombres puede tener nunca refrendo global; al igual que un logro apoyado solo por mujeres no obtendrá nunca su objetivo pleno. En la defensa de los derechos de las mujeres solo nos faltaba politizar hasta las pancartas y determinar quién sí y quién no esta legitimado para caminar al lado de la dignidad y los derechos humanos. En el feminismo -como en la política- no todos los que reman van en los mismos barcos: unos, solos en piraguas; otros, en traineras; aquellos, en trasatlánticos; esos, en torpederos... Y en España, el juego preferido por algunos marineros es el de abrir vías de agua en los barcos de los demás, como si hundir a unos sacara a otros a flote. Mediocridad rampante.

Hoy no veremos manifestaciones por el 8-M siendo 8-M, aunque se sigue andando camino; en su lugar, la imaginación y las redes sociales harán su magia para que el mensaje por la igualdad llegue a todos los rincones. No obstante, genera mucho desasosiego pensar que hay políticos y organizaciones civiles con una miopía salvaje que les impide ver el riesgo que entrañan las concentraciones como consecuencia de la pandemia de coronavirus. Es inquietante que desde algunas instancias se haya intentado empujar a las calles a actos del Día Internacional de la Mujer soslayando la Covid. En el caso de Madrid, ha tenido que intervenir el Tribunal Superior de Justicia después de la negativa de la Delegación del Gobierno y la Fiscalía a permitir las concentraciones, que los convocantes consideraban que cumplían con las medidas de seguridad necesarias para impedir contagios. Hace un año, vías y plazas de toda España se llenaron del morado feminista. Las consecuencias contabilizadas en infecciones por el virus forman parte de las hemerotecas. La experiencia debería ser una asignatura troncal en la vida de las personas. La letra con sangre entra, decían. Ahora, ni por esas.

No habrá gritos en las calles ni pancartas ni cabeceras de manifestaciones. Pero la gente de bien, al margen de su género, llevará en la camisa o en la blusa el pin de la igualdad. Buen Día Internacional de la Mujer.

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