OPINION

Esto no es un balance de la década (ni una predicción de 2020)

2020
2020
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Esto es una apelación al optimismo realista, queridos conciudadanos. O al realismo optimista, si les gusta más así. Porque tenemos muchas razones para mirar hacia delante con ganas y determinación. Estamos mejor que nunca. Es un hecho objetivo y contrastable. Nunca, jamás, en ningún momento el mundo fue mejor que el actual. Los niños llegan a ser adultos, pueden estudiar, los índices de pobreza extrema y de violencia no dejan de bajar, vivimos mucho, mucho más, las oportunidades de acceder a información, cultura y educación son cada vez más universales, y parece que por fin hemos tomado conciencia de que hemos de cuidar nuestro planeta. Que no les confundan: es bueno reconocer y celebrar que progresamos, que avanzamos. Porque eso no nos hace ser conformistas, sino al revés: nos da una idea clara de por dónde vamos y cuánto queda.

Me gusta (aunque asusta un poco, lo confieso) ser parte de ese Horizonte 2020 que dibujó la Unión Europea y que ya está aquí, aunque este Nuevo Año bisiesto y olímpico no entrará hasta el 25 de enero como Año Chino de la Rata de Metal… Tenemos ese margen para mentalizarnos de la sabiduría milenaria que lo define: la adaptación positiva desde la resistencia en lo esencial, la asunción de cambios radicales mientras se tiende al equilibrio. ¿No les parece de lo más estimulante?

Yo sí creo que estamos en una encrucijada, pero referida a nuestro propio concepto de humanidad, que está en revisión. Como cuenta admirablemente José Antonio Marina, en Estados Unidos habla de que hacia 2040 se va a producir un cambio en la especie humana: la aparición de la “singularidad”, que en Europa llaman “poshumanidad”. Nuestras mentes van a hacernos evolucionar como especie, como ya ocurrió en el pasado, donde cada avance de pensamiento (hablar, escribir, notación algebraica) nos ha hecho pensar (y pensarnos) de manera distinta, y ser, por tanto, distintos. Las herramientas digitales van a consolidar ese salto muy probablemente en 2020. Lo que era la naturaleza humana, tal y como hemos convenido describirla, cambia y se amplía por la convergencia de cuatro grandes tecnologías que interactúan portentosamente entre sí: la biotecnología o ingeniería genética, la nanotecnología, la neurociencia y la inteligencia artificial. Que, en realidad, ya son parte de nuestra vida cotidiana.

Necesitamos entender cuál va a ser nuestro papel en un mundo de humanidad aumentada con las máquinas; en una sociedad que ya no será la del conocimiento, sino la del aprendizaje. En la que, por tanto, tendremos que saber muy bien cómo y para qué contribuyen las Máquinas que Aprenden a nuestro propio aprendizaje singular. Necesitamos entender cuáles son las implicaciones éticas y las exigencias regulatorias del estudio del cerebro a través de la neurobiología y las diferentes

técnicas de inteligencia artificial. Y, por eso, deberemos revisar cuáles consideramos que son nuestros Derechos Humanos, los que debemos proteger y preservar universalmente. Yo estoy plenamente de acuerdo con el neurocientífico Rafael Yuste, desde 2013 impulsor y director en EE.UU. del Proyecto BRAIN: los nuevos desarrollos tecnológicos pueden alterar lo que se entiende por ser humano. Por tanto, para garantizar que esta revolución tecnológica sea canalizada en beneficio de la humanidad, deberemos revisar la Declaración Universal de Derechos Humanos e incluir los que él denomina nuestros “neuroderechos”.

Por eso, yo no dejo de insistir en que la clave será la confianza. Es la única manera de afrontar la incertidumbre, indisociable de la curiosidad humana. ¿Cómo debería ser la inteligencia en la que podamos confiar? Si es la que “posee el conocimiento”, los ordenadores siempre ganarán, por la limitación de capacidad del cerebro humano. Pero si acordamos que es la que “toma decisiones y asume responsabilidades”, entonces la humanidad gana. Y sí, antes de ir a “poshumanidad”, tenemos que entender la humanidad: cómo ha sido el cruce de conocimiento y emociones que nos ha permitido llegar hasta aquí.

Justo desde aquí, desde este cruce extraordinario, en medio de la inestabilidad, los retos, las dudas y la esperanza, quiero desearles a todos un muy feliz 2020.

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