Posdata

Soy un yonqui del azúcar y el trío la-la-la me amarga

Alucino con el tira y afloja entre Casado, Martínez-Almeida y Díaz Ayuso. Será por la abstinencia dulce por prescripción médica.

La candidata del Partido Popular a la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso, el presidente del partido, Pablo Casado, y el alcalde de la capital, José Luis Martínez-Almeida, durante el seguimiento de los resultados electorales en la sede del PP en Madrid
Isabel Díaz Ayuso, Pablo Casado y José Luis Martínez-Almeida.
EFE

Llevo 14 días sin tomar azúcar por prescripción facultativa y ya tengo un interesante abanico de sintomatología yonqui alimentaria. Solo puedo comer carne, pescado, leche y arroz. Para beber, agua. ¡Vivan los novios! Pienso entre temblores en las tres tarrinas de Häagen-Dazs (dos de vainilla y una de dulce de leche) que hay en el congelador. Es dar dos pasos, abrir la puertecita y sacar el frío pecado; pero resisto, aun pensando en que van a caducar. Catorce días y las tres tarrinas están vírgenes… No he metido la cuchara. ¡Qué bajo he caído. Yo, que me creía hasta algo transgresor!

Yo quería hablar de Isabel Díaz Ayuso, José Luis Martínez-Almeida y Pablo Casado pero me parecen muy sosos, aunque sé de sobra que el trío la-la-la está de número uno en casi todas las listas políticas del país. Es curioso ver cómo la derecha española, cuando menos problemas tiene, hace esfuerzos sobrehumanos para complicarse la vida y el futuro. Esos movimientos bruscos pueden provocar agujetas, que se amortiguan con remedios caseros como un buen vaso de agua con unas cucharaditas de esa cosa granulada, blanca y refinada que prefiero no mencionar. ¡Ains!

De algo tenía que servirle a Ayuso haber aplastado al PSOE en las urnas; la misma que todos habrían cambiado por Almeida y que ahora va a la sillita de la reina

No sabía que cortarle el grifo al azúcar provocaba una especie de síndrome de abstinencia, pero así es. Mi médico -un 'amargaexistencias' de impoluta bata blanca, mascarilla blanca, camilla blanca, luz blanca, recetas blancas y zuecos blancos- se cachondea con el asunto sin ruborizarse: "Mira, la dieta que vas a seguir es un coñazo pero bajarás de peso", dice en plan cómplice mientras se inclina para ver el botón ombliguero de mi camisa (blanca) a punto de ser detonado en la misma consulta.

Díaz Ayuso está envalentonada; de algo tenía que servirle haber aplastado al PSOE y a Podemos en las urnas y darle un arreón a las estadísticas que le han valido una medalla entre los grandes. Es la misma candidata Ayuso que cualquier militante del PP con un mínimo de sentido común habría cambiado hace no tanto tiempo por Martínez Almeida, sin dudarlo, o por cualquier perfil de medio pelo que al menos no provocase un incendio con solo abrir la boca. Los fusileros ahora hacen piña con la presidenta regional y la llevan en la sillita de la reina, que nunca se peina.

El Ministerio de Consumo que lleva un tal Alberto Garzón ha puesto en marcha una saludable campaña para controlar la ingesta de azúcar en la alimentación infantil, que podría extenderse sin problema alguno a la edad adulta. Tomamos demasiado azúcar en bollería preparada, lácteos y chocolates. Un poco es un poco y un mucho no es un poco, que podría decir un inspirado Rajoy. No es para tomarlo a broma pero este país ha pasado en poco tiempo de los niños esqueleto del bocata de mortadela a los luchadores de summo de la generación del sobrepeso. No creo en cuentos chinos, pero sobre la encimera de granito de la cocina un tostada untada en mermelada, protegida por dos bollos suizos, comanda un batallón de tabletas de chocolate blanco, rosquillas, palmeritas, galletas redondas, galletas cuadradas, galletas desmigadas, polvo de galletas... Un ejército que desfila marcialmente a paso legionario frente a un terrón que se alza reluciente y vanidoso sobre sus colegas del azucarero de tapa gris.

España ha pasado de los niños esqueleto del bocata de mortadela a los luchadores de sumo de la generación del sobrepeso

El PP, Pablo Casado, ha preferido hacer la guerra en vez de sumarse a la tendencia propicia de Ayuso, que tiene detractores declarados pero irradia carisma con su hacer populista y su enfrentamiento con el presidente del Gobierno: para qué desgastarse con mindundis, pensará, si le puedo poner de los nervios al guapito de cara. Génova sabe de surf lo que yo, nada. Y se nota, porque cuando se forma una ola los cánones de los de la tablita dicen que hay que cogerla y subirse a ella hasta que se desgaste y haya que mirar de reojo donde está naciendo el nuevo impulso marino.

He empezado a odiar a Celia Cruz. ¡Qué culpa tendrá la pobre cubana, que cría malvas desde hace tiempo! La artista gastaba nombre rimbombante (Úrsula Hilaria Celia de la Caridad de la Santísima Trinidad Cruz Alfonso) e hizo el petate rumbo a Estados Unidos, con escala previa en México, cuando la Revolución capitaneada por 'los barbudos' y con Fidel Castro a la cabeza tomó las riendas del poder en la isla caribeña. Celia Cruz fue un icono de la salsa que hizo de "Aaazúcar" su grito de guerra: hoy, entre duerme-velas, el alarido sabrosón entra en bucle en mi cerebro y acabo taquicárdico perdido. Tanto de lo mismo me pasa con Encarna y Toñi Salazar, hermanas de Los Chunguitos y a la sazón las Azúcar Moreno, cantando el 'Bandido' que nos representó en Eurovisión en tiempos pretéritos... Cuánto pasado.

Se ha abierto el congelador y ha salido patinando una tarrina de Häagen-Dazs. Me la comeré... Solo es una alucinación. Como el tira y afloja del la-la-la del PP

A Díaz Ayuso parecía que le faltaban un par de veranos cuando fue tocada por la varita mágica de Casado nominándola como candidata a la presidencia de la Comunidad de Madrid. La periodista hizo su trabajo, mal que bien, y cortó orejas en el ruedo electoral doblando el brazo al PSOE y guillotinando el futuro político de Pablo Iglesias en los comicios adelantados. Pablo Casado, en lugar de agradecer la gesta, trató de arrebatarle el protagonismo en el balcón de Génova a la lideresa intentando convertirse en el foco del éxito... Pero Ayuso ya caminaba un metro sobre el suelo.

Tengo alucinaciones: veo un donut moviéndose lentamente por el pasillo. Entra arrastrándose en el salón pegadito a la puerta y lo pierdo debajo de la mesa. Es oscuro, lo que me hace pensar que es de chocolate y no de azúcar glaseado. ¡Qué más da! Cuando vuelve a aparecer en escena me lanzo sobre él, le asesto un mordisco desesperado y el muy condenado me da un calambrazo. Tendré que llevar el aspirador rastrero a reparar… a mi me ha dado un chispazo pero él lleva lo suyo.

Martínez-Almeida, que es un tipo sólido y con la cabeza más amueblada que un Ikea, habría sido un excelente presidente del PP de Madrid pero no va a ser esta su oportunidad. También, en su caso, la intervención de Casado fue providencial. Nadie apostaba un euro para que el hoy alcalde tomase el Palacio de Cibeles; y lo hizo. Como gratificación envenenada, el jefe del PP le endosó la incómoda tarea de ser portavoz nacional del partido. Almeida, siempre comedido y centrado en Madrid, haciendo camino sibilinamente a otro lugar más elevado, no pudo decir que no y se ha convertido en el pim-pam-pum de todas las refriegas y en un luchador de fango. Y esto no ha terminado: la historia se está escribiendo y cada renglón va a su bola.

¡No es posible. Se acaba de abrir la puerta del congelador, ha salido una nube de humo frío y, detrás, patinando por las baldosas entre esquirlas de hielo, una tarrina de Häagen-Dazs. Ahora solo falta que sea la de dulce de leche. Es medio litro de gélido y cremoso helado; me lo comeré... Esto no es más que una alucinación, seguro. Igual que el tira y afloja de los la-la-la del PP.

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