OPINION

El "bichito" que mató el congreso mundial de las telecos

Ada Colau
Ada Colau

Gobernaba el hierático centrista Leopoldo Calvo Sotelo. El presidente más breve de la Transición había llegado al Palacio de La Moncloa tras el fallido golpe de Estado del 23 de febrero de 1981, en sustitución de un Adolfo Suárez desgastado pero con el duende de la política corriendo aún por sus venas. En la bancada ministerial de la Unión de Centro Democrático (UCD) se sentaba Jesús Sancho Rof como titular de Trabajo, Sanidad y Seguridad Social. Fue entonces cuando estalló el terrible episodio del adulterado aceite de colza.

Sancho Rof, próximo a Rodolfo Martín Villa, trataba de explicar la situación que vivía el país con un ejemplo cuando menos inconveniente: “Es menos grave que la gripe. Lo causa un bichito del que conocemos el nombre y el primer apellido. Nos falta el segundo. Es tan pequeño que, si se cae de la mesa, se mata". Pero el bichito mató. Centenares de personas fallecieron en lo que se conoció como el 'síndrome tóxico' y miles más quedaron afectadas y envueltas en una guerra judicial por ser indemnizadas. Sancho Rof ha pasado al recuerdo popular por este ejemplo cuya autoría siempre se ha negado a admitir.

En esa España de los años 80 el miedo corrió como la pólvora y en las casas se miraba en la alacena o en la fresquera qué aceite se consumía para asegurarse de que la familia estaba libre de riesgos. Cuando el miedo entra en el terreno de juego el natural instinto de supervivencia brota en la mente del más calmado.

No habrá finalmente en Barcelona edición del Mobile World Congress. Otro 'bichito’ se ha encargado de que cunda el pánico al contagio por el coronavirus originado en la provincia china de Wuham, que se ha extendido por todo el mundo y que en el gigante asiático es una epidemia que destroza vidas y bombardea la economía internacional. Una cascada de empresas se fueron descolgando del evento y los organizadores cortaron por lo sano suspendiendo la reunión tecnológica que ha asestado un golpe brutal al Ayuntamiento de Barcelona, que dejará de meter en la saca cerca de 500 millones de euros.

Los damnificados son muchos: desde hoteleros a hosteleros, pasando por taxistas y empleados eventuales que no serán contratados. Pero el miedo ha calado, aunque en España no se haya decretado ninguna alerta sanitaria y los afectados sean algo casi simbólico en Europa. Las grandes tecnológicas han preferido prevenir que curar ante la salida del coronavirus de las fronteras chinas donde tuvo su origen.

Con el estallido de la bomba sanitaria ha surgido, paralelamente, el 'pillaje' en aguas revueltas. Parte del empresariado barcelonés ha pedido que el Ayuntamiento recorte tasas para poder recuperarse de los daños colaterales de la suspensión del MWC, al tiempo que desde el PP de Isabel Díaz Ayuso se han lanzado a la caza y captura del congreso de las telecos, como si el 'bichito' fuese asociado a la capital catalana y la Comunidad de Madrid o la ciudad estuviesen inmunizadas.

El varapalo a la guerrera alcaldesa de Barcelona ha sido tremendo. Ada Colau, que teme que el Mobile termine abandonando la Ciudad Condal más pronto que tarde, se hace cruces todavía hoy sin entender los motivos de la suspensión salomónica del certamen. "No se ha suspendido por el coronavirus porque nosotros no tenemos coronavirus", ha dicho en una entrevista a 'La Vanguardia'. Malos tiempos para una ciudad inigualable herida por el zarpazo de una alarma que, de momento, ni está ni se le espera. Y ojalá nunca llegue.

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