Posdata

Tatuajes y políticos

Los partidos se han metido de lleno en el caso de unas nalgas tatuadas en Malasaña con la palabra 'maricón' por un puñado de encapuchados y han acabado patinando.

Una bandera del Orgullo Gay.
Tatuajes y políticos.
DPA vía Europa Press

El arte no tiene límites. ARCO suele poner frente a nuestros ojos formas y conceptos a veces incomprensibles que logran un objetivo último: generar reacción y opinión. También grabarse la piel con tintas de colores está en pleno apogeo y quien más y quien menos puede guardar en un rincón oculto de su cuerpo un nombre, un lugar, el retrato de un animal, de un objeto, una frase lapidaria, un corazón en el pecho o el nombre de un marinero extranjero como decía la Piquer. Otros tipos de 'arte' epidérmico han de englobarse en el sadismo, el masoquismo o bien en el delito puro y duro.

Las calles de Madrid saben bien de este tipo de agresiones. Hay que remontarse a la campaña electoral de 1979 para leer en los periódicos de la época el ataque sufrido por Pina López-Gay, candidata del PTE (Partido del Trabajo de España). Los asaltantes le marcaron la cara. En el entorno de Pina, lideresa de la Joven Guardia Roja, se acusó a grupos de ultraderecha como los autores de la agresión, en una España que recién había pasado la página de la dictadura y se adentraba en una larga Transición que a veces da la impresión de que no ha finalizado.

Ha habido ataques a homosexuales que han generado lógica solidaridad... y hasta indebido uso propio del mal ajeno

Las similitudes entre ese periodo y la España de hoy son livianas pero hay quienes se empeñan en engrandecer su espacio. En aquel país de finales de los 70 las calles de las grandes ciudades vivían una enérgica explosión política que se traducía en ocasiones en enfrentamientos entre grupos extremistas de derechas y de izquierdas. Para muestra, un botón: hacer una pegada de carteles electorales en Madrid (entonces se empapelaban las paredes por la noche al margen de cualquier razonable criterio  medioambiental) en la llamada 'zona nacional' del distrito de Salamanca era un riesgo latente; pegar la misma propaganda política, al día siguiente, en Alcorcón representaba el mismo peligro de llevarse un guantazo, acabar bañado en cola y con los carteles en una alcantarilla atestada de cucarachas.

Ninguna ciudad, grande o pequeña, está libre de la violencia que pueden ejercer determinados grupos, políticos o no. En las últimas semanas hemos conocido ataques terribles a jóvenes homosexuales; también la muerte por una paliza de un chico al que alguno de los agresores calificó de "maricón", como si ser gay justificase la comisión de un delito. Todos estos casos han generado una avalancha de solidaridad, alguna con matices, como si la humillación tuviese alguna defensa y la sangre colores. También ha habido indiferencia y hasta desprecio... e indebido uso propio del mal ajeno. 

Estos últimos días, PSOE, Vox, PP, Unidas Podemos, Cs y otros partidos se han metido de lleno en el caso de unas nalgas tatuadas en Malasaña con la palabra 'maricón' por un puñado de encapuchados y han acabado patinando. Lo que empezó siendo un presunto caso de odio al colectivo LGTBI ha acabado sustanciándose en una falsa denuncia para encubrir juegos sexuales de alto voltaje. Al parecer, ni hubo imposición ni embozados. Cuando parecía un ataque homófobo, algunos partidos afilaron sus dedos índices para señalar incitadores; cuando se volteó la tortilla, a los contrarios no les faltó tiempo para sacar la faca dialéctica y mostrar el dedo corazón.

Miles de gais, lesbianas, bisexuales y transgéneros son pisoteados a diario por no mentirse a sí mismos ni a los demás

Unos y otros no han entendido nada. La evidencia y la investigación policial nos dicen ahora que el chico se dejó 'tatuar' de forma voluntaria, con lo que no hubo agresión y sí consentimiento... Y posterior congoja y acojone. Pero eso no es lo importante, más allá de las conversaciones de bar. Los políticos, en general, han preferido enzarzarse en ver quién tiene la lengua más viperina y más larga para, como siempre, arrimar ascuas a sus sardinas. El muchacho de Malasaña no habrá dicho la verdad; pero cientos o miles de gais, lesbianas, bisexuales y transgéneros son pisoteados a diario por no mentirse a sí mismos ni a los demás, por el simple hecho de su condición; como si el mofarse o agredir al prójimo fuese un deporte callejero.

La sociedad tiene necesidades perentorias aunque los políticos prefieran darse un chute de imbecilina con el que, de paso, protegerse del desastre en la renovación del CGPJ, del fracaso en la ampliación de El Prat, del pulso por la subida del Salario Mínimo Interprofesional, de la pasividad en la pocilga del Mar Menor, de la devolución exprés de menas en Ceuta, de los desencuentros del Gobierno, de las colas del paro...

Y estos -y los otros- son los que nos lo van a arreglar todo.

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