Acabar en alto

Broncano y un vómito final como colofón de 'La Resistencia'

El programa de Movistar Plus ha cerrado su última temporada con otro atrevimiento que define su éxito.

Intenta vomitar en 'La Resistencia'
Intenta vomitar en 'La Resistencia'
Borja Terán

Con un señor vomitando. Era el plan de 'La Resistencia' para finiquitar en alto su tercera temporada. Y Cristo, el señor experto en potar, salió a escena. Un poco de arcadas, un poco de tos. Ahí, forzando.  "Es una buena metáfora del año", sentenció David Broncano mientras observaba tal colofón. Pero nada, no salía nada. Gatillazo de desenbuche en directo. 

Al final, tras un segundo intento, asomó una mijita de vómito, corrieron los créditos del programa por la parte baja de la pantalla y se escuchó a David Broncano decir 'hasta septiembre' en un gran plano general del teatro. Aunque quizá el espectador hubiera preferido ver en plano detalle de la frustración de Cristo por no demostrar su talento. Quizá pueda ir el próximo año a 'Got Talent' de Telecinco. 

Un rato antes de esta apoteosis medio fallida, David Broncano soltaba que le estaba recordando todo a 'Waku, Waku' , ya que este último programa tenía mucho ritmo y mucha cosa: habían estrenado una fuente ornamental con dos perros follando -emblema del show-, habían conectado con Jorge Ponce  que estaba despidiéndose de los peatones de la Gran Vía, habían entrevistado a Cristina Pedroche -con clase de educación sexual incluida- y encima pensaban terminar descolocando al personal con un punto descaradamente sórdido. El del vómito, vamos. 

En realidad, nada que ver con 'Waku Waku', pero 'La Resistencia' cada vez tiene más estela de Chicho Ibáñez Serrador. Él mismo habría firmado ese final. Él que lanzaba vísceras al público, él que extraía sangre a voluntarios en el plató para ver si se la bebía un supuesto hombre vampiro que acudía de invitado, él que no coartaba demasiado su imaginación de malicioso creador con temas tabúes, como la propia muerte. Todo dependía de la forma de hacerlo, pero todo se podía hacer. O, al menos, intentar hacer.

De hecho, los programas de Serrador lograban esa verdad porque como los de Broncano tiraban de la cuerda de los límites de la televisión con la astucia del guionista osado. Ese guionista que sabe el punto en el que la soga se rompe pero, al mismo tiempo, sabe hasta dónde puede estirarla al máximo para no dejar de pillar desprevenida esa todopoderosa ilusión cómplice que ha alcanzado con la audiencia, su audiencia. 

Clima de espontaneidad que es resultado de un formato muy bien armado de guion y que, además, no se acompleja a la hora de atreverse, pues comprende que la buena televisión es la que no se queda a medias tintas.  Y, claro, de repente, acude al plató Cristina Pedroche y brilla como no le sucede en otros formatos. Es más, demuestra rapidez de reflejos al dejarse llevar con sus tablas televisivas pero, esta vez, sin los corsés del qué dirán. Incluso diciendo con naturalidad que se tiene que ir rápido para mirar una casa que quiere alquilar. Porque 'La Resistencia' ha logrado lo más complicado en la actualidad: que les importe cero el qué dirán. Y eso les hace indestructibles.  Y eso les hace de verdad. 

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