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Moreno, Rockefeller, Escrivá y la legión de 'baby boomers'

Hay una generación de españoles que ha crecido entre los chascarrillos de la Marilin de Herta Frankel y el ‘Toma Moreno’ de Rockefeller.

José Luis Escrivá
Moreno, Rockefeller, Escrivá y la legión de ‘baby boomers’.
EP

En la prehistoria de la televisión española, Herta Frankel entretenía a los 'baby boomers' con sus brillantes marionetas. La artista austriaca hacía hablar a sus títeres, entre ellos la cursi perrita Marilin, en programas en blanco y negro. Frankel miraba a cámara con su boca ligeramente entreabierta y creaba la ficción de que los juguetes de trapo conversaban con ella en lo que se ha venido en llamar ventriloquía. Hacer hablar a muñecos viene de antiguo y llega a nuestros días.

Muerta Herta Franklen, otros tomaron el testigo, y en los escenarios apareció un elegante José Luis Moreno con Rockefeller, un cuervo descarado con sombrero de copa, y Macario, un alelado rústico con boina, enfundados en su brazo derecho. Los muñecos de Moreno hace ya tiempo que no hablan; y ahora es él quien ha preferido medir su palabras ante el juez, tras ser detenido en la operación Titella para desarticular una red que, presuntamente, ejecutaba estafas financieras.

Moreno, que parece que aparcó a sus títeres dentro de un baúl en su lujosa casa de Boadilla del Monte, pasó de ser foco en los escenarios a productor de los programas, espectáculos y series más consumidos por la audiencia. Ahora, el artista se enfrenta a la película más seria de su vida, en la que jueces, abogados, policías y guardias civiles no son actores de reparto.

El 'baby boomer' Escrivá maneja a la chita callando los hilos del futuro pensionista de los de nuestra quinta

Sobre Moreno han corrido ríos de megas, tinta, palabras e imágenes en los últimos días: que si fue cantante de ópera, que si es neurocirujano, que si habla un puñado de idiomas… Ahora estará tratando de reunir los tres millones de euros de fianza que le permitirían permanecer en libertad. Rockefeller y Macario, que son Moreno con distinta voz, están mejor dentro de una caja, porque si hablasen…

Hay una generación de españoles que ha crecido entre los chascarrillos de la Marilin de Herta Frankel y el ‘Toma Moreno’ de Rockefeller. Entre esos millones de personas está el ministro de Inclusión, Seguridad Social y Migraciones, José Luis Escrivá. Vamos, que el ilustre expresidente de la Autoridad Independiente de Responsabilidad Fiscal (AIReF) es un 'baby boomer' de tomo y lomo; como yo.

Escrivá (Albacete, 1960) maneja a la chita callando los hilos del futuro pensionista de los de nuestra quinta. Un buen día nos enteramos de que no penalizará las jubilaciones anticipadas de la legión de los niños del boom de natalidad y, al siguiente, se le escapa por esa boquita entreabierta que igual tenemos que trabajar un poco más o perder una parte de la pensión, cuando nos corresponda si llegamos a la meta.

El ministro, como si fuera el muñeco deslenguado de un ventrílocuo, lanza un dardo envenenado a millones de personas y, cuando se da cuenta de que ha metido la pata hasta el fondo, se desdice y deja el balón botando y sin rematar, de manera que hoy no es posible saber con certeza qué es lo que nos tiene reservado el Gobierno.

El hombre que mueve los muñecos desde La Moncloa ha tenido que embridar a Escrivá para que el público no se encabrite aún más y lance tomates: mejor una vez rojo que cien colorado. Pero, ojo, que la función no ha terminado.

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