OPINION

Buenafuente y Broncano intercambian sus platós por un día y evidencian carencias de la TV de hoy

Buenafuente ocupando el plató de La Resistencia.
Buenafuente ocupando el plató de La Resistencia.

No había sucedido nada parecido desde que los colaboradores de Sálvame ocuparon por la tarde el sofá de Ana Rosa Quintana. Fue dramático, para Ana Rosa.

Este martes, Late Motiv de Andreu Buenafuente y La Resistencia de David Broncano han intercambiado sus platós por una noche. Esta vez, con consentimiento mutuo para consumar un inesperado giro de guion. Un golpe de efecto de esos que crean un acontecimiento y generan una expectación especial en el público para ver qué maquinan los guionistas de ambos espacios de Cero (#0). Porque sí, los programas de entretenimiento también tienen guionistas.

La jugada ha salido bien. Los dos programas están logrando definir con inteligencia su personalidad diferenciada. Los dos se complementan entre sí y, a la vez, no se repiten a pesar de contar con una estructura clásica de late night (monólogo-entrevista-colaboradores). Broncano pinta que tiene muy claro lo que quiere ser y Buenafuente está en la mejor versión de sí mismo: escuchando con la energía de estar cómodo en las entrevistas y  disfrutando, como pocos, de la grabación.

Tener claro lo que uno quiere ser, saber escuchar y, sobre todo, disfrutar de la grabación son tres elementos cruciales en la televisión y que, sin embargo, no son tan habituales en la actual televisión. Por la presión de las audiencias, por la rapidez de producción de los programas, por cierto desprecio interiorizado a la inteligencia de la audiencia.

Resines La Resistencia
Resines ha sido una especie de running gag entre Late Motiv y La Resistencia.

Esta noche, en cambio, el trueque del plató ha plasmado dos productos televisivos bien definidos -Late Motiv y La Resistencia- que se ha convertido en un oasis de riesgo y creatividad. De ambas cosas, porque sin riesgo la creatividad no es tan creativa.

En 2002, María Teresa Campos ya quitó el plató de Crónicas Marcianas a Javier Sardá para hacer allí su Día a día. La periodista estaba en Barcelona para recoger el Ondas y aprovechó la coyuntura para consumar una versión especial de su espacio de matiné. La Campos adaptó el tono de su programa para jugar a ser marciana a las 12 de la mañana.

Entonces, los magacines no eran un trepidante desfile de titulares, tirando a sensacionalistas, sobreimpresionados en pantalla a la caza de atrapar a un espectador infiel. Entonces, se intentaba alcanzar un público devoto con un formato de cierto carácter. Para ello, mejor aún si había cierto margen para jugar con una pequeña dosis de imaginación.

Pero ahora hay una preocupación constante de que el espectador se pierda. No cambies de plató, no vaya a ser que el público se líe y cambie de canal. Sobreexplica todo, no vaya a ser que el público no entienda. Ilumina mucho, no vaya a ser que el público se duerma sin aluvión de impactos.

En 2018, Buenafuente y Broncano no necesitan ni sobreexplicar, ni sobreiluminar. Se atreven, crean y, a veces, hasta se pasan de tuerca. Y el espectador lo agradece, porque aunque no se percate siempre de todo a la primera o quede desconcertado por alguna obscenidad de Jorge Ponce, estos programas crean lazos de complicidad con una audiencia que se siente valorada, que se siente parte del show. 

Con esta acción de cambio de platós, no sólo se ha fomentado conversación en las redes sociales y, por tanto, se ha propiciado una visibilidad extra de los programas, también se ha recordado lo importante que es trastear con las ideas en la televisión y, más importante, definir una línea argumental que no dé descanso al espectador hasta la última imagen del espectáculo, detalle que se ha perdido casi por completo en la televisión en abierto de hoy y es crucial.

chimpún final

Una pintada en el suelo del escenario de Broncano

El último plano del Late Motiv en el teatro donde se graba La Resistencia descubre la pintada que ha realizado Buenafuente como regalo gamberro para Broncano. Se ve en la actuación final que el cómico  está pintando algo en el suelo con tiza, pero el resultado  se descubre por completo en la imagen de cierre del show. Es un pene gigante. Es el colofón travieso que se remarca por el equipo de realización con capacidad narrativa. Lo lógico, pero no lo habitual en la televisión frenética que vivimos.

Así el público espera para ver el giro final, como en una serie. Porque en los programas de entretenimiento es igual de vital que en la ficción un buen desarrollo narrativo para alcanzar la fidelidad. Incluso empujando al gag que conecte al público de dos programas vecinos. Es lo que ha sucedido esta noche con Antonio Resines, que ha sido invitado primero a Late Motiv y ha terminado en La Resistencia diciendo algo así como que todo había sido un sueño. Bueno, vale, esto último ya está muy visto. Pero los millennials aún no han superado el desenlace de Los Serrano.

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