OPINION

Lo que va de Stonewall al Paseo del Prado

La Policía Nacional ha escoltado a los representantes de Ciudadanos que participaban en la manifestación del Orgullo 2019. /EFE
La Policía Nacional ha escoltado a los representantes de Ciudadanos que participaban en la manifestación del Orgullo 2019. /EFE

Precisamente cuando celebramos los 50 años de los incidentes del Stonewall Inn de Nueva York, que cambiaron millones de vidas al originar un potentísimo movimiento de reivindicación de los derechos civiles y la igualdad de trato para los ciudadanos discriminados por su orientación sexual, resulta muy significativo que en España estemos asistiendo al mayor cuestionamiento que se recuerda de una lucha que sigue siendo justa y necesaria en el mundo.

A mi entender, lo que vimos en Madrid el día del Orgullo, por muy triste, frustrante, dramático o indignante que resulte, no puede significar un punto de no retorno, sino justamente lo contrario. Tiene que convertirse en el Stonewall que detenga la deriva de nuestra sociedad, ese circular sin frenos por una pendiente de rabia y polarización, sin más horizonte que el ruido y la furia.

Tenemos que recuperar el sentido. Entender que tenemos que detener este picado en barrena, porque es terriblemente destructivo para nuestra sociedad. Y que ya basta de tratarnos unos a otros como bestias. Como jauría, como manada, como rebaño. Nuestra primera tarea debe ser entender y aceptar (sí, aceptar) que ninguno de nosotros es más ni menos que su vecino en términos de derechos y libertades. La Declaración de Derechos Humanos de 1948 lo establece de manera inequívoca, como marco común de derecho internacional y de valores compartidos que nos compromete a todos. Y, más cerca aún, el artículo 2 del Tratado de la Unión Europea. Con el respeto al otro como brújula de nuestra actuación cotidiana, y como única garantía de convivencia de los diferentes. La celebración del Orgullo va de esto: de ser lo que quieras ser, en libertad e igualdad.

Yo no voy a dar por perdida esta batalla: la de recuperar el sentido, sí o sí. La violencia, las agresiones, son condenables siempre, en todo lugar y circunstancia. Para mí, que llevo toda la vida luchando por la igualdad efectiva, trabajando firme y denodadamente porque el colectivo LGBTI defienda sus logros en nuestra sociedad y los extienda al resto del mundo, que incluso conseguí que el Parlamento Europeo patrocinara oficialmente el World Pride 2017 en Madrid en una toma de posición inédita… ha sido tremendamente duro leer y escuchar los relatos espeluznantes en estos días. Ver imágenes impropias de una sociedad avanzada, tolerante y libre como es la nuestra: manifestaciones groseras de odio y extremismo campando por sus respetos en pleno Paseo del Prado, que son, en fondo y forma, radicalmente incompatible con la defensa debida de los Derechos Humanos. Los derechos, insisto, de TODOS los seres humanos.

He recordado con frecuencia estos días algo que dice la protagonista de una serie estadounidense que me gusta mucho, 'Madam Secretary'. Tras un ataque con lanzagranadas a la Casa Blanca orquestado por terroristas nacionalistas blancos con motivo de un acuerdo histórico antinuclear entre India, Pakistán y EEUU, la Secretaria de Estado se reúne con sus predecesores para pedirles consejo sobre qué decir cuando se complete la firma. Y éstas son sus palabras finales:

“¿Qué amenaza puede haber mayor que las armas nucleares? Aquello que hace el uso de ellas posible. El odio. Concretamente el odio ciego que un grupo o nación puede tener por otros... Los gobiernos no pueden legislar la tolerancia o erradicar el odio. Por eso cada uno de nosotros tiene que encontrar la belleza en nuestras diferencias, en lugar del miedo. Escuchar en lugar de reaccionar. Acercarse en lugar de retroceder. De nosotros depende. De todos”.

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