Posdata

Por qué Ayuso puede acabar en La Moncloa y Casado en el paro

Sus mensajes, a veces con tono chulesco, le han pasaportado al éxito en el que gran parte de la sociedad madrileña apuesta por lo que entiende como necesario y arrincona lo contingente.

Isabel Díaz Ayuso, tras su investidura como presidenta de la Comunidad de Madrid.
Isabel Díaz Ayuso, tras su investidura como presidenta de la Comunidad de Madrid.
EFE/Zipi

La toma de posesión de Isabel Díaz Ayuso como presidenta de la Comunidad de Madrid era un libro abierto para entender qué pasa en el Partido Popular que viene a liderar Pablo Casado. Ayuso leyó su discurso -no era ocasión de hacer una gracieta en una sesión tan solemne- frente a un espaciado auditorio en el que estaban todos los predecesores en el cargo menos Leguina: Alberto Ruiz-Gallardón, Esperanza Aguirre, Cristina Cifuentes y Ángel Garrido. También, en formación, los populares que mantienen poder político regional: Núñez Feijóo, Fernández Mañueco, Moreno Bonilla y López Miras. Acabado el acto, los cuatro barones posaron con Ayuso y con Casado, que para algo es el jefe de Génova.

Ayuso ha revalidado la Puerta del Sol fajándose cara a cara con el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, que hasta se reunió en la Real Casa de Correos con la popular en los momentos más duros de la pandemia. En aquella 'quedada' ambos se hicieron trampas en el solitario pero salieron victoriosos y con fotón que lucir en la mesa camilla de la abuela. La chica de los errores, la digo A pero es B, la amante de los atascos, la tabernaria ha combatido impuestos y decisiones de Sanidad; interpuesto reclamaciones jurídicas e irritado al Gobierno del PSOE cuando en Moncloa se frotaban las manos con el descomunal zipizape que se traían Casado y Abascal para erigirse en tótem de la oposición.

La chica de los errores, la amante de los atascos, la tabernaria... ha combatido e irritado al Gobierno del PSOE

Para más inri, la de Chamberí, aplastó la bonhomía de Ángel Gabilondo y le mandó a casa; frenó la prepotencia de Pablo Iglesias y le cortó la coleta. En la izquierda de Madrid solo sobrevive por mérito propio Mónica García, que se ha convertido en referente del progresismo en la Asamblea de Madrid mientras en PSOE y Podemos corren como pollos sin cabeza.

Ayuso no ha cambiado, sigue siendo la misma, pero ha ido aprendiendo lecciones tras desbarres y desvaríos que a cualquier otro le habrían costado el puesto. Era el patito feo del PP, el hazmerreir de la izquierda, del centro y de la derecha, la reina del meme... Puede que Ayuso no sea -o sí- una colosal oradora como Castelar pero sus mensajes, a veces con tono chulesco, le han pasaportado al éxito en el que gran parte de la sociedad madrileña apuesta por lo que entiende como necesario y arrincona lo contingente. Ayuso, hoy, bajo la tutela de Miguel Ángel Rodríguez, se ha tornado en necesaria para la propia esencia del PP. Casado sigue teniendo pesadillas solo de pensar en perder Madrid, lo que a la postre podría ser la puntilla a su era política.

¿Casado? ¿Puntilla política? Ayuso ha ganado la partida en el ajedrez electoral y se ha convertido en la dama que se mueve al frente y a los lados a toda velocidad, zampándose cualquier peón que se cruce en su camino. La presidenta de la Comunidad de Madrid no miente, seguro, cuando afirma que el cargo electo que ostenta es el mayor orgullo de su vida... Por ahora. Ayuso ha comprobado que Madrid es un rompehielos difícil de detener y que poner la proa hacia La Moncloa es una cuestión de oportunidad, tiempo y determinación. En esos planes no sé dónde podría encajar alguien como Casado, que ha de conformarse con hacer preguntas incómodas a Sánchez en las sesiones de control del Gobierno en el Congreso y en lanzar un par de frases resultonas que inmortalicen los medios de comunicación.

Ayuso sabe que poner la proa hacia Moncloa es cuestión de oportunidad. En esos planes no sé dónde encaja Casado

Para desgracia de Casado, el bacalao se parte en las mesas del poder, en los gobiernos regionales, en los ayuntamientos y en el Ejecutivo de coalición de Pedro Sánchez. Y él solo sobrevuela la situación a distancia. Para muestra, un botón: Ayuso ha pasado de imposiciones -si las hubo- a la hora qué decir en su investidura y en su toma de posesión como presidenta regional, del mismo modo que ha formado el Gobierno que le ha dado la real gana sin paracaidistas como Toni Cantó, que se ha quedado en la banda con la cantinela de "calienta que sales" en el oído sin pisar el césped. Ayuso seguirá patinando cuando hable. El último fuego, metiendo al Rey Felipe en el cocido requemado de los indultos, ha vuelto a encender las luces de alarma, e independentistas como Rufián han aprovechado el barullo para patear a la Monarquía con los tacones de aguja de Ayuso.

Muchos de los que han manejado el cotarro en Madrid soñaron en algún momento, aunque lo puedan negar, con saltar a la Champions de la política: Aguirre, Gallardón, Cifuentes... Ayuso va a estar entre ellos: le dará un abrazo al Oso y el Madroño mientras le guiña un ojo al Palacio de La Moncloa. En unos años, hablamos.

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