OPINION

Manuel Cruz y 'El Mito de la Caverna'

Manuel Cruz
Manuel Cruz
EFE

No hay que negarle al presidente del Gobierno su cintura política. Pedro Sanchez regatea en una baldosa como si bailara un chotis y lanza triples que, unos entran y otros no. A Iceta lo lanzó desde la línea de 6.25 pero no tocó ni el aro, y así anda ahora el catalán, recomponiendo su figura tras el trastazo descomunal.

Como había que marcar sí o sí en el tiempo de descuento y antes de la formación del Parlamento, Sánchez se fijó, como quien no quiere la cosa, en ese diputado del PSC que lleva grabado a conciencia el federalismo y que, fíjate tú, ha sido el senador más votado en Cataluña en las pasadas elecciones del mes de abril.

Lo de mover a Cristina Narbona era un mero espejismo; el elegido era Manuel Cruz, filósofo y profesor antes que político; de los que tienen donde caerse muertos si las cosas no salen bien, vamos.

Cruz tiene poco perfil público. Él lo sabe y lo reconoce abiertamente en la distancia corta. Se ha visto sorprendido por el vértigo de la designación a presidir el Senado, que él no ha buscado, y ha dicho que sí al inquilino de Moncloa por coherencia y compromiso.

A un filósofo no le vibra, supongo, el teléfono cada 25 segundos -o sí- y si le suena no lo coge porque se lo piensa dos veces. El viernes el móvil de Cruz echaba humo y él se lo tomó con Filosofía. Era lo suyo.

Con Manuel Cruz, Sánchez puede haber encestado de tres desde su propio campo cuando parte del público se descojonaba injustamente por el inesperado patinazo con Miquel, que cayó bombardeado por los secesionistas, el PP y Ciudadanos en la votación del Parlament.

Y la canasta ha sido limpia. Cruz es serio, tranquilo, afable, escrutador de la realidad, dialogante. Iceta nos habría dado, puede, entretenidas tardes de circo y que se esbozaran sonrisas entre el respetable pero Cruz traerá, esperemos, cordura, que falta va a hacer en una legislatura compleja como la que se adivina en el horizonte.

Manuel Cruz se va a sentar en un estrado frente a 265 senadores presos de un particular Mito de la Caverna -sucedáneo del siglo XXI de aquel que pergeñara Platón-, donde cada cual solo ve una parte sesgada y parcial de la realidad, pero se aferra a ella como estandarte de vida porque no es consciente de más y teme terriblemente lo desconocido.

En la sensatez de Manuel Cruz estará gobernar entre ‘prisioneros de sus ideas’ que matarían, metafóricamente por suerte, por lograr sus objetivos.

Trabajo no le va a faltar: si hay intenciones de tocar la Constitución, la decisión pasará por la Cámara Alta; si se plantea la aplicación de un 155, también, sobre el tapete estará la financiación autonómica...

Que el Senado te sea leve, Manuel Cruz.

Mostrar comentarios