BALANCE

Adiós a 'MasterChef Celebrity 5', cuando el reality show tiene prestigio

Raquel Meroño en un momento de la prueba de exteriores de la final 'MasterChef'
Raquel Meroño en un momento de la prueba de exteriores de la final 'MasterChef'
Borja Terán

Incluso Ana Botín ha asistido, como comensal, a la prueba de exteriores de la final de 'MasterChef Celebrity 5', que se ha celebrado en el Cenador de Amós de Cantabria. Pocos talent shows logran una reputación tal que asistir de visita al programa se convierta en todo un honor. La cultura gastronómica de nuestro país tiene la culpa, pero también la excelente calidad de producción del formato de TVE y Shine Iberia que ha sabido conjugar los 'must' del reality show (emoción, humor, conflicto, evolución, confidencias, épica y giros inesperados) con un empaque visual que transmite elegancia. 

Es tradicional en los grandes formatos nocturnos de Televisión Española. Del esfuerzo que atesoraban las habilidades de los concursantes de '¿Qué apostamos?' a la propia superación de los aspirantes entre fogones de 'MasterChef'. Las celebrities de verdad deciden acudir a la grabación porque pueden confiar en esta cadena como un escaparate de reputación e influencia. Nadie sale mal parado. Y eso se debe a que 'MasterChef', como formato de televisión, atesora uno de los grandes sentidos de la televisión pública: el servicio público del entretenimiento. Porque la divulgación más poderosa está en los espacios de entretenimiento, que son transversales. 'MasterChef' tiene los mimbres para ello, pues aúna el interés del espectáculo de la competición y el aprendizaje que supone cada prueba. De ahí sus elevadas audiencias: la fórmula está muy bien engrasada.

Pero ahora toca que el programa crezca. En determinados ámbitos de la televisión actual, existe cierta percepción de que sin la acción del choque de polémica no se arrasa en cuota de pantalla. Pero la realidad es que el entretenimiento se sostiene más en conectar con empatía con los protagonistas. Es lo que consigue 'MasterChef' y puede seguir alcanzando con su habilidad para reunir castings que representan una diversidad social muy calculada.

Aunque hasta con esa habilidad de retratar la supuesta diversidad social, el propio 'MasterChef' se tiene que reinventar para que cada edición no parezca que repiten perfiles calcados de concursantes: el guapo, la abuela, el graciosete... la realidad social, en realidad, no va de perfiles cuadriculados. De hecho, históricamente, la televisión ni siquiera pensaba en perfiles, que se lo digan a Chicho Ibáñez Serrador con 'Un, dos, tres...'. Lo importante, entonces, era encontrar a esos participantes que contaran con la particular energía de la ingenuidad que provoca la ilusión de salir a jugar. Mejor si esa ingenuidad de la ilusión era transparente en los primeros planos. Tan fácil, tan difícil. Más complicado de encontrar todavía hoy, que todo el mundo está resabiado de salir en pantallas. Aunque sea posando en modo-selfie en su teléfono móvil. 

Lo que está claro es que en esa verdad que proyecta la adrenalina de la ilusión sigue estando uno de los mayores superpoderes de la televisión. Y ahí debe indagar 'MasterChef'. El éxito de su versión celebrity está justo en esta cualidad: saca de su área de confort a los concursantes. Y el espectador está deseoso de toparse con referentes lejos del artificio de su rutina mediática. Hasta aprende con ellos. Al final, el mejor entretenimiento, el más inclusivo y que, por tanto, reúne a mayores audiencias, es el que desde la trepidante diversión no es vacío y aporta. En este caso, desde la perspectiva de la cultura gastronómica, telepromoción de parajes nacionales y, por supuesto, experiencia vital de unos protagonistas que se abren como nunca. Como ya sabía Elena Santonja en 'Con las manos con la masa', la cocina es un lugar perfecto para abrazar la confesión cómplice. 'MasterChef indaga ahí con la liturgia del reality show heredero de las tácticas del culebrón clásico. Con la diferencia que, en la actualidad, el espectador cuando conecta con La 1 de TVE prefiere el carisma de la imperfección identificable al sobreactuado malo de manual que ya ni indigna por previsible. 

Mostrar comentarios