ANÁLISIS

4 claves televisivas que nos ha enseñado la Navidad (incluso fuera de la televisión)

Vestido Pedroche en las uvas de 2020.
Vestido Pedroche en las uvas de 2020.
Antena 3

La Navidad que nos ha llevado de 2020 a 2021 ya es historia. Unas fiestas diferentes que en lo que a programación televisiva se refiere han sido bastante repetitivas. Las cadenas no arriesgan, pues deben de sentir algo así como que hay poco que ganar y mucho que perder. Aunque probablemente se equivocan, ya que las fiestas son un momento que puede ser útil para impulsar la imagen de marca de las cadenas como compañeras aliadas no sólo de la rutina diaria, también de las celebraciones del espectador. Porque en la vida es importante celebrar. Aunque sea simplemente como ilusión desengrasante de las dinámicas del día a día. Aunque sea sólo dentro de la burbuja familiar en tiempos de pandemia. 

Celebrando, cada cadena a su manera, esta Navidad ha evidenciado que no todo puede ser estirar el chicle del mismo conflicto como infalible comodín. De ahí que hayan pasado más desapercibidos, incluso mostrándose competitivamente débiles, los especiales navideños de 'Sálvame' con 'La última cena'. El motivo principal es que en las fiestas la audiencia no quiere indignarse y prefiere sentirse acompañada con otro tipo de jaleo que representa el color que nos atraía de niños. Se trata de la  indestructible fuerza de la creatividad, que atrapa cuando cuenta con un punto traviesamente cómplice a través del guion, el carisma de sus protagonistas y, no menos importante, las liturgias escénicas. Porque la televisión entra por los ojos. De ahí que los especiales musicales que se producen con alarde de  medios hayan destacado y hasta, este año, hayan acrecentado su audiencia. Sólo falta que fomenten más la diversidad de los elencos de artistas para que no dé la sensación de que los nombres que participan sean tan previsibles. 

Y es que la televisión no sólo es quedarse estancada en que siempre es más fácil triunfar si el público reconoce todo lo que ve. Entonces, siempre se cantan las mismas canciones y actúan los mismos intérpretes. También la televisión debe descubrir artistas, plasmar el talento emergente y hasta el oculto. Y la audiencia se queda, pues está viviendo la experiencia de conocer nuevos referentes e himnos. Lo ha recordado el éxito siempre en tendencia creciente de 'Cachitos de hierro y cromo', que atesora el color de recordar actuaciones icónicas y no tan icónicas. De nuevo, el valor del color. También del ritmo. Pero no es un zaping, es un programa que destaca porque se contextualizan las canciones, lo que permite conocer, sus cantantes y sus grupos a las nuevas generaciones. Y hacerlo gracias al entretenimiento que engancha porque desprende el gancho de la inteligencia de la mordacidad. Así el revival de 'Cachitos' se alza como contenido de estreno gracias al ingenio de unos rótulos colocados sobre las imágenes del archivo de RTVE que explican e ironizan. Y el espectador se queda pensando. Porque es un programa que hace pensar y despierta el mejor espíritu crítico de una audiencia que se cuestiona las cosas. Segundo gran aprendizaje que recuerda 'Cachitos': el entretenimiento es mucho más disfrutón si aporta. Que nadie se engañe, la gran vía para inspirar es más a través de las variedades que de las ruedas de prensa de los informativos. Segunda clave, el ingenio del entretenimiento corrosivo trasciende, los shows atascados en el patrón del complejo se olvidan. 

Y, por supuesto, la Navidad de 2020 ha vuelto a evidenciar lo decisivo que es poner orden y crear citas en el recuerdo del espectador. 'Cachitos' ha cimentado su cita en el fin de año, como Cristina Pedroche ha atado su cita en las campanadas. El público cambia de canal para ver qué delirio se ha puesto la presentadora. Tal vez por eso mismo cada vez retrasa más cuando se quita el envoltorio que esconde su vestido. Porque cuando lo enseña, la audiencia baja. Se ha creado una nueva tradición, porque la televisión crea tradiciones. Y el vestido de Pedroche ya lo es.

Esa es la cuarta clave que deja la televisión navideña: la televisión crea tradiciones que incluso se reproducen en otras plataformas que, tal vez, deberían buscar códigos propios que desmontaran protocolos ajenos, ya que se consumen de manera (algo) diferenciada. Así, aprendiendo de las mecánicas de la tele, Ibai Llanos ha creado su propio acontecimiento con la emisión de sus particulares campanadas. Casi igualito que hacen La 1 o Antena 3, pero en la red de Twitch. De hecho, Llanos utiliza la iconografía que inventó para destacar la televisión de siempre, como la capa de Ramón García. El evento se vende con las mismas armas que las cadenas y alcanzó  552.345 usuarios en su minuto más visto. Dato muy lejano a la audiencia de los grandes canales tradicionales, pero un triunfo de influencia en redes que, a la vez, retrata la influencia de la televisión a las redes. La vieja pantalla  sigue manteniendo su vigor, pues se mantiene como el medio más masivo. No está en decadencia, sigue marcando el paso del imaginario colectivo. Hasta en la manera de proceder con una retransmisión de fin de año. 

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