Posdata

Sánchez y la 'pax catalana': desactiva a Aragonès a cambio de nada

El Gobierno de coalición y ERC han apostado su futuro a que parezca que pasa algo cuando no pasará nada.

Mesa de diálogo Sánchez Aragonès
Pedro Sánchez y Pere Aragonès, en el Palau de la Generalitat la semana pasada.
EFE

Expectación y nervios. Todos los focos apuntaban el miércoles al Palau de la Generalitat para tratar de poner luz y taquígrafos en una embrionaria mesa de negociación sobre el conflicto político que atenaza a Cataluña. Luz hubo poca; será porque está cara. El presidente del Gobierno llegó a Barcelona, se reunió durante un par de horas con su homólogo local, Pere Aragonès, y se fue por donde vino dispuesto a negociar mucho pero negándose a aceptar la celebración de un referéndum, descartando cualquier posibilidad de independencia de Cataluña y cerrándose en banda a propiciar la deseada amnistía del secesionismo catalán. "Ni el referéndum ni la amnistía son posibles", Sánchez dixit. No obstante, su interlocutor compareció instantes después para mostrarse satisfecho con el hecho de que se haya empezado a hablar aunque sin fechas y sin ningún 'caramelo' que llevarse a la boca para endulzar un puesta en escena con palabras huecas y manos vacías.

Nada nuevo bajo el sol. Hablar mucho sin decir nada es patrimonio de los líderes. Lo vio así en 1983 Serrat cuando escribió y cantó 'Algo personal': "Pero eso sí, los sicarios no pierden ocasión / De declarar públicamente su empeño / En propiciar un diálogo de franca distensión/ Que les permita hallar un marco previo / Que garantice unas premisas mínimas / Que faciliten crear los resortes / Que impulsen un punto de partida sólido y capaz / De Este a Oeste y de Sur a Norte / Donde establecer las bases de un tratado de amistad / Que contribuya a poner los cimientos / De una plataforma donde edificar / Un hermoso futuro de amor y paz". Grande 'el Nano'.

Aragonès sabe que la independencia es imposible hoy; y que puede que nunca se consiga, pero él ya estará en otra cosa

Salvo pactos secretos entre ambos políticos, Sánchez salió victorioso e indemne de un choque de trenes en el que las posiciones no solo están alejadas sino que siguen siendo como agua y aceite, discordantes; Aragonès se limitó a salvar los trastos como pudo, en solitario tras el desencuentro con Junts, y puso toda la carne en el asador y sus expectativas en la confianza de que ambos ejecutivos han empezado a hablar. Per parlar no serà.

Ni Sánchez ni Aragonès se han movido un milímetro de sus trincheras políticas pero ayer vendieron la piel de un oso que ninguno de los dos ha cazado y que difícilmente se cobrará como pieza si la mesa negociadora se circunscribe al marco que contempla la Constitución de 1978.

Lo cierto es que el presidente del Gobierno parece haber ganado tiempo con una negociación a priori imposible pero que le permite apaciguar las tensas relaciones con Cataluña en una estrategia de guiños que arrancó con el indulto a los presos del procès. Por su parte, Aragonès tiene también tiempo de sobra para tantear la flexibilidad de La Moncloa pero mantendrá firme la sartén de la ruptura por el mango si la opinión pública, el electorado, sus socios de Govern o los 'exiliados', con Puigdemont a la cabeza, le ponen las cosas difíciles o le exigen responsabilidades por su 'cameo' con el Gobierno.

La 'pax catalana' de Sánchez tiene reflejo en la 'pax romana' que el imperio usó para crecer: una de romanos que podrían echar pronto en los cines de Cataluña

Hace más de un año arrancó la celebración de esta mesa de diálogo, que entonces encabezaba un caído y desaparecido Quim Torra. Aragonès aventaja al 'expresident' en mano izquierda y carácter dialogante, alejado de las estridencias del satélite de Carles Puigdemont. ERC hace política aunque para ello deba frenar sus impulsos: Aragonès sabe bien que cualquier hipotética vía hacia la independencia es imposible en el actual escenario parlamentario nacional, en el que el PSOE bastante tiene con nadar, que no le roben la ropa y dejar al aire sus vergüenzas. El 'president' de ERC es consciente, además, de que puede que nunca se alcance la separación de España, pero para entonces él ya estará en otras cosas. Así que, día a día, cabreo y conciliación, crítica y elogio.

En el damero catalán ya nadie descarta nada: una moción de censura que obligue a retratarse en el Parlament, una ruptura brusca en el Govern o un adelanto electoral que dé un revolcón a ERC en beneficio de Junts son opciones que rondan por el tablero. Entre tanto, Pedro Sánchez acerca al partido de los republicanos catalanes al apoyo de unos Presupuestos que necesita para resistir en un Gabinete golpeado por las rebeldías internas que capitanea Yolanda Díaz y secunda Ione Belarra, un sector eléctrico colapsado por las subidas de precios que ha obligado a adoptar medidas excepcionales, un empresariado en armas contra la subida del SMI que se ha aprobado in extremis y un acecho sin tregua desde el PP y Vox.

Sánchez, en su deriva por mantenerse en Moncloa, ha aceptado incómodos compañeros de viaje y se ha amancebado políticamente con grupos que irritan hasta a los socialistas de a pie. El presidente sigue a pies juntillas eso de "Nunca digas 'de este agua no beberé'" porque en el desierto entra sed. El Gobierno de coalición y ERC han apostado su futuro a que parezca que pasa algo cuando no pasará nada.

A veces una tregua gana guerras. La 'pax catalana' que ha sembrado Pedro Sánchez tiene su reflejo histórico en la 'pax romana' de César Augusto, que aquel gigantesco imperio supo rentabilizar para crecer en estabilidad y progreso económico: una de romanos que no estaría de más que echaran esta temporada en los cines de Cataluña.

Buena semana.

Mostrar comentarios