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Guerra Rusia-Ucrania | Putin, el macarra de la clase

El miedo que se tiene a las decisiones del líder ruso es palpable a la par que justificado pero hay que mantener la dignidad.

La letra pequeña de Putin para abaratar la energía espanta a Madrid y Bruselas
Guerra Rusia-Ucrania | Putin, el macarra de la clase.
DPA vía Europa Press

Vladimir Putin es un político a todas luces irresponsable. La intervención militar llevada a cabo por unidades del ejército ruso en Ucrania -al margen de las razones que unos puedan argumentar para justificarla- demuestra la absoluta falta de respeto a la integridad territorial internacional, su desinterés por las consecuencias de su invasión y su visión del poder. Putin se ha comportado como el macarra de la clase, el que somete a los que le rodean o hacen peligrar su estatus. Ha metido las garras del gran oso ruso en las entrañas del suelo ucraniano ante los ojos atónitos y nublados de pasividad de Occidente, que teme, y no es para menos, que se pueda desencadenar una contienda mundial si se mueven mal las piezas del tablero.

Putin sabía de sobra, o intuía, que la Unión Europea y Estados Unidos no iban a correr desesperadamente al rescate de Kiev, que resiste sola y como puede al invasor. El miedo que se tiene al líder ruso es palpable a la par que justificado. El ex de la KGB ha jugueteado con los líderes europeos para, finalmente, hacer lo que ya tenía decidido: hincarle el diente a Ucrania, que se debate entre negociar o ser pasto de la muerte que parece dispuesta a sembrar Rusia. Este es uno de esos momentos de la Historia en el que la ausencia de estadistas de peso hace más daño que las bombas. Cierto es que plantarle cara militarmente a Rusia es un órdago que puede desencadenar una tercera gran guerra, aunque mantenerse como convidados de piedra solo refuerza al prepotente de la clase, que seguirá haciendo de las suyas a quien se le pase por el arco del triunfo si la jugada le sale redonda.

Este es uno de esos momentos de la Historia en el que la falta de estadistas de peso hace más daño que las bombas

La Unión Europea ha enarbolado la amenaza de las sanciones económicas, lo mismo que Estados Unidos. Pero me da que las sanciones se la traen al pairo a Putin, que tiene poderosos amigos en Asia dispuestos a tenderle una mano si el resto del mundo se pone en su contra. Rusia tiene la enorme suerte de ser uno de los pocos estados en los que no circula con libertad el fascismo [es ironía], y para preservar su esencia ha de retorcerle hoy las muñecas a Ucrania y mañana ya se verá. Me niego a pensar que el pueblo ruso comulgue en unidad con Putin en la guerra iniciada con sus vecinos del oeste del este: más de 145 millones de ciudadanos no pueden querer cambiar la paz por la guerra, porque la invasión del territorio ucraniano puede ser el comienzo de algo que pudiera no tener fin también para ellos mismos.

Dicen que Putin teme que Ucrania entre a formar parte de la OTAN, lo que blindaría en cierto modo militarmente al país que preside Volodímir Zelenski, que estaba tan cómodo con sus cosas del humor, el espectáculo y la cultura y, como quien no quiere la cosa, se ha visto liderando la resistencia ucraniana. Zelenski está aguantando mientras desde Europa y Estados Unidos le mandan unos petardos para que haga un poco de ruido. El caso de España muestra la buena voluntad política del Ejecutivo pero sonroja a cualquiera: el Gobierno ha decidido enviar ayuda humanitaria y para protección de la población valorada en 150.000 euros. En ese paquete se incluyen 5.000 cascos, chalecos antibalas y detectores de minas, además de medicamentos y material sanitario, para que la población civil si tiene que morir lo haga con seguridad mientras se refugian en subterráneos y sótanos cuando suenan las sirenas que anuncian bombardeos. 150.000 euros es una parte de lo que ingresa un choque del Real Madrid o el Barcelona o un pellizco de las fiestas que animan las calles en cualquiera de nuestras grandes ciudades. Es lo que tiene confundir ayuda con limosna, digo.

Zelenski está aguantando mientras desde Europa y Estados Unidos le mandan unos petardos para que haga un poco de ruido

Cuando Pedro Sánchez decidió enviar fragatas a la zona de conflicto asumía una responsabilidad política y también militar que no se justifica, ahora, con un cheque de 150.000 euros. Cuando la invasión de Rusia era una hipótesis, ser de los primeros en mover ficha ponía a Moncloa a la cabeza de la defensa de los derechos civiles y de integridad territorial en Ucrania; ahora que el oso ruso bufa como una fiera corrupia, el plan es sacar a pasear la cautela. Vamos, que eres un bruto pero te lo digo desde la acera de enfrente. No vaya a ser que el plantígrado se mosquee.

A Ucrania parece que le condena no estar en la Alianza Atlántica; de haber estado en la OTAN, otro gallo hubiera cantado. O no, porque a la vista de lo que está sucediendo, las reacciones de Vladimir Putin son una incógnita. Europa le debe a la extinta Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS), en la que estaba integrada Rusia, la férrea defensa de su propio territorio y de Europa frente a las tropas nazis de un Adolf Hitler desatado en la Segunda Guerra Mundial. Hoy, por desgracia, Rusia le debe a Europa haber regresado a tiempos pasados de telón de acero, de bandos, de fronteras ideológicas, de colores, de muros que, en el mejor de los casos, acabarán con más misiles apuntando objetivos.

Hay que mantener la dignidad.

Buena semana.

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