OPINION

Carta abierta a José Guirao, ministro de Cultura

Guirao, en el momento de prometer su cargo. / EFE
Guirao, en el momento de prometer su cargo. / EFE

Al igual que la semana pasada me tomé la libertad de escribir una carta abierta a Nadia Calviño, la Ministra de Economía, a la que no tengo (todavía) el honor de conocer, esta semana quiero escribirle a José Guirao, el Ministro de Cultura, al que sí conozco y con el que tuve el placer de trabajar (porque fue un placer), de 1996 a 2000, cuando él era Director del Museo Nacional Reina Sofía.

Vaya por delante -he de advertirlo, aunque creo que se nota- que tengo la mejor de las impresiones del nuevo Ministro: es un estupendo gestor y una magnífica persona: sensato, educado, sensible, culto, leal y con un fino sentido del humor. Por eso, por el respeto profesional y el cariño personal que le tengo, quiero hoy compartir públicamente cinco reflexiones sobre los retos que tiene por delante.

Aparte de los retos sustantivos, me quiero referir también a retos organizativos, que pertenecen a la intendencia (‘back office’) de los Ministerios y en los que los medios, sectores y ciudadanos no suelen reparar, exigiendo resultados desde el primer día, pero que son un importante obstáculo que encuentran los Ministerios de nueva creación, tras una reestructuración de gran calado, como la realizada.

1. Secretaría(s) de Estado

Desde el punto de vista político y mediático, queda muy bien que haya un nuevo Ministerio de Cultura (y Deporte), desgajado del Ministerio de Educación. Pero, desde el punto de vista práctico, el nuevo ministro va a tener que hacer lo mismo que el antiguo secretario de Estado, porque la Secretaría de Estado de Cultura desaparece y las unidades y organismos dependerán directamente del Ministro.

Si se quisiera apostar, realmente, por un Ministerio de Cultura fuerte, habría que también subir de rango, a Secretarías de Estado, sus dos Direcciones Generales: la de Patrimonio Cultural y la de Industrias Culturales; y a Direcciones Generales algunas Subdirecciones; con lo que se resolvería el problema de coordinación con algunos organismos autónomos, que tienen el rango de Dirección General.

Por ejemplo, el nuevo ministro ya ha anunciado que quiere recuperar la histórica Dirección General del Libro, al igual que existe el Instituto del Cine y de las Artes Audiovisuales (ICAA), un organismo autónomo con rango de Dirección General. Lo lógico sería que ambas dependieran de la Secretaría de Estado de Industrias Culturales, junto a otras, para así cumplir mejor la función de promoción cultural.

2. Subsecretaría

Otro tema, no menor, es el de la Subsecretaría. Dividir la actual Subsecretaría de Educación, Cultura y Deporte en dos (o en tres, porque recordemos que las competencias en Universidades han ido a otro Ministerio de nueva creación) es un proceso que puede durar un año (crear los puestos, sacarlos a concurso, etc), con la consiguiente paralización o ralentización de las decisiones y los proyectos.

Teniendo en cuenta que esta legislatura parece que va a ser corta, ¿por qué no dejar las Subsecretarías como están? No pasa nada porque varios Ministerios compartan una misma Subsecretaría. Es más, algunos somos partidarios de que hubiera una única super-Subsecretaría para todos los Ministerios, como ocurre con los servicios centralizados o compartidos de grandes corporaciones.

Estaría bien que el nuevo gobierno empezara a trabajar en ese sentido y que, desde el Ministerio de la Presidencia (que tiene la función de coordinar a todos los Ministerios, Secretarías de Estado y Subsecretarías) o el de Función Pública, se pusieran las bases de una futura super-Subsecretaría, con delegaciones en los Ministerios, como ya ocurre con la Abogacía y la Intervención del Estado.

3. Cultura y Deporte

Pocas razones se me ocurren para, en esta reorganización ministerial, haber hecho depender del Ministerio de Cultura el Consejo Superior de Deporte (CSD), que es un organismo autónomo con rango de Secretaría de Estado. Casi siempre ha estado unido a Educación, con la que parece que tiene más relación, incluso en anteriores ‘segregaciones’ de los Ministerios de Educación y Cultura.

Lo siento por el nuevo Ministro de Cultura, porque sé que ejercer de Ministro de Deporte es algo que le va a costar y que no le va a salir con la misma naturalidad como en sus competencias de Cultura, que es un terreno que conoce bien. Pero habrá un Secretario de Estado de Deporte, que hará las veces de Vice-Ministro en el día a día, y el ministro se reservará sólo para los grandes acontecimientos.

En este sentido, el Consejo Superior de Deportes bien podría haber dependido, directamente, del Presidente del Gobierno, que tiene un perfil y pasado deportivo (como baloncestista) y que tiene la oportunidad de asistir a los grandes eventos en los que participen selecciones y equipos españoles. No sé si aún estamos a tiempo de cambiar eso, pero bien sé que el Ministro de Cultura lo agradecería.

4. Propiedad Intelectual y Sociedad de la Información

Una de las pocas razones (o, más bien, ventajas) que se me ocurren -haciendo de la necesidad virtud- de que Cultura y Deporte estén bajo el mismo Ministerio es que ambas constituyen la ‘Industria de los Contenidos’ (o del Entretenimiento, desde un punto de vista de la industria de EEUU). De hecho, son los contenidos ‘premium’ por los que se pelean todas las televisiones y las plataformas digitales.

Esto quiere decir que el Ministerio de Cultura y la Dirección General de Industrias Culturales (mientras no ascienda a Secretaría de Estado) va a tener que trabajar intensamente con el Ministerio de Economía y Empresa y la Secretaría de Estado de Sociedad de la Información y Agenda Digital. Y la Subdirección General de Propiedad Intelectual, con la de Contenidos de la Sociedad de la Información.

Los retos más inmediatos son dos propuestas de directivas: sobre derechos de autor en el mercado único digital y sobre servicios de comunicación audiovisual, que son fundamentales para el desarrollo de la industria de contenidos digitales, y la aplicación del Real Decreto Ley sobre gestión colectiva. Lo cual aconsejaría el refuerzo de la Subdirección General y de la Comisión de Propiedad Intelectual.

5. Consenso

Lo más importante que ha dicho el nuevo ministro en sus primeras declaraciones es que quiere hacer las cosas con consenso. Algo que muchos dirán que es de perogrullo, porque las mayorías parlamentarias lo requieren. Pero, en este caso, va con la personalidad del nuevo inquilino de la Casa de las siete Chimeneas. Hay quien busca siempre el conflicto… y hay quien lo intenta evitar a toda costa.

Por eso sería importante que se alcanzaran consensos en los temas importantes, como ya se hizo en la etapa de Carmen Alborch y se continuó en la siguiente, con un gobierno del PP. El pacto entonces alcanzado y mantenido en torno a los grandes museos, la Biblioteca Nacional y el cine, excluyéndolos de la ‘pendencia’ política, permitió -creo yo- una de las mejores épocas para nuestra Cultura.

Dijo Manuel Azaña que “el museo del Prado es más importante que la Monarquía y la República juntas”. Y, en general, se puede extender esa afirmación a toda la Cultura. Debería estar por encima de las ideologías y de los legítimos intereses y cálculos para gobernar, hacer oposición o ganar elecciones. Porque la Cultura no da muchos votos, pero es el capital espiritual de todos los pueblos.

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