OPINION

Chicho Ibáñez Serrador y su emocionante última gran visita a un plató con Buenafuente

Chicho Ibáñez Serrador, el gran autor de la televisión en España, en su mítico sofá negro.
Chicho Ibáñez Serrador, el gran autor de la televisión en España, en su mítico sofá negro.

"Tu cuando veas aplausos, entra, son para ti". Le dijo Andreu Buenafuente a Chicho Ibáñez Serrador en 2016. El maestro de la televisión aparecía por última vez en un gran plató de televisión, el estudio de 'Late Motiv' de Movistar Plus, aclamado por esa ovación que tan bien retrató en sus programas. Su intuición le dictaba el lugar exacto en el que se encontraba el plató porque iba siguiendo el rastro de los aplausos. 

Una inesperada reaparición que podía haber planificado el propio Chicho. Porque fue una sorpresa. Y Chicho siempre fue un artista del giro de guion que pillaba desprevenido al espectador, ya fuera en una ficción o en un show de entretenimiento. Al final, ese era su truco: sabía que también los programas de entretenimiento crecían con un buen guion con sus puntos álgidos, con sus malos malísimos, con sus apoteósicos finales en alto.

La entrada de Chicho en el estudio de 'Late motiv' pilló a todos literalmente por sorpresa. Ni el invitado ni el público ni el espectador tenía la información de la asistencia al programa del mítico director televisivo. Nadie avisó. Nadie anunció a nadie lo que iba a pasar.

La sorpresa fue de verdad, completamente de verdad. Pilló con la boca abierta al público en plató, al público en casa y al propio invitado, el director de cine J. A. Bayona. Una sorpresa que fue realmente sorpresa en un tiempo en el que las sorpresas en televisión se destripan antes para elevar la cuota de pantalla. Buenafuente no lo hizo. Como Chicho tampoco lo hacía.

Porque así se abraza algo más poderoso que regatear unas décimas de share ganadas por un un cebo puntual: así se logra fidelizar espectadores que no fallan a la cita, que interiorizan que en ese programa siempre todo puede pasar y que se emocionan, se emocionan mucho, percatándose de que se les ha quedado cara de asombro al sentir lo que están viviendo con el entusiasmo de la ingenuidad infantil. Eso sucedió a muchos con la inesperada entrada en el estudio de Chicho que hasta el final siempre ha sido Chicho. Siempre con una intuición para mantener ese suspense. Incluso cuando es entrevistado.

Y, entre suspense y suspense, en este sorpresivo encuentro Chicho dio un sencillo y, a la vez, complicado consejo a los nuevos creadores: “intenta traducir para el gran público lo que sientes, si no lo sientes tú no hay nada”. Con esas palabras, Chicho dio una de las claves de su maestría al frente de esa televisión que nos parió: narrar enfocando para que el público entienda pero sin temer ser honesto con esa mirada propia que te hace diferente del resto. La autoría, tan importante y tan denostada en una televisión de hoy con una peligrosa tendencia hacia contenidos homogéneos que el propio Chicho también pronosticó.

Buenafuente y Chicho tienen en común que nunca han perdido la brújula de la importancia de ejercer la televisión de autor que recuerda que el espectador es inteligente y que, por eso mismo, se atreve a retar a la audiencia. Entretener, retratando tu tiempo, arriesgando creativamente, tensando la cuerda de las ideas e incluso desafiando a tu público. Y eso, y mucho más, ha sido Chicho Ibáñez Serrador.

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