Posdata

Feijóo y los escombros del PP

El político gallego necesita tanto como respirar desprenderse de la morralla y meter talento a una organización política que, salvo honorables excepciones, Pablo Casado se encargó de laminar.

Casado y Feijóo
Pablo Casado y Alberto Núñez Feijóo.
Efe

Entre los escombros de Génova, 13, cinco sombras trabajan día y noche para reconstruir la sede del Partido Popular, de la que pende el balcón de las grandes victorias electorales -la última, la protagonizada por Isabel Díaz Ayuso- y que alberga los despachos de la vergüenza. El hoy presidente de Galicia, Alberto Núñez Feijóo, está al frente del grupo de rescate que escarba para hallar talento entre la gravilla.

Junto a él, la presidenta de la Comunidad de Madrid, con una cabellera humana recién cortada en su mano derecha, y el alcalde de la capital de España, José Luis Martínez Almeida, que se lamenta entre cascote y cascote por no haber tenido gente de su total confianza en algún que otro puesto municipal que le levanta dolor de cabeza. Ayuso y Almeida mantienen una distancia prudencial y se miran de soslayo, pero sin acritud, tras el 'caso mascarillas', mientras rastrean la 'zona cero' del casadismo en busca de mimbres para la reconstrucción.

Organizando el cotarro, sin aspavientos, se puede ver al eurodiputado Esteban González Pons, que regresa a la primerísima fila del PP para preparar el Congreso Extraordinario que encumbrará a Núñez Feijóo a los cielos con nubarrones de la presidencia del partido. Pero Pons, que tiene kilómetros para dar y tomar en las administraciones públicas españolas, calienta para asumir responsabilidades en el nuevo PP, con la secretaría general en el objetivo más elevado o con un puesto en la gran coordinación de la formación política. Eso dicen algunos.

Núñez Feijóo, por experiencia, está a años luz de un Pablo Casado que tendrá que buscar acomodo fuera de la política

Esquivando retratos de los que un día fueron los notables -Fraga, Aznar, Rajoy...-, Juan Manuel Moreno Bonilla deshoja margaritas antes de la particular Feria de Abril pepera, que se celebrará el 2 y el 3 de ese mes (la de verdad, la buena, del 1 al 7 de mayo): "Convoco, no convoco; convoco, no convoco". Andalucía es clave en el mapa inmediato del poder popular, por lo que celebrar en Sevilla la coronación de un nuevo presidente de sangre gallega es un chutazo de queimada que resucita a la santa compaña.

Hay más gente rebuscando entre las ruinas de Génova surgidas tras el desplome de Pablo Casado: algunos de ellos estarán en el equipo de Gobierno de Núñez Feijóo, que necesita tanto como respirar desprenderse de la morralla y meter materia gris a una organización que, salvo honorables excepciones, el aún presidente nacional se encargó de laminar para montar su propia Guardia de Corps, que ahora se va a caer mayoritariamente.

Es una tentación casi irresistible no cortar cabezas, reanimar cadáveres y colocar afines cuando se accede a un puesto como el que va a ocupar Feijóo, que se ha hecho de rogar hasta tener la absoluta certeza de que saldrá elegido líder del Partido Popular sin tener que batirse el cobre más de lo necesario. Pero en esta ocasión, el PP que surja del cónclave de Sevilla necesita los mejores remeros para que el barco tenga rumbo y llegue a puerto cuando toque, si toca.

Ayuso y Almeida mantienen la distancia y se miran de soslayo, pero sin acritud, tras el denominado 'caso mascarillas'

Entre los que calientan por la banda se intuye al vicepresidente del Banco Central Europeo, Luis de Guindos, que ya fue ministro de sus áreas de conocimiento, y a la presidenta de la Fundación CEOE, Fátima Báñez, que también llevó cartera hasta que el casadismo le refrigeró la sonrisa. Eso sí, De Guindos y Báñez no moverán un dedo salvo que el PP con Núñez Feijóo al frente pueda formar Gobierno en unas futuras elecciones, lo cual no deja de tener cierta lógica.

Feijóo va a vivir en sus carnes el fenómeno Hernández Mancha, que no es otra cosa que ser el jefe del PP fuera del Congreso de los Diputados. No es cuestión baladí: estar como invitado en la Cámara Baja o hacer pasillos eternos es un gran inconveniente. Claro, que Hernández Mancha no era Feijóo, del mismo modo que el político gallego tampoco es Casado. Feijóo, por experiencia, soltura y claridad ideológica, está a años luz de un Pablo Casado que tendrá que buscar ahora acomodo al margen de la política. Porque lo esperable es que, una vez que su caída se rubrique negro sobre blanco, él entregue su acta de diputado e inicie un nuevo camino.

Borrón y cuenta nueva.

Buena semana.

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