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Un rojo peligroso en el despacho oval de la Casa Blanca

Joe Biden es ya presidente electo. Estados Unidos se prepara para una nueva etapa en la Casa Blanca mientras Donald Trump se resiste a aceptar el resultado.

Joe Biden, su esposa Jill Biden y Kamala Harris.
Joe Biden, su esposa, Jill Biden (a la derecha) y Kamala Harris.
EFE/EPA/JIM LO SCALZO

El tipo más inquietante que ha gobernado los Estados Unidos de América es ya historia, aunque atendiendo las características del personaje, de aquí a enero sufriremos sus descontrolados ataques de ira y sus pataletas. Nunca un presidente de EEUU ha hecho tanto daño a EEUU como Donald Trump, cuestionando la integridad de la administración que él mismo ha liderado, mostrando un endiablado mal perder en las urnas del que avisó antes de que comenzasen las votaciones. El que avisa no es traidor es maquinador.

El magnate ya anticipaba, sin pruebas, que iba a haber fraude, que tratarían de derrocarle y que no aceptaría ningún resultado que no fuese aquel que le diese ganador. Así, mal podíamos acabar. Nos queda Trump para rato salvo que una luz le ilumine y le haga ver el alcance de su negativa a reconocer el resultado electoral que le regresa a su Torre homónima, su castillo de poder económico donde seguirá siendo el rey.

Alguien con un ego tan expansivo no se toma a bien ni que le ganen al mus; y si tamaña afrenta llega a suceder, le pega un puntapié al tablero, rompe la baraja y la lía. Nunca un presidente republicano de los Estados Unidos de América ha sido tan cuestionado por el Partido Demócrata y por integrantes de su propia formación, sobre todo ahora que expira el mandato al que se aferra como si fuese a quedarse sin techo y pobre de pedir.

Hay quien se pregunta cómo alguien que piensa como Donald Trump puede cazar en cotos que pisotea sin miramientos

Eso no quita que haya tenido, al menos, 71 millones de votos frente a los más de 75 del presidente in pectore, Joe Biden. Trump ha logrado el respaldo de blancos, negros, latinos... Hay quien se pregunta cómo alguien que piensa como Trump puede cazar en algunos cotos que pisotea sin miramientos. Va a ser que EEUU is different. Aunque hay quien tampoco comprende que haya obreros que voten extrema derecha cuando es el pan de cada día.

En España fueron franquistas los demócratas grises del momento hasta que el dictador murió el 20-N de 1975. En ese mismo momento España se llenó de monárquicos y republicanos juancarlistas, como después hubo suaristas, felipistas, aznaristas, de la ceja, marianistas... En todos lados hay una gigantesca masa de gente que no cultiva rosas ni cierra puños; que no jalea el vuelo de los charranes; que prefiere el cabello suelto antes que peinarse como samurai; que no siega con hoz ni clava con martillo; que no se cuelga España del cuello ni reparte carnés de españolidad. Esa masa sin nombre da la vuelta a las tortillas electorales y vuelve a sus tareas sin inmutarse pero con los deberes ciudadanos hechos. Tal cual habrá sido en EEUU, digo.

Hay gente que no cierra puños ni jalea charranes ni se cuelga España del cuello. Pero da la vuelta a las tortillas electorales

El duelo Trump-Biden ha sido un desgaste criminal para un país que pincha y corta (y condiciona) en todos los escenarios. Trump ha salido trasquilado, incapaz de revalidar la presidencia. En algo habrán influido la altísima participación y las ganas de pasar pagina de no pocos estadounidenses. Las elecciones USA son seguidas en todo el globo como un partido crucial de la NBA en el que hay un favorito pero en el que también otro aspira a levantar a la afición en las gradas con un triple en el último segundo. Y eso pasar pasa.

Biden es un señor mayor que tiene a sus espaldas un larga vida política y personal en la que le persiguen sombras. Podrías encontrártelo paseando por un parque calzando deportivas y con una gorra de béisbol calada hasta las cejas y no desentonaría con el paisaje. Muchos con la edad de Biden sueñan con su pasado, que es más largo que su futuro, y con levantarse vivos al día siguiente. Biden siempre soñó con ser presidente de Estados Unidos. Y lo ha conseguido a los 77 años, que es poco más o menos la edad de los papas cuando les eligen en fumata blanca.

Muchos a la edad de Biden sueñan con su pasado, más largo que su futuro, y con amanecer vivos. Él soñó ser presidente

El viejo Joe es un rojo peligroso comparado con Donald. El nuevo presidente electo ya ha esbozado planes para su mandato, que pasan por dedicar más dinero en la Sanidad -cuando Trump torpedeó el proyecto de Obama-, a fortalecer socialmente al país, a infraestructuras necesarias y al crecimiento verde de EEUU. Biden, como decía una canción, es demasiado viejo para trabajar y demasiado calvo para el rock&roll. Puede que por eso se haya querido apoyar en Kamala Harris, una futura vicepresidenta que sorprende por su juventud, formación y por el hecho de ser la primera mujer en ser número dos en el país de las libertades, la igualdad y la democracia, que no tuvo presidente de raza negra hasta Obama. Por eso es noticia lo de Harris.

Kamala Harris, tiempo al tiempo, va a ser presidenta al alimón con Joe Biden, que cuando la legislatura llegue a término habrá sobrepasado los 80 años, edad a la que se debe estar mejor dando de comer a las palomas. Biden no repetirá por lo que desde enero la Casa Blanca será un gimnasio en el que Kamala Harris -de ascendencia jamaicana e india- se preparará para dentro de cuatro años cuando dará el salto para lograr lo que Hillary Clinton no pudo ante Donald Trump.

Biden es demasiado viejo para trabajar y demasiado calvo para el rock&roll. Por eso se apoya en Kamala Harris

El triunfo de Biden ha sido acogido con alivio y con recelo al mismo tiempo. Joe no es Donald y el tejido empresarial, por ejemplo, puede verse más apretado fiscalmente para que la administración estadounidense obtenga los recursos necesarios para emprender las reformas que el demócrata querrá llevar a cabo. Nunca llueve a gusto de todos.

Con Trump recogerán sus cosas de la sede presidencial la hierática Melania y la parentela del magnate. Con Joe llegará Jill, una profesora universitaria que quiere seguir siéndolo. Un cambio en la Casa Blanca como si la hubieran pintado de la noche a la mañana de verde esperanza.

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