OPINION

Necesitamos trabajar a fondo para democratizar la energía

REE fija en diciembre el punto de no retorno para cumplir el 20% renovable
REE fija en diciembre el punto de no retorno para cumplir el 20% renovable

Domingo, tarde de elecciones generales. Por televisión emiten la película “Trascendence” en la que un prestigioso investigador, protagonizado por Johnny Depp, trabaja en la creación de una inteligencia artificial.

Ya se sabe, las mujeres podemos hacer más de una cosa a la vez, por lo que aprovecho para leer uno de los últimos números de la revista La Marea en la que se incluye un especial de cambio climático. Entre las distintas opiniones destaca un artículo en el que se insiste en que sin decrecimiento económico no hay respuesta posible para evitar la sexta extinción humana.

Lo cierto es que, entre mis objetivos del fin de semana estaba redactar un artículo acerca de las comunidades ciudadanas de energía y de la importancia de las tecnologías distribuidas que van a permitir ir más allá de un simple cambio de tecnologías energéticas fósiles y nucleares a tecnologías energéticas renovables. Este cambio supondrá el facilitar un avance hacia un nuevo modelo distribuido y participativo con una fuerte componente social.

Supongo que la jornada de reflexión previa a las elecciones generales aún estaba presente en mi mente cuando decidí dar un giro de 180 grados al contenido del artículo.

Vivimos rodeados de máquinas; unas máquinas que han ido intrínsecamente ligadas al “progreso” de nuestra sociedad. “Transcendence” nos lleva al máximo exponente de máquinas que hablan entre sí, incluyendo todo el internet de las cosas (IOT, Internet of things), las centrales donde estas envían la información, el almacenamiento de datos, los ordenadores cuánticos que procesan y computan sofisticados algoritmos que se nutren de los datos de millones de sensores y máquinas digitales que al final dan lugar a una gran inteligencia que “transciende” a la humanidad. Cierto, el film está clasificado de ciencia ficción porque es evidente que no hemos llegado a esa inteligencia y a la computación cuántica aún le queda, pero creo que es indudable que nuestro mundo avanza en esa dirección. Ahora ya no basta con quemar combustibles fósiles y fisionar elementos radioactivos para obtener la energía para calentarnos, para transportarnos o para comunicarnos. Necesitamos, además, suministrar electricidad a todas esas máquinas, a miles de máquinas que nos van a asistir y que necesitarán ser alimentadas. Sí, esas ya son máquinas del siglo XXI. Sería impensable que pudieran funcionar con un motor térmico; evidentemente lo harán con uno eléctrico, lo que nos lleva indudablemente a un mundo en el que la economía se electrifica. La buena noticia, por cierto, es que lo harán con energías renovables.

No es fácil hacer predicciones, pero me atrevo a pensar que los humanos aumentaremos nuestro consumo y la demanda energética de forma sustancial por lo que, si son ciertas las teorías del decrecimiento, estamos condenados a la sexta extinción porque vamos a devorar ingentes cantidades de energía. Claro que, solo es una predicción.

“Trascendence” no es ajena a la necesidad de una fuente energética segura y abundante; y en la que la instalación y puesta a punto de las “máquinas” que proporcionen la electricidad sea muy rápida. La energía solar y los captadores fotovoltaicos son los elegidos. Un gran parque fotovoltaico es puesto en servicio, por cierto, una imagen que también se repite en “Blade Runner 2049”. Al film no le falta épica. Los humanos se quieren defender de esa inteligencia artificial que los trasciende y el método va a ser destruir el campo solar. Sin energía eléctrica no hay internet of things, ni computadoras cuánticas, ni ordenadores, ni modelos de negocio asociados a los datos y la frase marquetiniana “los datos son el petróleo del siglo XXI” se queda en nada, literalmente a oscuras.

¿Nos parece lejano y ajeno? Pues Google, Apple, Microsoft, Amazon y Facebook ya han empezado la carrera de las energías renovables. Todos ellos están llevando a cabo contratos de compra masiva de energía solar y eólica a través de lo que se conoce como PPA (Power Pourchase Agreement), empujando la construcción de plantas de gran extensión y potencia que no necesitan más de dos años para que empiecen a producir electrones renovables. Las empresas tecnológicas ni se plantean la energía nuclear de nueva construcción, son conscientes de que ningún constructor ni ninguna compañía eléctrica se atreven a fijar menos de 10 años para que entren en servicio.

La semana pasada la petrolera estatal saudí Aramco, la empresa con mayores beneficios del mundo (su EBITDA en 2018 fue de 224.000 millones de $), aprobaba la salida a bolsa con una capitalización mayor que la de Apple y Microsoft. Sí, el petróleo continúa moviendo los hilos políticos del mundo como si de una marioneta se tratase, pero parece que la competición ya no es de David contra Goliat.

Seguramente, en la siguiente predicción también me voy a equivocar. Creo que la burbuja del carbono y, en especial, la del petróleo van a hacerse realidad y el momento de que explote está más cerca de lo que nos pensamos.

Pero aún queda otra predicción y es, sin duda, la más preocupante. Vamos a cambiarlo todo para no cambiar nada. ¿Dónde queda ese modelo energético más democrático propiciado por una tecnología de naturaleza distribuida que aprovecha el recurso energético más social de todos, la energía solar?

Si no se aplican políticas activas y decididas que favorezcan la participación ciudadana y de las pequeñas empresas, vamos de lleno a un modelo energético renovable y centralizado en el que el dominio de grandes corporaciones energéticas se va a mantener. No van a ser suficientes los proyectos pilotos repartidos aleatoriamente en la geografía española que, posiblemente no irán más allá de una foto, una nota de prensa y un “enverdecimiento social” aparente del modelo de siempre.

Sin una regulación claramente orientada a conseguir el objetivo de la democratización energética y con señales económicas que empujen a las personas para que actuemos de forma conjunta generando electricidad, almacenándola, consumiéndola, compartiéndola o vendiéndola, todo va a seguir igual.

En España se han subastado 9 GW de potencia solar y eólica y menos del 0,2% ha ido a parar a proyectos presentados por comunidades de ciudadanos. No es por falta de interés, es por un diseño de las condiciones de las subastas pensadas para que ganen los de siempre.

Cabe la posibilidad de que en los próximos días volvamos a tener gobierno. Estaremos atentos y sepan que lo que se apruebe respecto al diseño de las tarifas eléctricas y a la remuneración de las redes de distribución y transporte no va a ser neutro, pero eso lo dejo para el siguiente artículo.

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