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Votad, votad, malditos: el 1-O ha vuelto

Las elecciones catalanas han puesto la primera piedra para construir un nuevo 1-O. Todo se ha transformado para que nada cambie. El independentismo ha venido para quedarse.

Estelada catalana.

Hombres y mujeres sacados de una España enterrada contestan a quien les pregunta. Son rostros duros, serios, curtidos, cincelados por el paso de los años y por la asfixia de la propia vida. Vistos con ojos de 2020 son gente sencilla, algunos de ellos, primarios; varios, analfabetos. En general, personas sin gran autonomía vital o intelectual, retrato amarillento de un instante de la historia. Visten su sobria dignidad con brochazos de color oscuro, sin ropa de marca, con marcas en la ropa. Hay mujeres que esperan con naturalidad a que sus maridos les digan qué hacer; y obreros, a los que el patrón o los 'entendidos' les han comprado la voluntad a cambio de unas horas de descanso o de nada. Los hay que hablan de oídas; los que no saben de esas cosas; los que han escuchado campanas pero desconocen el nombre del campanero y de la Iglesia de la que pende el bronce. Es una España con sombras, en gris marengo, en negro. Caras tristes, serias, de gestos lentos...

El valenciano Llorenç Soler (1936) rodó una pieza cinematográfica titulada '¡Votad, votad, malditos!', en la que la cámara hurga en las mentes de españoles y españolas de 1977, momentos antes de entrar o salir de los colegios electorales que habrían de dar lugar a las Cortes Constituyentes para gestar una Carta Magna. Tras décadas de vida petrificada y sin libertades; sin más pensamiento que el único, so pena de arriesgarse a 'visitar' la Dirección General de Seguridad en la Puerta del Sol. Aquella temida DGS es hoy la sede del Gobierno de la Comunidad de Madrid. Justo allí, donde en su día estuvieron los calabozos, hoy se almacenarán legajos y papelotes. Vaya usted a saber. Siendo adolescente estuve en aquella sede, donde se despachaba la política de Orden Público para toda España, pero esa es ya otra historia.

Las encuestas catalanas se fueron al carajo con la firma del pacto anti-PSC de los partidos independentistas

Es de suponer que Llorenç Soler tomó la idea para el título de su corto-documental de la película de Sidney Pollack '¡Danzad, danzad, malditos!' (1969), basada en una obra de Horace McCoy. El film estadounidense presenta la dura sociedad de la Gran Depresión, en la que parejas de jóvenes bailan y bailan sin descanso con solo dos objetivos: llenar el estómago de comida caliente mientras sean capaces de deslizarse al son de la música y optar a un premio de 1.500 dólares para los dos últimos danzarines que permanezcan en pie. Un concurso macabro en el que los muchachos sufren y la audiencia disfruta. Sadismo de Gran Hermano. Un 'Supervivientes' de los años 30 del siglo pasado levantado sobre los escombros del crack del 29.

'¡Votad, votad, malditos!' es cruda realidad de una época en la que políticos de todos los colores volvieron a verse las caras tras el largo paréntesis de la dictadura. Por su metraje aparecen personajes históricos de la política española. Repasar los nombres de los diputados y senadores que resultaron electos en aquellos comicios de 1977 -además de los que ocuparon plaza en la Cámara Alta por designación real- es un reto para la memoria: Manuel Chaves, Rafael Alberti, Ignacio Gallego, Rafael Escuredo, Alfonso Guerra, Mayor Zaragoza, Clavero Arévalo, García Añoveros, Soledad Becerril, Carlos Zayas, Dolores Ibarruri, Jerónimo Saavedra, Virgilio Zapatero, Luis de Grandes, Arias-Salgado, Licinio de la Fuente, Luis Solana, Gabriel Cisneros, Peces-Barba, Silva Muñoz, Joan Raventós, Solé Tura, Jordi Pujol, Trías Fargas, Miquel Roca, Jiménez de Parga, Antón Cañellas, Heribert Barrera, López Rodó, Ernest Lluch, Luis Gámir, Pilar Brabo, Rodríguez Ibarra, Cabanillas Gallas, Sancho Rof, Sáenz de Cosculluela, Calvo-Sotelo, Fernández Ordóñez, Joaquín Garrigues, Íñigo Cavero, Herrero y Rodríguez de Miñón, Pérez Llorca, Javier Solana, Enrique Barón, García Bloise, Juan Barranco, Carlota Bustelo, Marcelino Camacho, Sánchez Montero, Ramón Tamames, Raúl Morodo, García-Margallo, Xabier Arzalluz, Enrique Múgica, Nicolás Redondo Urbieta, Txiki Benegas, Felipe González, Adolfo Suárez, Santiago Carrillo, Manuel Fraga, Enrique Tierno...

Un espaldarazo en las urnas no supone gobernar: que se lo digan a Arrimadas, que ya prepara el entierro de Ciudadanos

En España nos hemos acostumbrado a votar y la fuerza de la costumbre puede llenarnos de pereza, al igual que la actitud de los políticos de hoy es posible que nos suma en el hastío. Si a eso le añadimos el miedo (en este caso, el pavor al coronavirus, a infectarse) configuramos una bomba de relojería como la que ha estallado en Cataluña, donde una caída importantísima de la participación (por encima del 22%) ha zarandeado unos comicios tremendamente importantes que toda España tenía en su radar. Sobre la mesa estaba la posibilidad de un sorpasso al Parlament del PSC, impulsado por el efecto Illa del que tanto se ha hablado en las últimas semanas; el anunciado desembarco de Vox en la Cámara legislativa catalana; el hundimiento de Ciudadanos, sin norte desde que Albert Rivera saliera por patas; el ni fú ni fá del PP en Cataluña, que no insuflará oxígeno a un Pablo Casado aturdido; la hibernación de En Comú Podem; el poder radical del holograma de Carles Puigdemont y su Junts; el vigor de una ERC crecida; el extremismo de una CUP al alza; la debilidad del independentismo tibio del PDeCAT y del Partit Nacionalista de Catalunya.

La verdad es que todas las previsiones y las encuestas realizadas por las empresas demoscópicas se fueron directamente al carajo el pasado miércoles con la firma del documento anti-PSC ratificado por los partidos de base independentista, que acordaron no pactar, cualquiera que fuera el resultado electoral, con la formación de Salvador Illa. Un cordón sanitario que arrincona al PSC. Esta circunstancia resta gran parte de valor al magnífico resultado del socialismo en las catalanas, en un sprint loco con JxCAT y ERC. Un espaldarazo en las urnas no significa gobernar: que se lo digan a Inés Arrimadas, que lo sabe bien y ya prepara el 'entierro' de Cs. Las opciones de Illa se limitarían a intentar formar Govern, usando el comodín de partido más votado, pero los de Aragonès deberían formar parte de la ecuación. 

El independentismo ha venido para quedarse, como la Covid; habrá que saber convivir con ellos. Es momento de hacer política. ¡Y nos lo queríamos perder!

Las elecciones catalanas nos han transportado como Marty McFly al pasado y han puesto la primera piedra para construir un nuevo 1-O en el que todos volveremos a sufrir la deriva secesionista, que se verá probablemente atizada por la presencia de Vox en el Parlament.

Han pasado años y todo se ha transformado para que nada cambie. El independentismo catalán no va a desaparecer por arte de magia ni por el hecho de haber encarcelado justificadamente a algunos políticos que vulneraron gravemente la legislación vigente. El propio Congreso de los Diputados lleva años lanzando víveres bien cocinados al secesionismo, que ahora ha engordado y nos mira a la cara de tú a tú.

Es momento de hacer política, como se hizo en ese 1977 que refleja '¡Votad, votad, malditos!', cuando todos los partidos con representación parlamentaria pergeñaron una Carta Magna que en su artículo 2 dice: "La Constitución se fundamenta en la indisoluble unidad de la Nación española, patria común e indivisible de todos los españoles, y reconoce y garantiza el derecho a la autonomía de las nacionalidades y regiones que la integran y la solidaridad entre todas ellas". España, con el paso de los años, ha ido cambiando de piel sin que nos diéramos cuenta. El independentismo ha venido para quedarse, como el coronavirus; habrá que saber convivir con ambos. ¡Y nos lo queríamos perder!

(*) '¡Votad, votad, malditos!'

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