Got Talent es un espectáculo de televisión, que se diseña con sus pinceladas de emoción, tensión y, también, humor. Y por eso, por el humor, Antonio ‘”El Tekila” terminó ganando la última edición del talent show. El jurado permitió que un personaje sin talento aparente se mantuviera hasta la recta final del concurso como hábil y recurrente gag cómico, y el malicioso público decidió que fuera el triunfador de la etapa -con el cabreo de Risto Mejide, que se fue del estudio para no verlo-.
“El Tekila” sirvió como elemento dinamizador del show: el perdedor que, por sorpresa, iba pasando fases. Hasta plantarse en la final finalísima del famoso concurso. Entonces, la broma dejó de tener gracia, pues el primer puesto de “El Tekila”fue directo contra la credibilidad del show y evidencia el gran problema que existe en algunos talent shows de España: los artistas de primer nivel sufren cierto resquemor a la hora de presentarse a un formato de estas características, ya que pueden sentir que su trabajo no se valorará con el rigor que merecen.
Pero Got Talent ha vuelto dispuesto a olvidar la estela de "El Tekila" y empezar de cero. Bueno, casi de cero, ya que ha repetido el elenco del jurado con Risto Mejide, Edurne, Eva Hache y Jorge Javier Vázquez.
Ellos son más protagonistas que nunca. Porque, ahora, los jurados de la televisión no sólo juzgan: protagonizan un show paralelo para hacer más intenso e interesante el formato televisivo.
Al final, el público está muy resabiado de programas de caza-talentos, ya no se sorprende con cualquier número visual y este género necesita alimentarse de historias paralelas que crean tramas transversales. De ahí que, por ejemplo, Got Talent haya colocado cámaras en el patio de butacas de las audiciones. Así se pueden grabar las reacciones de los asistentes más espontáneos e introducir sus comentarios en las galas, enriqueciendo la percepción del espectador de las actuaciones del show.
Aunque el gran foco del programa se pone en el jurado de populares, que ya no son sólo contrapunto a las actuaciones. Los jueces ya no destacan por sus reacciones a los concursantes, también por su relación con el resto de los integrantes del jurado. Sucede en Got Talent, con las tramas entre sus miembros, en La Voz o en Tu cara me suena, que -ante el flojo interés que despiertan los concursantes de la presente sexta temporada- ha ido ganando fuerza la espontaneidad (y los piques) de las historias que surgen de la física y la química de Lolita, Àngel Llácer, Chenoa y Latre.
Ya es una realidad. Ha nacido el meta-jurado, donde tan crucial es valorar de forma coherente a los participantes como favorecer instantes apoteósicos en la mesa, que incluso terminan propiciando irrepetibles giros de guion encima del escenario. La vuelta de tuerca para que los talents shows no se tuerzan demasiado previsibles.
Así, gracias a Lolita, Chenoa, Llácer y Latre, Tu cara me suena protege el desternillante humor de cada capítulo, ADN del formato. Así, Got Talent logra que nos olvidemos de la herencia de "El Tekila" y reinventa su fórmula que combina emoción, humor y, sobre todo, asombro. Y, ahí, en ese cometido de asombrar, el jurado es clave para crear el clímax idóneo que atrape la sensibilidad de un espectador que ya se las sabe (casi) todas.
Este género de programa, en el que van y vienen diversidad de talentos, requiere tramas de personajes que aguanten bien en el tiempo y que permitan que el público se pueda enganchar, como las series. No sólo tramas de concursantes. También tramas de los propios jueces, que ya son irremediablemente personajes. En la televisión de hoy, ya nadie se salva. Es más, en este Got Talent 2018 hasta hemos visto a Jorge Javier Vázquez entrando en la ducha... desnudo, claro.
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