OPINION

El tándem para esta década: derechos humanos y tecnología confiable

No solo China: la IA para vigilar a los ciudadanos ya está presente en 75 países
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China © Gorodenkoff

Suelo insistir a menudo en recordar algo muy simple: los malos nunca se cansan de hacer maldades, ni los mentirosos de repetir sus mentiras. Sin embargo, los buenos tenemos muchos reparos en ser igual de sistemáticos, disciplinados y persistentes a la hora de difundir la verdad de los hechos y de confrontar las mentiras. Queremos ser distintos, originales, únicos. Nos parece que la verdad es obvia, y nos da pudor repetirnos, o que el de enfrente nos tache de poco originales o aburridos.

A mí no, la verdad. Yo repito sin parar lo que, me parece, debe constituir el marco de nuestra vida diaria y ser nuestra aspiración de futuro: los derechos humanos son el único contrato que nos une a todas las personas, sea cual sea nuestro sexo, raza, edad, nacionalidad o cualquier otro factor. Nos sirven para no perder el foco a la hora de determinar lo prioritario, el bien común. Y lo prioritario hoy es entender cómo afecta a los seres humanos, objeto y sujeto de ese contrato, la complejidad de la globalización económica y social, que viene definida por la innovación tecnológica. Hoy, a punto de comenzar la segunda década del siglo XXI, tenemos la obligación de comprender este marco, reflexionar sobre él y alcanzar consensos sólidos que nos permitan afrontarlo con solvencia. Ninguna innovación es buena o mala en sí misma: hay que observarla a la luz de los derechos humanos. ¿Y cómo no iba a recordarlo hoy, 10 de diciembre, cuando celebramos su día?

La semana pasada participé en un interesantísimo simposio que organizó Huawei en Londres, en el que expertos del ámbito académico, institucional, empresarial y de la sociedad civil reflexionamos juntos sobre el papel de la confianza en la tecnología. me parece que esa es la clave. Porque, por primera vez en la historia, tenemos la posibilidad de transformar el mundo en una generación: la de la Agenda 2030. Y debemos utilizar todas las herramientas disponibles para garantizar la inclusión, la igualdad, la diversidad y el progreso para que nadie quede atrás.

La confianza es precisamente el gran desafío de nuestro tiempo. Porque es un bien escaso, frágil. La confianza tarda en construirse, pero basta un segundo, una mala decisión, una carga de profundidad, para que pueda ser destruida. Quienes pretenden minar las bases de nuestra convivencia lo saben bien. ¿En quién, por qué y para qué confiamos? En quien conocemos. En quien nos responde, en quien hace lo que dice que va a hacer. En quien asume las consecuencias de sus actos. Por eso, para construir esa confianza sostenible en la tecnología, necesitamos un compromiso inequívoco con las que son sus condiciones básicas: la transparencia y la rendición de cuentas. Es decir: con la responsabilidad. Y una evidencia permanente, concreta, de cuánto y cómo beneficia a las personas.

Porque la innovación no es en ningún modo un juego de suma cero, y, sin competencia, no hay innovación. Porque la seguridad es una responsabilidad compartida. Porque, como volví a recordar, compartimos oportunidades y amenazas, compartimos una misma naturaleza humana. Así que la respuesta al desafío tecnológico será de confianza global. O no será.

En este sentido, creo firmemente que la Unión Europea debe actuar con celeridad y buen criterio. Debemos buscar un consenso amplio, un suelo común, igual que lo hemos hecho en el caso de la privacidad. Y legislar con transparencia e implicando a la sociedad civil, para garantizar que existan controles, supervisión y, sobre todo, rendición de cuentas sobre cualquier innovación tecnológica que pueda resultar lesiva para los derechos humanos. Con la vista puesta en un acuerdo global en el marco de las Naciones Unidas, porque todo lo que implica nuevas tecnologías es global y los derechos humanos son universales.

2020 marca la cuenta atrás de una década para lograr los Objetivos de Desarrollo Sostenible comprometidos en la Agenda 2030. Un emplazamiento ineludible que va a pivotar seguro sobre tres ejes: cambio climático, igualdad efectiva de hombres y mujeres y transformación tecnológica. Es un reto tan ambicioso como asumible, siempre y cuando tengamos la certeza y las garantías de que somos capaces de lograrlo juntos. Y para ello necesitamos confiar.

*Beatriz Becerra ha sido vicepresidenta de la subcomisión de Derechos Humanos en el Parlamento Europeo y eurodiputada del Grupo de la Alianza de Liberales y Demócratas por Europa (ALDE) en la legislatura 2014-2019. Es autora de Eres liberal y no lo sabes (Deusto).

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