OPINION

Así ha sido el estreno de 'La Verdad': los delirios y miedos de la programación de Telecinco

Elenco de La Verdad
Elenco de La Verdad

Dos años después de su grabación, La Verdad se ha estrenado con retardo en Telecinco. En mayo, con los primeros calores primaverales, casi cuando ya tenía que empezar a emitir su desenlace. Han sido meses y meses de promoción. Incluso de un amago de estreno que, en realidad, sólo fue eso: un amago. Un maltrato a una ficción que, tras meses y meses anunciándose con el cartel de 'muy pronto', ha aterrizado por sorpresa. Se anunció el viernes a última hora, cuando la normativa vigente pone el límite a las cadenas de comunicar su programación. Pero, claro, a pesar del anuncio oficial, la audiencia sentía cierta incredulidad. Porque la audiencia española ya está curada de espanto en esto de los vaivenes de la excéntrica contraprogramación de las cadenas. No se cree a las cadenas.

Aunque, al final, La Verdad ha visto la luz. Y Telecinco ha envuelto bien su producto. Primero lo ha colocado en una franja sin excesiva competencia, el lunes, para proteger su inversión. Esa misma inversión que ha producido miedos a la hora de lanzar antes su ficción estrella. Después, lo ha aderezado de una línea de continuidad que marca la tensión en los pasos a publicidad. Lo logra con unas caretas con fotos oficiales del elenco (como la que abre este artículo) y una intensa sintonía, que fomenta la atmósfera de la tensión de la serie cuando, paradójicamente, se corta la serie para un puñado de spots. También el logotipo de Telecinco ha surgido en pantalla tras una nube que borraba la imagen corporativa de la serie. Así el canal crea una cita reconocible a ojos del público. 

Un envoltorio contundente para casi hacer olvidar al espectador que está en ese Telecinco de los últimos meses, donde sólo ha existido hueco en el prime time para concursos musicales y su reality estrella y rompe-audiencias, Supervivientes. De hecho, el programa de náufragos sirve siempre como comodín para minimizar al rival. De ahí que este miércoles los responsables de Mediaset hayan movido Factor X de nuevo al viernes para lanzar su infalible Supervivientes contra el aterrizaje de La Catedral del Mar en Antena 3. No es nada nuevo: Telecinco programa más mirando al rival que al espectador. 

Todo un galimatías este de la estrategia instantánea de programación para arañar unas décimas de cuota de pantalla. Así se protege el liderazgo tradicional. Aunque a la larga, también, se propicia una pérdida de interés de los espectadores más jóvenes con mayor interés comercial por la oferta de las cadenas tradicionales, que por ahora sustentan sus grandes shares en una audiencia más envejecida que asegura un éxito que cada vez será menos éxito en los renovados consumos televisivos.

Pero La Verdad ha salido del cajón antes que sus actores cumplieran 80 años. Y es una buena noticia. Una ficción hecha a medida de Telecinco. Es más, esconde cierta reflexión sobre los medios de comunicación y los relatos que propagan a la hora de cubrir trágicos casos de desapariciones.

Aunque La Verdad propone un ejercicio contrario al habitual. Se trata de una desaparición con final feliz. Pero todo no parece tan feliz. Paula García ha aparecido nueve años después pero tal vez, en realidad, no sea Paula García. Elena Rivera da vida a este perturbador personaje con una brillante interpretación que atrapa, que desconcierta, que inquieta -que diría Esperanza Gracia-. 

Lástima que la cadena, con tanto retraso en la emisión,  haya despertado cierta percepción de que desconfiaba en su propia serie. Error, pues La Verdad es una serie perfecta para Telecinco. Con una narrativa sencilla, efectista y con mucha música de fondo a todo volumen para asustar al espectador lo necesario en el caso de que no vea jamás series.

La Verdad encaja en el universo de Telecinco. Y Telecinco necesita series o se quedará atrás en la batalla por las audiencias en diferido. Una batalla que ya no es un suponer del futuro televisivo. Al contrario, ya es un presente que también define otro liderazgo de la televisión inminente, la que no sólo se sostiene en un público de más de cincuenta años: la que conquista a los más jóvenes consumidores. En vivo... o en diferido.

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