¿Asalto al Castillo Marianista?

  • El Alcaide del Castillo (Rajoy) sabe que tiene aún unas semanas de plazo. Espera que la división interna de la coalición los mantenga quietos. Tiene preparadas dos estrategias.

¿Asalto al Castillo Marianista?
¿Asalto al Castillo Marianista?
J. R. Pin Arboledas

La Moncloa, el Castillo de Rajoy está sitiada. En las afueras, más allá de sus muros, acampan los sitiadores. Los hay de diverso pelaje: los inconformistas de Podemos con su Kan (Iglesias), financiado por naciones extranjeras; los socialistas del PSOE con su Cid (Sánchez), que desterrado por la Sultana andaluza (Díaz) quiere poner su bandera en la almena más alta, porque en ello va su supervivencia política; las tropas del Conde de Barcelona (Rivera) vestidos de Ciudadanos libres, son la burguesía emergente que reclama parte del botín en caso de victoria; las hordas nacionalistas-independentistas, con sus orcos y todo tipo de personajes; y también al otro lado del Castillo, comandados por lideresas: las amazonas populares, que esperan pacientemente por si hay que reconstruir las ruinas en que la gran batalla puede dejar a la fortaleza marianista.

Es una coalición multiforme y multicolor, en ella se ven banderas, rojas, moradas, naranjas, esteladas e ikurriñas y hasta algunas con una gaviota azul. Hace unas semanas se produjo un intento serio de asalto al castillo (la investidura de Pedro Sánchez). Pero la disidencia entre los asaltantes mantuvo los muros fuera de sus garras. Así que, ante la falta de acuerdo entre los capitanes del cerco, éstos han decidido mantener el sitio en espera de que la resistencia de los moradores de la Moncloa se resquebraje, incluso que las amazonas hagan parte del trabajo de acoso y derribo como quinta columna.

El Alcaide del Castillo (Rajoy) sabe que tiene aún unas semanas de plazo. Espera que la división interna de la coalición los mantenga quietos. Tiene preparadas dos estrategias, dos salidas, dos contraataques. Para el primero necesita deshacer parte de los acuerdos de aliados y atraerse a los más afines, los Burgueses de Ciudadanos, y calmar a las amazonas. Éstas últimas están alertas pero no piensan mover ficha mientras el Castillo muestre fortaleza. Este contraataque consistiría en intentar una investidura.

La segunda estrategia es salir del Castillo y presentar batalla en el campo abierto electoral. Espera que la abigarrada hueste a la que se enfrenta se divida en el fragor de la lucha y le permita maniobras de acercamiento a las filas naranjas para pactar con ellas y mantener su poder.

Sus esperanzas para la primera estrategia son escasas, pero el mago de la corte (Arriola) está preparando las pócimas que le permitan triunfar en la segunda de ellas. Lo cual no es improbable.

Y ese es el principal peligro que acecha al Castillo. Los líderes de la coalición saben que si permite que la batalla sea electoral sus probabilidades de victoria disminuyen y hasta el Alcaide puede mantener su posición. Por esa razón el Cid (Sánchez) envían señales a los otros: asalto ahora o nunca; primero desalojemos a los moradores de la Moncloa y luego ya nos repartiremos el botín. Las respuestas que recibe no son halagüeñas. Ciudadanos y Podemos parecen inmiscibles y los orcos nacionalistas son muy raros, tienen sus propios intereses.

Así las cosas la gran pregunta es ¿habrá asalto al Castillo marianista con una nueva investidura pronto o batalla abierta electoral? El tiempo se acaba. Si los sitiadores quieren asegurar la victoria deben asaltar la Moncloa cuanto antes y todos juntos. De momento sus cañones han derribado una de las torres de la muralla (el ministro Soria) pero enseguida los ingenieros del castillo han tapado el boquete con un parche. La voluntad de resistencia del Alcaide parece incombustible. El sitio no es suficiente para doblegar su voluntad.

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