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¿Y si Cayetana se pasase a Vox y Villacís al PP?

El cambio de partido es un clásico de la política española. El rey del borrón y cuenta nueva fue Suárez, que pasó de vestir camisas azules del Movimiento a desmontar el estado franquista. Luego hubo más; muchos más.

Cayetana Álvarez de Toledo
Cayetana Álvarez de Toledo.
Europa Press

Una transformación ideológica personal o el cambio de formación política ya no espanta a nadie. Al menos en España. El monarca absoluto del borrón y cuenta nueva fue Adolfo Suárez, que pasó del día a la noche de vestir camisas azules del Movimiento Nacional a desmontar toda la estructura del estado franquista sin perder la vida en el intento. Fue él quien legalizó al PCE y el que dio luz verde a la hoy traída y llevada Ley de Amnistía de 1977, pasando a la historia de la política como pilar de la Transición por la puerta grande.

Pero no hay que remontarse tanto en el tiempo: Pablo Echenique militó un tiempo en Ciudadanos antes de embarcarse en Podemos; el ministro José Luis Escrivá flirteó con el bolcheviquismo de la mano de Juan Carlos Monedero y otros que, después, fueron nombres rimbombantes de la escena patria y matria. Quien vivió joven entre el franquismo y el cambio político y no fue militante en un proceso generador de libertades para construir un país nuevo, o no tenía sangre o lo que tenía era más miedo que vergüenza. Los que miraron desde la barrera no hicieron el master en Democracia que se impartía sin pupitres en la calle: a ratos corriendo, a ratos protestando.

Cayetana padece el 'mal de don Pablo', que aporrea al que destaca y poda las ramas a quien hace sombra

Cayetana Álvarez de Toledo no es un verso suelto en el PP; es un poemario completo recitado con un soniquete allende nuestras fronteras. Cayetana padece el 'mal de don Pablo', que aporrea al que destaca y poda las ramas a quien hace sombra. La 'enfermedad' de la política que es marquesa, tipití tipitesa, está muy extendida en los dominios de Génova: la sufren también Isabel Díaz Ayuso, que no es noble sino tabernaria, y José Luis Martínez Almeida, una especie de Cid castizo que conquistó Madrid en solitario cuando todos le daban políticamente por muerto.

Álvarez de Toledo ha estado en la primera fila del Partido Popular y, ahora, chupa banquillo... hasta que haga el petate y se vaya con la música a otra parte, cosa que puede pasar y puede no pasar, según dicta el marianismo clásico. No parece que Cayetana claudique sin poder mover ficha y permanecer como un rey ahogado en el ajedrez, donde el contrario impulsa mal sus piezas y asfixia sin movimiento al rival, dejando el combate en tablas. Aprovechando el 'tiempo muerto', Álvarez de Toledo podría buscar acomodo a la derecha de la derecha: en Vox. Los de Abascal estarían encantados de hacerle hueco en sus filas. Así se entiende en algunos de los mensajes lanzados en las últimas horas por dirigentes de esa formación. 'Fichar' a Cayetana es torpedear a Casado, motivo más que suficiente para que aumente el interés por la política popular. En su día, Álvarez de Toledo llegó a plantear un acercamiento a Ciudadanos. Hoy ese resorte se antoja complejo, a la vista del efecto UPyD que se vive en la formación naranja, que en la primera contienda electoral librada se ha quedado fuera de la Comunidad de Madrid, aplastada por Isabel y sus 'ayusers'.

Parece que en Cs hay revuelo por cómo decir "hasta luego, Inés". No sería de extrañar que algo así pasase por la cabeza de Begoña Villacís; es un suponer

El PP ya ha vivido escapadas en su militancia. Íñigo Henríquez de Luna abandonó las filas populares tras no contar con el apoyo del partido para aspirar como líder a la candidatura al Ayuntamiento de Madrid, tras la renuncia de Esperanza Aguirre a su acta de concejal. El reto le fue asignado a Martínez Almeida y Henríquez de Luna, con una vida girando alrededor de la política, cruzó el río Manzanares y entró de cabeza en Vox, grupo al que hoy representa como diputado en la Asamblea de Madrid. [C Tangana lo explicaría así: "Tú me dejaste de querer / cuando te necesitaba / cuando más falta hacía / tú me diste la espalda".]

Ciudadanos ha dejado de ser un puerto seguro en el que refugiarse. En su día, casos hubo y el del expresidente de Madrid Ángel Garrido es un ejemplo. Solo PP y Vox, a la derecha del arco parlamentario, parecen anclajes más o menos firmes. Dicen que en Cs hay revuelo militante por tomar duras decisiones que pasan por decir "hasta luego, Inés". No sería de extrañar que algo parecido estuviese pasando por la cabeza de Begoña Villacís, vicealcaldesa del Ayuntamiento de Madrid. Villacís tiene recorrido político pero la capital es mal terreno de combate. Aunque las encuestas no sentencian a los naranjas, la entrada de nuevos actores diluye al más hábil en la inmensidad. Si un día la vicealcaldesa decidiese zambullirse en las aguas del PP no podría nadar en Cibeles, pero podría tener terreno de juego en el Congreso, para recoger el zumo que quede tras el desgaste de Ciudadanos. Todo es un suponer, claro. El tiempo despejará dudas y colocará a todos en su lugar.

Hacer política de Gobierno y de oposición al mismo tiempo no es plato de gusto. Pasó en la Comunidad de Madrid con el Ejecutivo de coalición PP-Ciudadanos y ocurre en un Consejo de Ministros, con una plantilla entre leales y echados al monte que desafina. La política absorbe; son más los que se van tarde que los que marchan a tiempo. También hay muchos que aguantan a pie firme porque no tienen dónde ir, que es peor, pues han hecho carrera en la política y fuera de ella son elefantes en cacharrerías. Así es.

Buena semana.

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