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El castigo y la recompensa deberían estar en las urnas

El debate del viernes 23 de abril ha marcado un punto de inflexión en la campaña política de las elecciones del 4 de mayo a la presidencia de la Comunidad de Madrid.

Iglesias Debate Ser
El castigo y la recompensa deberían estar en las urnas.
Cadena SER

EL INGENIOSO HIDALGO DON QUIJOTE DE LA MANCHA

  • "La ventura va guiando nuestras cosas mejor de lo que acertáramos a desear; porque ves allí, amigo Sancho Panza, donde se descubren treinta o pocos más desaforados gigantes, con quien pienso hacer batalla y quitarles a todos las vidas, con cuyos despojos comenzaremos a enriquecer, que esta es buena guerra, y es gran servicio de Dios quitar tan mala simiente de sobre la faz de la tierra". Miguel de Cervantes.

El pasado viernes era 23 de abril, fecha en la que se celebra el Día del Libro, no por casualidad, sino porque en esa misma fecha, en 1616, fallecieron William Shakespeare, Garcilaso de la Vega y Miguel de Cervantes. De aquellas muertes han transcurrido 405 años. Casi ná, pero se recuerdan su saber, su hacer... También fue Sant Jordi, el Día del Amor y de la Rosa, la fecha de nacimiento de Tita Cervera, la de la muerte de Boris Yeltsin, el Día de Aragón, el de Castilla y León... También el pasado 23 de abril fue el día en el que la política española saltó por los aires y alguno se quitó la careta.

La radio es esa cosa que oímos de fondo y que escuchamos poco. Àngels Barceló, la periodista que conduce 'Hoy por hoy' en la Cadena SER, era la moderadora el pasado 23 de abril de un debate entre aspirantes a gobernar en la Comunidad de Madrid descafeinado, ya que no participaba por voluntad y decisión propias la candidata popular, Isabel Díaz Ayuso. De mala manera se van a poder confrontar ideas y programas con la ausencia de la líder política a la que las encuestas adjudican más diputados en los comicios anticipados del próximo 4 de mayo. Ayuso acudió en su momento al debate en Telemadrid y no volverá a participar en otra mesa a seis (PP, PSOE, UP, Cs, Más Madrid y Vox) que los madrileños querríamos testar. El miedo es libre y las estrategias políticas, una incógnita imposible de despejar.

La política ha descendido al barro de la zafiedad dejando a los ciudadanos en un segundo plano

Ante Barceló se presentó la imagen de una España dividida, fraccionada... y la Democracia con mayúsculas se avergonzó. Quede claro: ante la posibilidad de un atentado, por remota que sea, contra la vida de alguien, la duda ofende y lo que se tercia es el apoyo sin condiciones y la empatía.

La política ha descendido al barro de la zafiedad, como si de un programa de crónica rosa se tratase, dejando a los ciudadanos en un segundo plano que, al fin y a la postre, son los que pierden sus empleos, cierran sus negocios, anhelan sus vacunas, enferman, mueren, sanan, pagan impuestos, llevan a sus hijos al colegio, teletrabajan, están en ERTE... Vivir un 23 de abril como el pasado 23 de abril nos debe hacer reflexionar. A todos.

Un debate no es un circo. Es una plataforma que permite visualizar intenciones y formas que pueden hacer cambiar el sentido del voto en un momento decisivo. Las elecciones en Madrid son para los partidos políticos algo más que un mero trámite: se juegan los huevos de la cesta y su ser o no ser en un futuro inmediato. Ganar o perder en Madrid puede dar un espaldarazo o una bofetada al PP en todo el Estado; que Ángel Gabilondo pueda gobernar en Sol apuntalaría la coalición en Moncloa; que Vox crezca, daría alas a Abascal al tiempo que colocaría grilletes a Casado para el futuro; que Cs tenga representación sería resucitar un rato, aunque podría volver a ser la pieza del puzle que le falta a Ayuso. Que Mónica García revalide o aumente escaños es un codazo a Pablo Iglesias. Y que Podemos se mantenga, suba o baje marcará el futuro del exvicepresidente segundo. 

El lamentable episodio de este 23 de abril ha servido para radicalizar más a derechas e izquierdas y para que los bloques se reafirmen en sus diferencias y se alejen de lo básico, que es la ciudadanía y sus necesidades. Pero en Democracia, los votos hablan. Y castigan. Lo mismo lo vemos.

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