Posdata

Qué habría sido de España sin la Constitución de 1978

Franco señaló a Juan Carlos I como heredero de la Jefatura del Estado. Y este, a Suárez como primer espada para desmontar la estructura franquista y gestar la Carta Magna. Pudo haber sido de otra forma, pero no lo fue.

Adolfo Suárez y el Rey Juan Carlos en la casa de La Florida, Madrid, del expresidente.
Adolfo Suárez y el Rey Juan Carlos, en la casa de La Florida, Madrid, del expresidente.
Adolfo Suárez Illana

Érase una vez, hace muchos, muchos años, un lejano país gobernado por un viejo conejo, un militar de uniforme verde, gorra de plato y brillantes zapatos negros. Pequeño y de voz atiplada, el general roedor se hizo con el control absoluto de la nación tras sublevarse décadas antes contra el poder legalmente establecido, estallando una terrible guerra que se cobró centenares de miles de muertos. El viejo gobernante, sabiéndose mayor, dejó todo atado y bien atado para que, cuando falleciese, el Estado de los Conejos prosiguiese el rumbo marcado sin desviarse, tras sus casi 40 años de mandato. Nada podía salir mal. ¿Nada?

El plan del anciano conejo suponía entregarle el mando al Príncipe Roedor, un soldado joven, ojos azules, pelo ensortijado, apuesto… Su Alteza solo debía mantener firme el legado, respetar la Leyes Fundamentales y los Principios del Estado de los Conejos y disfrutar del sueño de reinar hasta el fin de sus días. Así, él y los suyos fueron felices y comieron perdices. Y este cuento se ha acabado... para que comience la realidad, guste más o menos.

Por si hay algún rezagado, que lo dudo, el Príncipe Roedor del cuento era el Príncipe de España, un título que se creó a la medida de don Juan Carlos de Borbón y Borbón, ya que no ocupaba el primer lugar en el orden dinástico al trono y no era por ello Príncipe de Asturias. La decisión de convertir en Rey de España a don Juan Carlos fue de Francisco Franco, que de esta forma restituía a la Casa de Borbón en el trono, después de que Alfonso XIII saliese del país tras proclamarse la II República el 14 de abril de 1931.

Franco pudo buscar entre sus más fieles: ministros; el Movimiento... hasta en la figura del esposo de su nieta Carmen, primo de don Juan Carlos. Pero no lo hizo

El dictador pudo haber buscado en su entorno o entre sus más fieles: tal vez dentro de sus Consejos de Ministros; en hombres destacados del Movimiento Nacional; en miembros de las Cortes con pedigrí franquista; hasta en la figura del esposo de su nieta Carmen, don Alfonso de Borbón y Dampierre, a la sazón primo de don Juan Carlos y, como él, al margen de la pole position real que recaía por razones dinásticas en el tío y padre de los anteriores, don Juan de Borbón y Battemberg. Pero no lo hizo y ahora no es fácil encontrar explicaciones o aclaraciones totalmente a un posicionamiento como el de Franco. En España muchos soñaban que con la muerte del dictador era posible emprender un nuevo camino de libertades. Lo que no estaba claro es si don Juan Carlos iba a jugar ese papel. Y jugarlo, lo jugó.

Fue el Rey Juan Carlos I, tras su jura ante las Cortes franquistas, quien pulsó el botón de la voladura controlada del Estado franquista. Un país donde los partidos de izquierdas y no pocos de sus dirigentes estaban en el exilio y donde las voces discrepantes en lo político, lo social y lo económico sufrían problemas. Un país en el que los sindicatos eran luz de gas y los sindicalistas, fantasmas entre las sombras. Un Estado con presos en las cárceles por sus ideas, por pensar diferente, por ser como eran… Hay más, pero puede llegar a aburrir. Personajes como Torcuato Fernández Miranda o Adolfo Suárez González fueron imprescindibles para que España diese un giro a la democracia constitucional a través de la aprobación de la Ley de Reforma Política, un instrumento que permitía desmontar el régimen sin vulnerar las leyes vigentes que el Rey había jurado defender. "Juro por Dios y sobre los Santos Evangelios cumplir y hacer cumplir las Leyes Fundamentales del Reino y guardar lealtad a los Principios que informan el Movimiento Nacional", dijo el Príncipe instantes antes de ser coronado.

En todo este proceso, la Constitución Española de 1978 fue el instrumento necesario para, una vez tumbado el régimen de Franco, sentar las bases de una democracia bisoña pero ansiosa de solidez, en la que participaban después de muchos años socialistas, comunistas, liberales, ultraizquierdistas, ultraderechistas, centristas, democristianos… La Constitución, de la que hoy se celebra su 43 aniversario, son unas pocas páginas de papel de buen gramaje y letras a plumilla que contienen un plan de ruta dibujado tras cerrarse una dictadura y reflejando una foto fija de aquellos momentos. La Carta Magna sufrirá retoques, siempre y cuando se cumplan las mayorías necesarias para que sean introducidos dentro de la sinfonía general de la partitura. Los españoles votaron mayoritariamente 'Sí' -el 91,81 % de los electores, el 58,97 % del censo- a la pregunta «¿Aprueba el Proyecto de Constitución?». Y hasta aquí puedo leer.

La Carta Magna sufrirá retoques, siempre y cuando se cumplan las mayorías necesarias para que sean introducidos en la sinfonía general de la partitura

En un país en el que un Rey sin experiencia -hoy a muchos kilómetros de distancia, no por cómo ejerció aquella Jefatura del Estado- y un puñado de políticos liderados por un prestidigitador como Suárez -que fue, secretario general del Movimiento y lucía impecables camisas azules antes de pasarse a las de reluciente color blanco- dieron la vuelta a la tortilla, todo es posible. Sin el golpe de timón, España no sería España sino otra cosa… y ni eso.

Hoy a nadie se le persigue por cuestionar la Constitución o por querer cambiarla; cada quien es libre de decir lo que le parezca oportuno y sugerir las transformaciones que estime necesarias; es posible poner en cuestión las figuras de la Monarquía y el Rey tal y como quedan reflejadas en la Constitución; reclamar el cambio del modelo de Estado; aspirar a mayores márgenes autonómicos o a situaciones excepcionales de algunas de ellas en el conjunto de la nación… Defender ideas, que no vulnerar leyes, es un elemento enriquecedor que es posible que haga que, con el tiempo, la cuarentona Constitución se haga más adulta y mejor.

¿Y si Francisco Franco no hubiese señalado a un jovencísimo Juan Carlos de Borbón como heredero de la Jefatura del Estado? Es un análisis que forma parte de la política ficción, pero no es difícil esbozar un escenario en el que el hoy Rey emérito puede que hubiese permanecido en España o marchado al extranjero, donde nació y vivió, sin ver restaurada la Monarquía; tal vez, por seguro, Adolfo Suárez no habría tomado las riendas del país; los exiliados habrían seguido exiliados; los partidos políticos no habrían sido legalizados; España habría sido diferente, en la que con la presión social en las universidades y en las calles el paisaje a dibujar se antoja terrible.

Los que hoy hablan con desdén de la Constitución y de la Transición ignoran, o puede que no, que miles de personas pudieron volver a su país tras eternos exilios, salieron de la cárcel y respiraron libertad. Ya, ya… Ya lo sé. Quedan cuestiones pendientes, importantes, muy importantes. Pero tampoco olvidemos que desde 1978 este país ha sido gobernado por UCD, PSOE, PP y PSOE en coalición con Unidas Podemos y cada Ejecutivo, mientras ha estado en activo, ha tratado de gobernar de la mejor forma y manera posible. Cierto que algunas comparaciones que puedan hacerse con personajes de aquel post-franquismo y políticos de hoy, de cualquier formación, deje a estos últimos a la altura del betún por sus miopías y sus egos reventones. Y eso no lo arregla ni la Constitución ni la madre que la parió.

Los fenicios denominaron a España ‘País de los conejos’, dada la gigantesca población de estos roedores en la Península.

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