¿Qué pasó en la semana, eh?

Mes de mayo, mes de primeras comuniones… de bicis y móviles

Un teléfono móvil.
Un teléfono móvil.
Imagen de Freepik.

Me acuerdo de cuando los niños de mi generación hicimos la primera comunión y el regalo más deseado y esperado era la bici. Hoy, sin embargo, el regalo que más piden y esperan a los 9-10 años los niños que hacen la primera comunión (y también los que no lo hacen) es un teléfono móvil. Y en muchos casos se lo regalan, si no los padres, los padrinos, los abuelos, o algunos tíos generosos. 

Pero ¿está preparado un niño de 9-10 años de edad para tener y usar un móvil? Desde el punto de vista del manejo del dispositivo, los niños son muy intuitivos y aprenden rápido (con el método de ‘prueba y error’ y sin el temor de los adultos) y no les supone ningún problema aprender a utilizar los dispositivos digitales que tienen a mano. Es más, lo aprenden a hacer mucho antes de tener unos propios.

Pero una cosa es que un niño sepa manejar el móvil, como el niño que aprende a montar en bici, y otra cosa es saber moverse por internet y las redes sociales o circular con la bici por la urbanización, el parque o por las calles de una ciudad. No se nos ocurriría a ningún padre regalar una bici a un hijo y dejarle solo para, primero, que aprenda a manejarla y, luego, se lance a las calles o las carreteras.

Lo normal es que, cuando se regala una bici a un niño, primero tenga rueditas, para evitar que se caiga y se haga daño, y para que aprenda y coja confianza. Y, aún así, los padres suelen ponerse al lado, acompañándole, para asegurarse de que no le pasa nada, y para empujarle, animarle y aconsejarle, si lo necesita. Y, desde luego, se aprende siempre en un entorno controlado: patio, parque, etc.

Sólo cuando el niño demuestra que domina la bici (no se cae) y que sabe circular, se le quitan las rueditas y se le va dejando solo, primero supervisándole y luego ya a su aire, aunque con limitaciones de horarios (cuándo) y de lugares (dónde). Pues bien, el uso de los dispositivos digitales, en general, y los teléfonos móviles, en particular, no es muy distinto. ¿Por qué les dejamos solos con la bici nueva?

Responsabilidad de los padres

El pasado fin de semana se produjo en redes sociales un debate muy animado a raíz de una noticia publicada por Jordi Pérez Colomé en 'El País', titulada: “Así crío a mis hijos sin pantallas: no usan móvil, tableta ni ordenador”, que me sirvió de base para plantear públicamente la pregunta: ¿Es mejor criar a los hijos sin móviles ni ordenadores o prepararlos para el mundo que les toca vivir?

Durante todo el fin de semana el tuit de la pregunta tuvo casi 90 mil impresiones (veces que alguien lo ve) y más de 1.500 interacciones (likes, retuits, respuestas) y la verdad es que en general, (aunque nunca faltan en Twitter los haters y trolls) fue un debate muy educado y constructivo, con opiniones para todos los gustos, tanto a favor de las ideas de los padres de la noticia como en contra.

La postura más generalizada era la de que ninguno de los extremos es bueno y que no se podía dejar a los niños, desde muy pequeños, solos con las pantallas, pero que tampoco era bueno retrasar el aprendizaje y el uso de los dispositivos lo más posible (algunos decían hasta los 14, 16 e, incluso, la mayoría de edad). Serían unos bichos raros y acabarían usando los móviles de sus amigos.

Lo que sí quedó muy claro es que los padres tienen la responsabilidad de cuidar de sus hijos en todos los ámbitos y entornos, tanto en el físico como en el digital. No pueden despreocuparse o delegar esa responsabilidad en otros (sobre todo, en los centros escolares), con la excusa de que “ellos no saben de tecnología”. Si no se sabe, se aprende. Y, en todo caso, no hace falta saber para acompañar.

También se debatió sobre la posibilidad de vigilar lo que hacen los hijos con sus móviles, instalando programas de control parental o, incluso, ‘programas espías’. Y aunque en niños puede estar justificado, en adolescentes resulta una medida contraproducente, porque reclaman su espacio de intimidad y resulta mucho más eficaz haber creado antes un ambiente de confianza y de comunicación familiar.

Responsabilidad de las empresas de Internet

Pero también se habló de la responsabilidad que en este importante tema tenían las empresas de internet; tanto de servicios (redes sociales, juego electrónico) como de contenidos (sexuales y/o violentos) y de cómo no adoptaban suficientes medidas (de verificación de edad o de etiquetado y filtrado de contenidos) para impedir o, al menos, dificultar el fácil acceso de menores de edad a los mismos.

Aunque son numerosas las leyes, tanto europeas como españolas, que imponen a las empresas de Internet adoptar estas medidas de protección de la infancia y la juventud, son muy pocas las empresas que se toman en serio este problema. Y quizás ha llegado el momento de pasar de las palabras a los hechos y adoptar medidas sancionadoras, administrativas e incluso, en algún caso, hasta penales.

Este jueves se aprobó en el Congreso de los Diputados la primera lectura de la nueva Ley General de la Comunicación Audiovisual, que incorpora al ordenamiento español la nueva Directiva europea de servicios de comunicación audiovisual. Tiene entre sus principales objetivos proteger a los menores de edad frente a los contenidos audiovisuales en Internet y cuenta con un régimen sancionador.

También se ha llegado recientemente a un acuerdo político sobre el Reglamento europeo de Servicios Digitales (DSA), cuyo texto definitivo aún no se conoce, que será la norma de referencia por la que se regulen las plataformas digitales, en general, y especialmente las redes sociales en que se comparten contenidos. También incluye un duro régimen sancionador, que puede resultar muy eficaz.

Pero tenemos desde hace años en el Código Penal un artículo (el 186) que dice: “El que, por cualquier medio directo, difundiere o exhibiere material pornográfico entre menores de edad será castigado con la pena de prisión de seis meses a un año”. A lo mejor va siendo hora de que se aplique a aquellos que permiten (dolo eventual) un fácil acceso de menores de edad a contenidos pornográficos.

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