OPINION

Lo que aprendimos en la Academia de 'OT 2017' y lo que desaprendemos con la industria discográfica

Aitana imagen de Teléfono
Aitana imagen de Teléfono

Al igual que después del primer Operación Triunfo, las expectativas por las carreras de los concursantes de OT 2017 son altas. Aunque, en esta ocasión, los participantes del talent show han salido de la Academia con un contacto con la realidad más pegado a la tierra gracias a sus profesores y, también, por su intenso contacto con las redes sociales. Son más conscientes de qué es lo que gusta o no de ellos, y qué aspectos de su personalidad como artistas deben cuidar para no defraudar a sus fans. Pero luego, claro, hay que contar con las fauces de la industria discográfica, donde en muchos casos se prima la rentabilidad instantánea más que la planificación sólida de una carrera de largo recorrido.

Terminó el concurso. Y se repite la historia de OT1: la mayoría de los concursantes, desorientados, sacan singles y discos rápidos para aprovechar el tirón, pero no en todos los casos cuentan con el tiempo suficiente para meditar y averiguar qué les favorecerá más en la consolidación de su trayectoria. Al final, la selección natural hará el resto. No todos triunfarán en la primera línea de la música. Es lógico, no hay espacio para tantos. Pero sí podrán hacer una carrera constante aquellos que definan bien y con coherencia su marca personal, aquellos que tengan más claras sus virtudes a las que deben sacar partido.

En este sentido, Aitana era probablemente la artista que más evidenciaba ser un producto redondo ya de antemano: en voz, en presencia y en personalidad. De ahí que sus redes sociales sean las más seguidas del concurso, pues despierta interés en un abanico de públicos muy transversal. Desde chicas que ven a Aitana como un inspirador referente a enamorados platónicos de la artista, pasando por espías del cotilleo nacional o fans de las celebrities de la tele-realidad. Su audiencia es muy amplia y los seguidores del concurso son tremendamente fieles a Aitana: han visto crecer su fama en directo a través de un canal -casi 24 horas- en Youtube en el que esta joven artista irradió una identificable y querible espontaneidad.

Todo en orden, pues, para convertirla en una estrella más allá de OT. Pero llega su primer single, Teléfono, y las redes sociales enloquecen. Hay división de opiniones. ¿La canción es fiel a Aitana? La discográfica ha buscado un hit, claro. Y lo ha conseguido. Una canción simplona y pegadiza perfecta para la sociedad actual: la generación del usar y tirar. Y justo ahí está el problema... Teléfono es un tema cortado por el patrón de las tendencias, vale, pero que no cuida la personalidad de Aitana ni la posiciona rumbo a una carrera a tener en cuenta. Es un tema convencional más. No marca su diferencia, cae en el patrón intercambiable. Como consecuencia, surge el conflicto latente que ha generado debate entre los seguidores del concurso y, de paso, ha catapultado al videoclip de la canción en YouTube a los tres millones de reproducciones sus primeras 24 horas en la red. Las cifras en Spotify también son de escándalo, a la altura de casi ningún otro artista español ahora mismo. Una marabunta, un éxito para la discográfica Universal.

Pero... ¿un éxito para Aitana? Puede que sí, aunque también es una decepción que retrata lo poco que ahora ya puede llegar a importar la autenticidad de los concursantes de OT. Lo más sangrante es la falta de mimo que se percibe en el resultado: a la simpleza de la canción se une los retoques que se han hecho a la voz de Aitana. ¿Para qué si ya canta muy bien y lo que gustaba era lo especial de su voz?

Normal que se retoque la voz de Ylenia -surgida del reality de MTV Gandía Shore, que sin cantar también triunfó con un hit musical, Pégame, que suma 15 millones de visionados en Youtube-. Pero, ¿por qué provocar que muchos de los fans de Aitana ni siquiera reconozcan su timbre en Teléfono y parezca la voz de cualquiera? Porque es la tendencia actual, dirán, pero qué paradójico en este caso.

Y luego, mención aparte para el videoclip, nuevamente hecho a la prisa, en un estudio blanco con unos pocos elementos de atrezo (fotos, espejos, pétalos de plástico). Se salva porque los primeros planos de Aitana tienen enorme fuerza en cualquier contexto, pero mucho más potentes habrían sido de haber formado parte de un concepto pensado, trabajado y, también, con algo más de presupuesto. Porque una gran discográfica multinacional no puede permitirse escatimar con artistas que ya cuentan con una base de fans (y rentabilidad) tan descomunal.

Todo, de nuevo, recuerda demasiado a lo que ocurrió en 2001 y 2002 con los primeros concursantes de OT. Aquellos discos y singles de saldo, aquellos vídeos hechos sin esmero. Sí, el primer disco de Nuria Fergó, grabado en una semana, también fue un exitazo, pero de qué le ha servido a largo plazo...

Tras el fulgor televisivo, la industria crea artistas con pies de barro si no define una marca global que sea coherente con la materia prima que define a ese artista. Es lo que enseñaron a las chicas y chicos de Operación Triunfo 2017, lo que tanto les repetían los profesores en la Academia. Luchad por ser únicos, les decían. Pero salen y la primera discográfica de turno les convierte en uno más, que suena como uno más. Al final, se devalúa el producto porque todo se pasa por el colador de lo que supuestamente funciona y lo que no. 

De momento, sólo Mimi con su proyecto Lola Índigo apunta maneras prometedoras de cara al futuro. Ahora, la incógnita es saber qué ocurrirá con los dos concursantes más personales que parió este último OT: Alfred y Amaia. Pinta que ambos pelearán por sus ideales. Porque tienen claros sus ideales que sostienen su pasión por la música. Crucemos dedos para que Universal les permita de verdad ser ellos mismos y para que ellos mismos no pierdan su intuición en el tambaleo de un éxito que todos quieren exprimir. Sólo falta que a Amaia le pongan autotune también.

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