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'El cojo Manteca' y las muletas de los partidos

Hasél, su condena judicial y su internamiento en un recinto penitenciario son solo una excusa para que los carascubiertas y embozados afilen sus muletas del siglo XXI.

Contenedores ardiendo tras la manifestación de hoy viernes en Barcelona, tras la cuarta noche de protestas por la detención del rapero Pablo Hasél
'El cojo Manteca' y las muletas de los partidos.
EFE

Jon Manteca Cabañes (Mondragón, 1967-Orihuela, 1996) era un punki amputado. Perdió una pierna tras sufrir una descarga eléctrica cuando estaba encaramado a un poste de alta tensión. Ahí murió el bípedo y nació el cojo de las tres piernas. Si usted es lo suficientemente mayor recordará a Jon, apodado 'el cojo Manteca', reventando un reloj-termómetro y el cartel luminoso de la boca de Metro de Banco de España, en pleno centro de Madrid, a golpe de muleta. Jon estaba pidiendo al parecer unas pelas en la Plaza de Cibeles cuando todo aquello se llenó de 'maderos' y de estudiantes que protestaban por las tasas universitarias, la selectividad... Y 'el cojo Manteca', muletazo va, muletazo viene, se convirtió en un icono de las protestas, por los siglos de los siglos.

Era enero de 1987 y las calles estaban calientes contra el Gobierno de Felipe González y la política educativa enarbolada por el ministro Maravall; además, la economía iba mal y el empleo, peor. Las manifestaciones proliferaban y, dentro de ellas, violentos de derechas y de izquierdas encontraban acomodo para dar rienda suelta a la visceralidad. La violencia tiene a veces algo de contagioso. Eso dijo 'el cojo' en su día rememorando los hechos del 87: le pilló la algarada -en la que la Policía disparó balas de las de verdad, hiriendo a una muchacha de 15 años- y su cuerpo se volvió a llenar de electricidad a golpe de mandoble de pierna de metal.

Cuando se prende fuego surge un humo tras el que se ocultan activistas del mal, alborotadores profesionales, marginales convencidos y antisistemas de manual

Jon Manteca fue entrevistado, fotografiado, detenido, encarcelado, apalizado... En su mirada perdida había destellos de ternura, de 'estoesloquehay', de vida marcada, de muerte temprana. 'El cojo', enfermo de SIDA, puso un pie en la eternidad muy joven tras vagar de aquí para allá, habitar en la calle y mendigar para subsistir sin tener que trabajar. Su contradictoria chupa de cuero negro, con el lema 'Mata curas, verás el cielo' y el símbolo de la paz tatuados en la espalda, dejó de moverse y su par de piernas metálicas dejaron de caminar. Jon, probablemente, se quedó con las ganas de tener un curro de pescadero y sentar la cabeza. No sé si al término de su carrera vio el cielo, luz al final del túnel, el infierno o nada; quién sabe.

El nombre de Jon Manteca me ha venido al recuerdo en una semana incendiaria y muy violenta en las calles de Cataluña y Madrid, fundamentalmente, tras el encarcelamiento del rapero Pablo Hasél. Hay muchas y evidentes diferencias entre lo ocurrido en 1987 y 2021. Aquello era una protesta estudiantil, desde adolescentes a barbudos universitarios, encabronados por su futuro y por la gestión educativa del Ejecutivo de González. Allí hubo violencia: callejera y también policial; siempre que se prende fuego surge un humo espeso y negro tras el que se ocultan activistas del mal, alborotadores profesionales, marginales convencidos y antisistemas de manual. Ahora, los violentos siguen siendo los herederos de aquellos de los 80 con la salvedad de que el tiempo les ha convertido en graduados en 'Conflictos' con máster en 'Desestabilización y pillaje'.

La defensa de la libertad de expresión es una excusa: de lo que se trata es de si lo que se juzga vulnera las leyes o no

Hasél, su condena judicial y su internamiento en un recinto penitenciario son solo una excusa para que los carascubiertas y embozados afilen sus muletas del siglo XXI. La defensa de la libertad de expresión es también otra evasiva, porque de lo que se trata es de si lo que se juzga vulnera las leyes vigentes o no. Los del 87 eran en buena parte ursulinas comparados con los de hoy, que buscan el choque físico con la Policía y que no retroceden ante las cargas antidisturbios; que atacan con crudeza las 'lecheras', que tienen echado el ojo a una bici o a un traje de pijo...

Moncloa está plagada de hipocresía. Es descorazonador comprobar que el presidente del Gobierno se toma su tiempo para defender al Estado del que es su máximo exponente después del Rey. Pedro Sánchez se ha calzado las pantuflas en palacio y levita sobre el suelo, sabedor de que la derecha está desmenbrada y desorganizada como el ejército de Pancho Villa. El PP de Pablo Casado hace agua: las urnas le han colocado en una posición débil y no parece que haya nadie en el barco capaz de llegar a mejor puerto. Lo de Casado es un cúmulo de ocurrencias, la última el anuncio de venta de la sede de Génova, como si eso fuese a borrar del mapa a Bárcenas. El pasado está escrito y en el escrito está el pasado, que diría sin temblar el mejor Mariano Rajoy. Lo de Ciudadanos es el principio del fin, mal que le pese a Inés Arrimadas, a quien le dejaron un Maserati que ha devenido en 600. Y lo de Vox es la constatación del hastío electoral: su entrada 'a saco' en el Parlament de Cataluña pisoteando gaviotas y naranjas es todo un aviso.

Los violentos de hoy se han convertido en graduados en 'Conflictos' con un máster en 'Desestabilización y pillaje'

Faltaba en el circo político un lanzador de cuchillos… y allí apareció Pablo Echenique a golpe de tuit haciendo un guiño a los violentos en las protestas de los últimos días: "Todo mi apoyo a los jóvenes antifascistas que están pidiendo justicia y libertad de expresión en las calles. Ayer en Barcelona, hoy en la Puerta del Sol. La violenta mutilación del ojo de una manifestante debe ser investigada y se deben depurar responsabilidades con contundencia". Ver salir del hemiciclo del Congreso de los Diputados a Echenique a toda prisa antes de que el chaparrón de Espinosa de los Monteros descargase con rabia pone negro sobre blanco la pasta de la que están hechos algunos políticos, que tienen enorme capacidad de influencia sobre los ciudadanos y que parece que no saben medir las posibles consecuencias de sus dictados.

‘El cojo Manteca’ del 87 estaría hoy (probablemente) en las calles. Luego iría al programa de Jesús Quintero a hablar de esto, de aquello y de lo de más allá en libertad. Y puede que volviese a manifestar su deseo de tener un trabajo en el que limpiar pescado. Es posible.

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