OPINION

'Bailando con las estrellas', adiós a un programa incómodo de ver

Bustamante gana Bailando con las estrellas
Bustamante gana Bailando con las estrellas

Bailando con las estrellas ha terminado esta noche su periplo por La 1. Por primera vez, llegaba a España la versión original del talent show más exitoso de bailes (de salón). Lo hacía con un casting atractivo -Rossy de Palma, David Bustamante, Merche...- y con Roberto Leal al frente, maestro de ceremonias perfecto tras la eufórica percepción social de Operación Triunfo 2017, que ha vuelto a demostrar una valiosa valía en un gran formato de prime time.

Sin embargo, el programa no ha destacado en aceptación. No ha logrado transmitir novedad alguna. Más que el aterrizaje español de Dancing with the stars, en el público ha dado la sensación de que regresaba un revival  de Mira quién baila con similares propuestas visuales de hace una década. Pero con un problema añadido: Bailando con las estrellas ha sido, sin eufemismos, un programa literalmente incómodo de ver. 

La versión española de este formato ha apostado por una sobredosis semanal de iluminación que espanta al ojo del público. La elevada frecuencia de haces de luz, junto con recargadas proyecciones en el suelo y las pantallitas de leds en los fondos, ha propiciado una saturación que más que impulsar el atractivo del show ha descolocado al espectador.

Bailando con las estrellas
Las tres parejas finalistas.

Esta efervescencia de luces también existe en las últimas versiones internacionales de este formato, pero la diferencia está en que en nuestro país ha agobiado toda la catarsis lumínica porque ha ido y venido sin un concepto escénico realmente definido en conjunto, diseñado de forma ordenada, coherente y acogedora. Mucha luz y mucha proyección, pero a lo loco. Y lo que es peor: incluso, en ocasiones, dificultando la visibilidad de los propios bailarines y, constantemente, creando sombras en los rostros de los protagonistas. Así se ha generado, a veces, una frustración en el público: ha sido misión imposible seguir bien la coreografía por la despistante contaminación visual de los focos, el excesivo humo para iluminar el  plató y demás. 

Esta convulsión lumínica ha ido en contra de un formato que podría ser un estruendoso éxito, sobre todo si se realizara con una dirección artística más atenta a su tiempo. Como sucede en Tu cara me suena -de la misma productora-. Pero Bailando con las estrellas ha seguido la alargada sombra -nunca mejor dicho- de Mira quién baila, pero sin atraverse realmente a actualizarse sin ataduras o complejos, ya sea por falta de presupuesto, por falta de tiempo o por falta de capacidad de pararse a dar margen a la imaginación. 

Todo se ha visto forzado en Bailando con las estrellas, todo menos su presentador principal. Todos los concursantes contagiados de un buen rollismo vacío repitiendo lo maravillosa que ha sido una experiencia televisiva. Pero todo, en realidad, ha sido olvidable. De hecho, no ha dado ni para meme, a pesar de contar con reyes del sarcasmo viral como Topacio Fresh o Pelayo Díaz. Ay, con los memes que dio en su día Terelu Campos en MQB antes de saber lo que significaba la palabra meme. Aquí poca cosa. Por algo será. 

Lástima, pues el formato es una propuesta de juego muy interesante que, en cambio, en España ha quedado nublada. Claro, con tanto haz de luz alborotado y alborotante.... Esta es la lección aprendida: en épocas de televisión en alta definición y entusiasmo de tecnología led, cuidado... se puede perder la perspectiva y que la explosión de luz deje de ser aliada para impulsar el show hasta transformarse en un estrés innecesario, que impide ver como es debido a los protagonistas. Alguien tenía que decirlo. 

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