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Eurovisión, el perreo de Chanel y el sentimiento de culpa por Ucrania

La sociedad lamenta no intervenir contundentemente frente a la invasión rusa, pero le otorga al país de Zelenski el premio de Eurovisión mientras se lava las manos como un Pilatos cualquiera.

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Eurovisión, el perreo de Chanel y el sentimiento de culpa por Ucrania.
La Información

En mi infancia, sentarse a ver el festival de Eurovisión frente a la tele en blanco y negro era casi tan sagrado como hacer piña para contemplar el ‘Un, dos, tres…’ mientras soñábamos con los apartamentos en la playa, los coches relucientes y los fajos de billetes de mil pesetas que se llevaban a casa, a veces, los nerviosos concursantes, que no se habían visto en una así nunca.

Era una España en tonos grises claros y grises oscuros, con parejas con dos, tres, cuatro o cinco hijos apretadas salarialmente y, con frecuencia, pluriempleadas para sacar adelante el barco. Eran los tiempos en los que ganaban el ‘La, la, la’ de Massiel y el ‘Vivo cantando’ de Salomé en la cuesta abajo del franquismo. Canciones simples, facilonas y pegadizas, fórmula mágica para llevarse el gato al agua.

Es ya un secreto a voces que Eurovisión es un concurso musical en el que las canciones que se presentan cargan con un lastre o reciben un espaldarazo antes siquiera de ser puestas en escena en la pequeña pantalla. El festival es un juego de amistades (enemistades), intereses, guiños, vecindades, politiqueo, premios y castigos.

Me alegra que la gente sea consciente del problema que se vive en Ucrania, pero las guerras no se ganan con ‘twelve points’

Este 2022, apostar por el triunfo de Ucrania era casi jugar a caballo ganador con la que está cayendo por allí, al margen del valor técnico y artístico que pueda tener el grupo en cuestión. La invasión rusa ha puesto en el mapa a un país que estaba fuera de todos los focos y que, hoy, la sociedad mundial respalda frente al agresor ruso.

La apisonadora del voto popular le ha dicho a Vladimir Putin ‘vete a hacer puñetas’ y se ha solidarizado con un pueblo que vive su propio destino frente a un gigante militar al que Occidente no quiere incomodar más que lo justo… y España está entre quienes así piensan, por mucho que se haya incrementado el envío de armamento y los políticos se rasguen las vestiduras con gestos cariacontecidos.

Rusia está apretando las tuercas en materia energética al tiempo que pega zambombazos en un conflicto que deja en mal lugar eso de ‘dos no pelean si uno no quiere’, ya que el que no quiere gresca, en última instancia, tiene que defenderse o atacar para conservar el pellejo o intentarlo.

Ucrania está librando una guerra en los frentes de batalla y, también, en las redes sociales, los parlamentos mundiales, el márketing, la imagen y la comunicación, donde gana sin competencia ante una sociedad mundial que se siente culpable de no intervenir pero que le otorga el premio de Eurovisión mientras se lava las manos como un Pilatos cualquiera.

Ucrania libra una guerra en el frente y, también, en las redes, los parlamentos y la imagen, donde gana sin competencia

Suecia y Finlandia han apretado el acelerador para formar parte de la OTAN y que Rusia no ponga sus ojos en sus territorios. El paraguas de la Organización del Tratado del Atlántico Norte es el equilibrio en la balanza contra la ofensiva rusa, que ni ha terminado ni va a terminar en breve, lo que hará que aumente la crisis económica mundial y los daños derivados de la dependencia energética. Rusia es mucha Rusia y sus manos tienen capacidad para asfixiar solo con cerrar la espita del gas.

Me alegra que la gente de la calle sea consciente del tremendo problema que se está viviendo y cocinando en el este de Europa, pero las guerras no se ganan con ‘twelve points’ y aplausos; a buen seguro, mientras el grupo ucraniano cosechaba el triunfo musical, sus padres, hermanos, abuelos, amigos, compañeros o hijos lloraban de impotencia mientras las sirenas que alertan de los bombardeos les dejaban sordos en un sótano antiáereo.

Eurovisión ya no sorprende: es un conchabeo intolerable, aunque a la gente le haya vuelto a molar confraternizar ante la pantalla y celebrar el tercer puesto de Chanel con su SloMo (‘Slow Motion’), que me recuerda a una canción más de perreo lejos de la magia que deberían tener los temas compuestos para el certamen. Hay que hacérselo mirar a cámara lenta.

Buena semana.

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