Posdata

El atraco de la gasolina

Es el drama líquido de la crisis: 43,16 litros a 2,139 €/l supone 92,32 €, a los que aplicando la limosna de las estaciones de servicio (0,05 cts/l) y la bonificación del Estado de 20 céntimos/l dejan la factura en 81,53 €.

Precio de la gasolina 95 sin plomo el 1 de junio de 2022.
El atraco de la gasolina.
L. I.

En España ya no hay solo cuesta de enero. Vivimos en una escalada continua que mete mano a los bolsillos por un encarecimiento radical de los precios. La inflación ya es un concepto de conversación familiar que se traduce en tener que pagar más por las cosas cuando se sigue cobrando lo mismo. En La Información hemos explicado este mismo sábado, por ejemplo, cómo se van inflando los precios alimentarios desde el origen hasta nuestros hogares sin que las subidas encuentren un freno. En algunos casos, los incrementos son de hasta el 200%: lo que ayer costaba 5 hoy vale 10; y el pato se paga caro, tanto en su casa como en la mía.

Estamos cerca de dejar de consumir determinados productos que se hacen ya inaccesibles para sueldos contenidos y que desbordan a todas luces las posibilidades económicas del mileurismo y de buena parte de las pensiones. En el caso de la energía, la sangría es de sobra conocida por todos en carne propia. El gas y la luz son las puñaladas bimensuales que nos asesta la crisis: poner la calefacción este invierno ha sido un tragamonedas diario que ha colocado a los ciudadanos entre la alternativa de pasar frío o devastar la cuenta corriente con un sablazo en toda regla; sin contar, claro, con los que directamente no la han podido ni encender.

Miles de contratos regulados de luz y de gas han pasado al mercado libre en un intento por escapar de la quema. Yo he intentado hacerlo hace una semana -reconozco que siempre tarde y con prisas- y el beneficio ofrecido por las operadoras, al menos en mi caso, apenas compensa, entre otras cosas porque para hacer la modificación del sistema de tarificación te obligan a contratar un servicio de mantenimiento o de 'manitas' que se come un pellizco enorme del ahorro que se recibe. Está claro que la banca siempre gana, en este caso, las eléctricas y gasistas.

La prórroga de las medidas anticrisis tendrá caducidad: entonces iremos en el coche de San Fernando. Siempre quedará el recurso de apretarnos (más) el cinturón

¿Y la gasolina? Es el drama líquido. Tener coche y alimentarlo es ya un lujo asiático: echar 43,16 litros de sin plomo de 95 a 2,139 euros el litro supera los 92 billetes (concretamente, 92,32 euros), a los que aplicando la vergonzosa limosna de las estaciones de servicio (0,05 céntimos, en total, 2,16 euros) y la bonificación del Estado de 20 céntimos por litro (8,63 euros) dejan la factura en 81,53 pavos. Todo ello en datos comprobados el 1 de junio y que se refleja en la imagen de arriba. Algo no carbura bien en este asunto.

El Gobierno de Pedro Sánchez ha prorrogado las medidas excepcionales para tratar de contener la crisis; entre ellas se encuentra la citada bonificación de los carburantes que para lo que parece que ha servido es para agrandar los bolsillos de las empresas del sector, que ya han absorbido la ayuda, repercutiéndola en el alza del litro de combustible. En ciudades como Madrid, los días primeros de mes -con las nóminas recién cobradas- las gasolineras están a rebosar de coches sedientos que han 'dormido' en las calles ante la imposibilidad de sus dueños para llenar los depósitos las últimas jornadas del calendario.

Quien tiene la desgraciada necesidad de usar su automóvil sí o sí es posible que vea cómo se esfuman de su bolsillo entre 150 y 200 euros mensuales, la mayor parte de ellos para las arcas del Estado a través de la recaudación. En España, en torno al 50% de lo que usted y yo pagamos por el combustible (gasolina o diésel) son impuestos; y podemos darnos con un canto en los dientes y no protestar, ya que en nuestro entorno europeo, salvo un ramillete de excepciones, el porcentaje puede llegar hasta el 60%, según los países. La prórroga de las medidas del Ejecutivo tendrá, es lógico, caducidad, momento en el que pasaremos del automóvil al coche de San Fernando. Siempre quedará el recurso de apretarnos (más) el cinturón.

Buena semana.

Mostrar comentarios