OPINION

Davos 2020: ¿qué hay de nuevo, viejo?

Davos
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EFE

En un pueblito suizo arranca hoy el que se ha convertido, nos guste o no, en el encuentro anual más importante para nuestro desarrollo global: la reunión del Foro Económico Mundial. En los cincuenta años que cumple en esta edición, el Foro de Davos ha pasado de ser un diálogo entre empresarios europeos y estadounidenses a una cumbre de la élite política y económica mundial, que concentra la máxima atención de los medios y no poca presencia de organizaciones no gubernamentales.

Desde el propio título ("Grupos de interés por un mundo unido y sostenible") hasta el eje de su Manifiesto ("Retos y oportunidades de la Cuarta Revolución Industrial"), todo parece apuntar a que esta 50ª edición, tan simbólica y redonda en 2020, será en buena medida un aterrizaje de la Cumbre del Clima celebrada en septiembre en Madrid, completada y aumentada. Porque el habitual informe previo al Foro ya ha establecido claramente que los 5 principales riesgos para la próxima década están relacionados con el medio ambiente. Y que, además de la crisis climática, la mayor amenaza para el mundo en 2020 será la política estadounidense y la elección presidencial (la más divisiva y polarizadora del siglo, el "Brexit estadounidense"), por sus previsibles graves consecuencias en clima, negocios e inversores. Además, claro está, de la batalla tecnológica entre EEUU y China, la agresión geopolítica por parte de Rusia y el conflicto armado continuo en Oriente Medio. ¿Los retos?

Entre los casi 3.000 asistentes que participarán este año, habrá más de medio centenar de jefes de Estado y de gobierno, y personalidades de todo el mundo. No obstante, el foco estará concentrado, sin duda, en unos pocos nombres y caras. Por una lado, Trump, Merkel y Zelenski entre los líderes políticos; por otro, por supuesto Greta Thunberg (quien diría que ¡hace sólo un año! se dio a conocer precisamente en Davos), y yo resaltaría a Bill Gates, Yuval Noah Harari, Mariana Mazzucato y el todopoderoso Ren Zhengfei de Huawei. Por cierto, parece que finalmente no estarán ni el ministro iraní de Exteriores ni Boris Johnson, lo cual tampoco extraña demasiado.

Nuestro presidente Sánchez volará a Davos tras el Consejo de Ministros, y se quedará 24 horas. Según ha informado Moncloa, quiere trasladar las prioridades de su gobierno y transmitir confianza, aunque no sabemos muy bien a quién, ni a cuánto le dará tiempo en el breve hueco que se le ha acomodado en la agenda junto al presidente de la OCDE. Más allá de las fotos esenciales y estrechar manos a sus homólogos y quién sabe si a Trump (a Greta seguro que sí), es probable que no lleguemos a conocer los encuentros bilaterales que consiga cerrar. Pero estoy convencida de que las vicepresidentas Calviño y Ribera que le acompañan lograrán sacar el máximo partido a sus reuniones con multinacionales sobre los planes de digitalización y transición energética para España.

Sin embargo, yo creo que el elemento de máxima expectación e interés podría ser la presencia de Juan Guaidó, Presidente Encargado de Venezuela. Es, sin duda, una ocasión estratégica única para encontrarse por primera vez con los principales mandatarios europeos, en plano de igualdad y en persona. Incluso podría verse con Trump. Esto me alegra mucho. Mi humilde recomendación al presidente Guaidó era justo ésta: que, en cuanto fuera reelegido, hiciera visible la presidencia de Venezuela ante sus homólogos jefes de gobierno, agradeciéndoles personalmente el apoyo y reconocimiento prestado, y asegurando ante el mundo su compromiso para actuar, y convertir su prórroga de mandato presidencial en cumplimiento de su hoja de ruta.

Se presume que llegará acompañando al presidente de Colombia, Iván Duque, cuya asistencia está confirmada. Guaidó salió por sorpresa de Venezuela y llegó a Colombia el pasado domingo, tras ser reelegido presidente a pesar de que Maduro intentó impedir su investidura con la corrupción de diputados, la fuerza militar y la violencia paramilitar. No sería cuestión menor que Davos se convirtiera en el primer destino europeo de Guaidó desde que fue reconocido como presidente de Venezuela por más de 60 países en 2019. Suiza, el país más neutralmente de perfil que existe en el mundo, mostró de forma expresa su apoyo a Guaidó hace pocos días. Los poderosos, ricos y famosos de la alfombra blanca de Davos (blanca como la nieve que caracteriza el entorno, blanca como las acreditaciones VIP) pueden encontrarse con un elemento disruptivo que trastoque lo esperado. Porque quizá resulte que Davos, el balneario suizo para pudientes enfermos de tuberculosis que inspiró a Thomas Mann su montaña mágica, sea el inicio de la cura para la enfermedad sistémica que ha arrasado Venezuela, y que no se llama tisis, sino chavismo.

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