¿Qué sucedió en la semana, eh?

Cómo NO se hace una tesis

adsuara
Cómo NO se hace una tesis
La Información

En esta columna suelo repasar los acontecimientos públicos más destacados de la semana (por eso la titulé “¿Qué sucedió en la semana, eh?”, en homenaje a mis admirados Les Luthiers), pero, de vez en cuando, me gusta hacer un guiño a mis lectores y abordar un acontecimiento personal, que, creo, puede interesar a alguien o servir de punto de partida, al menos, para una reflexión más general.

En este caso, el acontecimiento en mi vida, no sé si privada, pero sí académica, es que la semana pasada leí mi tesis doctoral y, por fin, soy Doctor en Derecho. Digo ‘por fin’, porque es una tesis doctoral que inscribí y comencé hace 30 años, pero que, por distintas circunstancias de la vida, quedó entonces empantanada y sólo ahora, pese a algunos palos en las ruedas, he podido retomar y terminar.

Y sólo el que ha pasado por esto sabe la satisfacción que da terminar una tesis. Muchos amigos te felicitan por la ‘proeza’ de hacerlo a estas alturas de tu vida. Pero qué va. Más allá de la cabezonería, que no sé si es una virtud o un defecto, las cosas hay que hacerlas (y, sobre todo, terminarlas) en su momento. Por eso no creo ser digno de elogio, sino más bien un modelo de lo que no hay que hacer.

En este sentido, me acordaba del libro de Umberto Eco “Cómo se hace una tesis” y pensaba que podría escribir la antítesis del mismo; porque la mía, más que una tesis, ha sido una ‘anti-tesis’. Y así como Eco ofrece buenos consejos sobre lo que hay que hacer, yo podría hacer advertencias sobre lo que no hay que hacer; aunque siempre te quede el consuelo de que, si te empeñas, puedes terminarla.

La virtud, con el tiempo, duplica las semillas de la fortuna

Éste es el lema y la emblema que escogí para la portada de mi presentación en el acto de defensa de la tesis doctoral; que, por cierto, fue por videoconferencia, por lo que quedará marcada para la posteridad como una tesis de la pandemia. Es verdad que hubiera preferido un acto solemne en el salón de Grados, pero, por otra parte, habiéndome especializado en Derecho Digital, parece muy propio.

Pues bien, aunque sea verdad el mensaje moralizante ("semina fortunae geminat cum tempore virtus"), no deja de ser un pequeño consuelo y ya sabemos que no se consuela el que no quiere. La tesis doctoral tiene que ser un primer trabajo de investigación de un recién graduado y no una obra de madurez de un profesional. Pero, como se suele decir, nunca es tarde si la dicha (e investigación) es buena.

Mi primera reflexión es que, cuando acabé los cursos de doctorado, obtuve una beca predoctoral de la Universidad Complutense, durante un par de años, para hacer mi tesis doctoral, con unas horas de docencia como profesor ayudante. Pero, comoquiera que nadie me aseguraba, luego, un contrato en la Facultad (como así ocurrió), tuve que ponerme a trabajar antes de terminarla.

Luego te casas, tienes hijos y cada vez se va haciendo más difícil dedicarle ratos a la tesis y, cuando lo consigues, es a costa de horas de sueño, fines de semana, vacaciones… a costa de tiempo de descanso y de tiempo de estar con tu familia. Con un inconveniente añadido: para poder avanzar realmente en la investigación se necesita un tiempo de ‘inmersión’, no valen ratos sueltos, de vez en cuando.

Todo ello produce un cansancio, en uno mismo y en las personas que te rodean, y, sobre todo, una creciente animadversión hacia la tesis, que pasa a ser un tema tabú, del que prefieres no hablar, la ‘innombrable’, ‘el elefante en la habitación’. Para un doctorando, la temida pregunta de ¿cómo vas con la tesis? o ¿cuándo piensas terminarla? es como ¿y el anillo pa’ cuándo? en las reuniones familiares.

Agradecimientos y recuerdos

Por eso, cuando la terminas, te sientes aliviado, liberado, como si te quitases un gran peso de encima, una losa que te oprimía demasiado y no te dejaba avanzar. Y te acuerdas de muchos momentos de estos 30 años (sobre todo, de los malos) y de muchas personas: las que estuvieron a tu lado y te apoyaron y soportaron, y las que se alejaron e, incluso, te pusieron piedras en el camino y ‘zancadillas’.

Otra consecuencia negativa de dilatar tanto tiempo una tesis es que algunas de esas personas que te apoyaron ya no están con nosotros, y no pueden disfrutar, como les hubiera gustado a ellos y a ti, de la defensa y aprobación de tu trabajo; como estoy seguro de que hubieran disfrutado mucho y se hubieran sentido muy orgullosos mi padre y mi director de tesis, que fue mi Maestro y segundo padre.

Por eso quiero hacer, públicamente, un homenaje a Ángel Sánchez de la Torre, mi Maestro, que falleció hace poco más de un año (el 24 de diciembre de 2019) y al que quise entonces escribir unas palabras de agradecimiento, pero no pude. Creo que el mejor modo de demostrárselo ha sido acabar esta tesis que él inspiró y espero que, desde donde esté, la haya disfrutado y se haya sentido orgulloso.

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