OPINION

PP, Ciudadanos y el revoltijo político en Castilla y León

Mañueco horizontal
Mañueco horizontal

Sin sorpresas, el candidato del PP a presidir la Junta de Castilla y León, Alfonso Fernández Mañueco, ha recibido el respaldo de las Cortes. Los populares han sumado sus escaños (29) a los de Cs (12) para conseguir la mayoría absoluta de 41 votos que pasaportan a Mañueco al Palacio de la Asunción de Valladolid, sede del Ejecutivo regional.

El pacto PP-Cs no ha sido sencillo. La relación tirante entre Mañueco y su ahora socio Francisco Igea es de sobra conocida en los mentideros políticos. Igea, que será vicepresidente del Gobierno regional y también portavoz, era partidario, de saque, de pactar con el PSOE de Luis Tudanca, a la postre ganador de las elecciones autonómicas, por goleada pero sin mayoría absoluta. Pero el equipo de Albert Rivera ha marcado desde Madrid la senda a seguir, e Igea ha tenido que cumplirla. De ahí que las tensas negociaciones hayan llegado a acuerdo.

Mañueco ha sido todo dentro del PP: concejal en Salamanca, presidente de la Diputación, consejero del Gobierno regional, alcalde de Salamanca, presidente del Comité de Garantías del PP nacional, secretario general del PPCyL, presidente del PPCyL... Ahora sucede a Juan VIcente Herrera al frente del Ejecutivo después de que el histórico líder burgalés anunciase su marcha con la boca pequeña en numerosas ocasiones hasta que esta finalmente se produjo.

El retraso en la salida no le ha venido bien a Mañueco, que no ha podido capitalizar debidamente la imagen de presidenciable hasta que Herrera arrojó la toalla. Son muchos en el PP los que piensan que el mejor (y último) servicio que Herrera podía haber hecho al partido era haber dado un paso atrás en mitad de la pasada legislatura para que el futuro candidato, en este caso Mañueco, tuviese pista para coger impulso. Herrera, peso pesado político donde los haya, no lo hizo.

Pero eso es ya pasado reciente. De un Gobierno monocolor se pasa ahora a uno de coalición donde habrá agua y aceite. Ahora, Mañueco tendrá que ir de la mano (metafóricamente) de Igea. Pero será este el que lleve la peor parte. Igea, médico de profesión, no se anda con medias tintas. Reiteradamente ha mostrado su animadversión hacia Mañueco. La realidad es que, ahora, Igea será probablemente el portavoz del Gobierno y de las decisiones que allí se adopten y nadie se llama a engaños: muchas de ellas no le gustarán, pero deberá dar la cara ante los medios de comunicación y la opinión pública como si fuesen propias. Cosas de los pactos a dos bandas.

En los círculos políticos regionales se rumorea, antes incluso de que se diera luz verde al Gobierno, que las tensiones serán frecuentes y, los desencuentros, el pan de cada día. El pacto PP-Cs ha salido adelante por el empeño sin fisuras, al menos aparentes, de las direcciones nacionales.

Pero Igea parece ‘marcado’ por su actitud rebelde ante la autoridad de Albert Rivera y una situación así, en una formación local en la que no tiene todo el control ni todos los apoyos, puede suponerle una pesada carga.

Mañueco, por su parte, ha resistido con éxito: primero a unas primarias que le ganó al hasta hace unos días alcalde de León, Antonio Silván, y, en segundo lugar, a los arreones de un ‘compañero’ de Ejecutivo, Paco Igea, al que algunos dan poco recorrido político tras los desencuentros con sus jefes de Madrid.

Ahora hay que bregar en Castilla y León.

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