OPINION

¡Feliz Día del Padre!

Mis lectores me perdonarán si, en un día como hoy, hago una excepción en mi columna semanal y, en vez de reflexionar sobre algún hecho destacable ocurrido la semana pasada, la dedico -esta vez- a felicitar a mi padre, porque hace mucho que no lo hago y este año es especial.

Mi padre, Eduardo Adsuara Sevillano, nació en Valencia el 8 de marzo de 1928. Es decir, hace unos días hubiera cumplido 90 años. Pero murió con apenas 72, en Madrid el 9 de diciembre del 2000. Son ya, por tanto, 18 años sin él. Aunque no pasa un día en que no le recuerde.

Sobre todo, a medida que me voy haciendo mayor y cada vez me reconozco más en muchas de sus cosas, de sus palabras e, incluso, de sus manías. Supongo que es ‘ley de vida’ y a todos nos pasa que un día descubrimos que nos estamos convirtiendo en nuestros padres.

Las cinco mejores Frases de mi Padre

Hombre de una sólida vocación intelectual y pedagógica, dedicó una gran parte de su vida a escribir y dar conferencias (vocación que, supongo, he heredado), y dejó como legado muchos de los aforismos que él solía utilizar y que, a mi vez, me gusta repetir en mis artículos, clases y conferencias.

Por eso, en este día, en el que en las redes sociales se suelen recordar las típicas #FrasesDePadre, quiero felicitar y homenajear al mío recordando algunas de las que él decía, por si a alguno de mis seguidores les pudieran ser de utilidad, como lo han sido para mí.

1. “Tenía la cabeza tan pequeña que no le cabía la menor duda”

Es uno de mis aforismos preferidos, porque refleja la actitud de mucha gente a la que le gusta expresarse de forma lapidaria, y nos recuerda que hay que dudar siempre, incluso de uno mismo. Se lo atribuyen a Unamuno, pero he estado años buscando la fuente exacta y no la he encontrado.

2. “Para no decir tonterías se necesitan tres cosas: tener algo que decir, decirlo y callarse después de decirlo”

Esta frase se atribuye a Ortega y Gasset, pero me pasa tres cuartos de lo mismo que en el aforismo anterior. No he encontrado la obra y pasaje exactos de la cita. En todo caso, ello no resta un ápice a la verdad del contenido. Se habla muchas veces por no callar, sin pensar y más de la cuenta.

3. “Entrar con la suya para salirnos con la nuestra”

Es un dicho atribuido a San Ignacio de Loyola (mi padre estudió con los jesuitas), que no quiere decir ‘engañar al otro’, sino, al revés, empezar por escuchar lo que al otro le interesa o preocupa. Si se hace, es mucho más fácil llegar a un acuerdo y, así, salir ganando ambas partes.

4. “No hay persona sana, sino mal diagnosticada”

Mi padre era médico y, como buen médico, era muy mal paciente, porque sabía todo lo que podía ir mal. Y decía que, por muy bien que se encontrara alguien, si un médico se ponía a hacerle pruebas, seguro que acababa encontrando algo. Yo digo lo mismo sobre el cumplimiento de las leyes.

5. “El secreto del éxito: trabajo, mucho trabajo; método, mucho método; y constancia, mucha constancia en el trabajo metódico”

Esta frase se la dijo mi abuelo a mi padre, cuando éste tenía 10 años y empezaba el antiguo Bachillerato. Él nos la dijo a sus hijos. Y yo se la he dicho a los míos desde pequeños. Así que es como el ‘lema familiar’. No sé de dónde lo tomó mi abuelo, pero suena muy ‘cartesiano’.

Otras frases

Consultado el tema con mis hermanos, hay otras frases ‘menores’ de mi padre, de las que ellos se acuerdan bien, porque tuvieron que ver mucho con nuestra educación. Sobre todo, porque nos las decía cuando nos echaba alguna ‘filípica’, por alguna trastada o algún incumplimiento de nuestros deberes filiales.

“En lugar de pre-ocuparse hay que ocuparse”. “Sólo se cree en Dios, de lo demás hay que estar seguro”. “O se hace literatura o se hace precisión o se calla uno" (ésta última es de Ortega y Gasset). Y varias anécdotas sobre el cumplimiento del deber, para ‘ilustrar’ que “cuando uno quiere, puede”.

Le gustaba mucho una frase de Kierkegaard que leyó a través de Eugenio D’Ors: "El que no sabe repetir es un esteta. El que repite sin entusiasmo es un filisteo. Sólo el que sabe repetir con entusiasmo constantemente renovado es un hombre verdadero”. Él la traducía libremente por: “Siempre se da la misma conferencia”.

Un hombre excepcional

Aparte de un buen padre, que -como muchos otros- quería con locura a su mujer y sus hijos, fue un gran intelectual, discípulo de otros grandes médicos-filósofos (Gregorio Marañón, Juan José López Ibor y Pedro Laín Entralgo), que nos educó en el rigor, la honestidad y el sentido del deber.

No se limitó a la elucubración filosófico-antropológica, sino que también dedicó su tiempo al ensayo político. En 1965 (!) publicó un valiente libro con sus “Ideas para una democracia española”. Y en 1984, el opúsculo “La Democracia Mixta". No vio la luz, sin embargo, su obra definitiva: “El Hombre como sistema”.

Por eso hoy, en el Día del Padre y cuando está muy reciente el que hubiera sido su 90 cumpleaños, he querido hacerle mi particular homenaje. Para darle gracias por todo lo que nos aportó a sus hijos; sintiendo que se fuera tan pronto, aunque estoy seguro de que, desde donde está, nos ve y acompaña.

¡Feliz día, Papá!

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