OPINION

¿Y si los datos personales tuvieran fecha de caducidad, como los yogures?

Un documento nacional de identidad de España.
Un documento nacional de identidad de España.
Lainformacion.com

Hasta ahora el debate de la protección de los datos de carácter personal, que afectan a nuestro honor y nuestra intimidad, se ha centrado en el consentimiento y en que éste debe ser “informado, libre, expreso y específico” (art. 4.11 RGPD).

Aparte de la posibilidad de la retirada del consentimiento en cualquier momento (art. 7.3), el Reglamento General de Protección de Datos de la UE habla de la ‘duración del tratamiento’ por el encargado -y responsable- del mismo (art. 28.3).

Pero no queda muy clara la ‘duración del mantenimiento’ de los datos, más allá del principio de ‘limitación del plazo de conservación’ (art. 5.1.e), durante no más tiempo del necesario para los fines del tratamiento, que puede alargarse mucho.

Las Fallas o las hogueras de Datos

En casi todas las culturas suele haber un rito de purificación o renovación anual, en el que se quema lo viejo para dejar sitio a lo nuevo. Es el origen, por ejemplo, de las Fallas (en marzo) y también, de las hogueras de San Juan (el 24 de junio).

Cuando acaba el curso, los estudiantes suelen tirar los apuntes que ya no van a volver a utilizar y cuando empiezan el siguiente curso lo hacen con los cuadernos en blanco, que, desde el punto de vista pedagógico, es algo más que simbólico.

Un documento nacional de identidad de España.
    

Así también ocurre con las cuentas de los ejercicios económicos de empresas y profesionales, e incluso con los presupuestos generales de las administraciones, en los que, en teoría, se parte cada año de cero (‘presupuestos de base cero’).

¿Por qué no hacer lo mismo con los datos?, ¿por qué no borrarlos todos los años y partir de cero? O, lo que es lo mismo, ¿por qué no obligar a renovar cada año el consentimiento, si se quiere mantener esos datos un nuevo curso o ejercicio?

Sé que puede sonar algo extremo y que, desde el punto de vista de las empresas y administraciones tendría un alto coste, pero ¿acaso es lógico lo contrario: que acumulen datos y más datos sobre nosotros a lo largo de todas nuestras vidas?

El derecho al olvido y a una segunda oportunidad

El ‘derecho al olvido’ se ha reconocido y configurado de una forma muy limitada, que sólo afecta a los resultados de los buscadores, respecto de informaciones que no sean relevantes y no tengan actualidad, cuya supresión se puede pedir.

Pero ¿acaso no tenemos derecho a que se olviden determinados datos nuestros por las empresas e, incluso, por las administraciones, para que así no marquen o condicionen nuestras vidas, ‘categorizándonos’ e impidiéndonos evolucionar?

Si, incluso, los que han cometido un delito tienen derecho a que se cancelen sus antecedentes penales una vez cumplida la pena, ¿por qué no hay una obligación, automática y por defecto o diseño, de borrar nuestros datos cada cierto tiempo?

Del ‘profiling’ al ‘stalking’

El ‘profiling’ o elaboración de perfiles es una técnica valiosa para el marketing, que, como vimos en el caso de Cambridge Analytica, puede llegar a un nivel muy detallado (nano-targeting) y a recoger aspectos psicológicos de la personalidad.

En teoría, podemos oponernos a este tratamiento de nuestros datos personales (es decir, a que se utilicen para elaborar perfiles nuestros), pero pocos se oponen y, sobre todo, es complicado comprobar que las empresas dejan de elaborarlos.

El problema es cuando esos perfiles se van alimentando, a lo largo del tiempo, con muchos datos de muy diversa procedencia, llegando a un nivel de detalle, que hace que quienes los mantienen nos conozcan mejor que nosotros mismos.

Imaginemos al típico ‘fan’ que está obsesionado con un personaje famoso y que recorta todo lo que se publica sobre él, llegando a ponerse en contacto o, incluso, a acosarle. Es lo que se conoce como ‘stalking’ (art. 172 ter del Código Penal).

Pues bien, de alguna manera (sin necesidad de llegar al ‘acoso’, pero sí tratando de influir en nuestras vidas) es lo que hacen algunas empresas con toda esa información y ese poder que han acumulado sobre nosotros a lo largo del tiempo.

Legítima defensa e ‘infoxicación’

¿Cómo protegernos de ese poder? Una de las posibles medidas de prevención o de ‘legítima defensa’ sería, como ya hemos dicho, oponernos a la elaboración de perfiles o exigir su borrado cada cierto tiempo, para así poder ‘partir de cero’.

Otra medida, que utilizan los servicios de inteligencia, ante la imposibilidad actual de evitar que otros tengan datos sobre ti, es intoxicar con informaciones falsas (‘infoxicación’), de forma que no se sepa qué datos son verdaderos y cuáles no.

En cualquier caso, preveo que este debate no ha hecho más que empezar y que muy pronto asistiremos a ‘acciones de resistencia’ en estos temas, para no llegar a sistemas de ‘clasificación de ciudadanos’, como ya utiliza el Gobierno de China.

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