OPINION

Cuando eludir la Constitución es abolirla

Pedro Sánchez, en Bruselas
Pedro Sánchez, en Bruselas
EFE

El Consejo Europeo de la pasada semana pasará a la historia de España por su iniquidad. Y no precisamente porque el Gobierno de nuestro país expresara firmes o controvertidas posiciones: al fin y al cabo, la inconsistencia política en España nos mantiene sin posturas europeas solventes en lo esencial. Por ejemplo, la investigación sobre la muerte de la periodista Daphne Caruana en Malta era un punto clave de la agenda, y nuestro presidente en funciones ni se lo había mirado. No. Recordaremos el 13 de diciembre de 2019 porque Sánchez utilizó la rueda de prensa en Bruselas para abolir la Constitución que una semana antes había vuelto a jurar defender.

¿Cómo lo hizo? Incorporando la puntilla definitiva con una elaboración sintáctica meticulosamente elaborada: “Yo creo que el diálogo debe ser el método para resolver conflictos políticos como el que se vive ahora mismo y el marco tiene que ser la seguridad jurídica que emana de las leyes democráticas que tenemos”. Todo lo demás eran declaraciones de relleno. El Consejo y sus contenidos, meros comparsas. Bruselas y la sala de prensa, el escenario a su servicio.

Porque así es como está todo: al servicio de una causa unipersonal, sin pudor ni prejuicios. No hay otro objetivo que investir a Sánchez como sea, al precio que sea. Máscaras fuera. Se ha probado una quimera melancólica la esperanza que algunos teníamos en que los socialistas de bien impidieran esta devastación. La aceptación por el presidente de los pilares de la Declaración de Pedralbes (diálogo, conflicto político y “seguridad jurídica” como sustitutivo de Constitución) y la salida definitiva del PSC del armario nacionalista en su Congreso del fin de semana, bendecida por Calvo y Ábalos, son la alfombra roja para el acuerdo del PSOE con ERC, un partido cuyo líder está condenado por sedición. Para completar la radiografía, el coordinador de ERC acaba de recordar expresamente en su medio de cabecera que: a) su diálogo es entre gobiernos iguales; b) propondrán un referéndum de autodeterminación, y c) ya han exigido desactivar la vía penal y judicial. En realidad, ya sólo falta conocer la resolución del Tribunal de Justicia de la Unión Europea sobre la inmunidad parlamentaria de Junqueras y cómo dicha decisión afectará a la situación de Puigdemont. Porque la bendición final de Junqueras a la abstención que corone a Sánchez como presidente dependerá precisamente de si cree que puede neutralizar a Puigdemont en las inminentes elecciones en Cataluña.

En definitiva: todo está listo para una voladura constitucional controlada, en diferido y de consecuencias creo que aún no del todo asumidas. Decía José Antonio Zarzalejos la víspera del 10N que "unas terceras elecciones ya no serían las ordinarias, sino constituyentes porque sentenciarían el fracaso del modelo constitucional de 1978”. Hoy yo diría: bienvenidas unas terceras elecciones de carácter constituyente, pues significarían que España está decidida a no convertirse en una democracia aconstitucional en permanente revisión asambleísta de su norma fundamental. Dado que la torpeza, la cerrazón, la cortedad de miras o la simple incompetencia han impedido hasta ahora el pacto amplio e imprescindible en torno a dicha norma, al menos unas terceras elecciones significarían que España tiene una oportunidad de retomar su sentido constitucional. O, lo que es lo mismo, su sentido democrático.

*Beatriz Becerra ha sido vicepresidenta de la subcomisión de Derechos Humanos en el Parlamento Europeo y eurodiputada del Grupo de la Alianza de Liberales y Demócratas por Europa (ALDE) en la legislatura 2014-2019. Es autora de Eres liberal y no lo sabes (Deusto).

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