OPINION

Justicia europea: éramos pocos y parió la abuela

Pedro Sánchez
Pedro Sánchez
Europa Press

Cada vez parece más cercana la posibilidad de que el PSOE cierre con ERC un acuerdo que permita la investidura de Pedro Sánchez como presidente del Gobierno de España. Será de forma inmediata o habrá que esperar unos cuantos días, pero pocos ponen en duda ya que el inquilino de La Moncloa recibirá el espaldarazo que necesita de los republicanos. Ello, a cambio de agendar una hoja de ruta para el independentismo catalán que sentará a los secesionistas en una Mesa de Negociación en la que se hablará de todo pero no se sustanciará nada.

Nadie en su sano juicio piensa que Sánchez, pese a estar atrapado en su particular complejo de Narciso, abrirá una puerta a la ruptura del Estado, aunque habrá teatrillo para que todos queden contentos. Sánchez busca su coronación como César y hará los guiños que sean precisos; por su parte, ERC escenificará dramáticamente su presión al Estado para justificar el compadreo sin poner en riesgo un Ejecutivo de izquierdas que le conviene más a los de Rufián que una reedición del que pilotara Mariano Rajoy. En el arco parlamentario de la izquierda política temen que un nuevo proceso electoral eleve a Pablo Casado a la presidencia con el beneplácito de los jirones de Ciudadanos (que está en venta) y una crecida extrema derecha que va a empezar -ya lo verán- a pasar facturas a PP y Cs en Madrid y Murcia, para demostrar quién tiene la sartén por el mango.

Cuando las pretensiones de Pedro Sánchez no gustan siquiera a todos los de Pedro Sánchez habría que sospechar que Pedro Sánchez piensa más en Pedro Sánchez que en el conjunto del país. Ya es cáustico el pacto con Unidas Podemos, pero sumar a ERC en la alquimia ya es otra cosa. Muchos españoles podrán comulgar o no con un Pablo Iglesias en la vicepresidencia, pero difícilmente podrían entender que un partido de Estado se preste a hablar con aquellos que quieren hacer saltar por los aires la unidad territorial. El mecano del presidente en funciones se montará con piezas de distintos juegos, incompatibles entre sí, por lo que la durabilidad de la mezcla caducará pronto.

Son días cruciales: todos esperan con inquietud cuál será la postura que adopte la Abogacía del Estado en el 'caso Junqueras', al que el Tribunal de Justicia de la Unión Europea ha reconocido sus derechos como eurodiputado desde el mismo momento en que resultó electo en las urnas. Además, el prófugo Carles Puigdemont ha visto luz al final del túnel y, aprovechando que el Pisuerga pasa por Valladolid, ha retirado de la Eurocámara una acreditación provisional para que se le permita el acceso al Parlamento Europeo.

La Justicia europea ha dado otro revolcón a España. Y ya van... Junqueras podría salir de la cárcel para recoger su acta de diputado, dado que lo previsible es que la Abogacía opine en este sentido ante el Tribunal Supremo que ha de levantar o no los barrotes al líder de Esquerra. Con Junqueras paseando sin traje de rayas y con Puigdemont inyectado de adrenalina el potaje catalán está servido. La semana pasada fue el Clásico lo que situó a Cataluña en el mapa de las reivindicaciones políticas; unos días después ha sido la Europa de la que forma parte España la que ha dado una patada en el trasero a los magistrados que enchironaron a los presos del 'procés'.

El que finalmente haya Gobierno no significa, necesariamente, que estemos hablando de gobernabilidad. ERC puede romper la baraja cuando más le convenga, en función de sus intereses electorales o como fórmula de sacar músculo ante la opinión pública catalana, que vigilará de cerca los movimientos de los republicanos. Cuando se dé el pistoletazo de salida, Pedro Sánchez caminará entre el fuego cruzado de los de Rufián y los de Iglesias, sin olvidar los 'francotiradores' del PP, Ciudadanos y Vox. Al margen de que los Presupuestos salgan adelante, aprobar nuevas leyes, gobernar, requerirá de sumar (y mantener) piezas para el puzzle. Pablo Iglesias también hará uso de su poder tumbando al presidente cuando se rearme y decida volver a competir en solitario. ¿Cuánto durará la legislatura? ¿Cuatro años? Ni lo sueñe.

Mostrar comentarios