OPINION

Cómo debe ser 'Gran Hermano VIP' para no fracasar en el intento

Jorge Javier Vázquez en el pasillo a 'Gran Hermano 18'
Jorge Javier Vázquez en el pasillo a 'Gran Hermano 18'

En Telecinco se ha asentado la idea de que su tele-realidad funciona mejor si el espectador ya conoce a los participantes. Culpa de esa percepción es la baja repercusión de la versión con anónimos de Gran Hermano la pasada temporada, que no cumplió las expectativas que se esperaban. No tanto de audiencias tradicionales -que mantuvo el tipo-, sino de creación de tramas que consiguieran cierto fervor social para movilizar la programación del canal.

Con estos precedentes, Telecinco ha decidido dar un descanso a GH original y apostar en septiembre por la versión VIP que, por primera vez, será presentada por Jorge Javier Vázquez. La cadena quiere reproducir el triunfo en audiencias de Supervivientes en la casa de Guadalix de la Sierra y considera que Vázquez brilla más con populares que con anónimos. Pero se equivocan.

Jorge Javier Vázquez brilla si el programa favorece su espontaneidad. No es tanto si los participantes son famosos o no. El problema surge porque las galas de Gran Hermano suelen ir articuladas a través de un guion muy férreo. El presentador va leyendo de la cámara el texto tal cual. Lo intenta dar su personalidad, Mercedes Milá incluso lo reinventaba, pero el comunicador siempre debe seguirlo o el programa se descuadra. En cambio, Supervivientes se estructura de otra forma más versátil en la que Jorge Javier se hace más grande. El comunicador sabe el camino que debe seguir, aunque sin necesidad de realizar una milimétrica lectura dramatizada. Ahí es donde flojea GH con Vázquez.

En las últimas temporadas, además, Gran Hermano se ha tomado demasiado en serio, cuando el programa padre de la tele-realidad vive más de la emoción que se crece con el humor que de los enfados intensos. Otro fuerte, la comedia, de Jorge Javier Vázquez, que sí ha tenido en Supervivientes. Ya no es tan necesario en los realities que los concursantes se peleen, lo importante es que los concursantes se emocionen. Porque hasta los malos, los que siempre están enfadados, deben desprender reconocibles motivaciones para que el público se enganche y comprenda sus motivos para actuar así.

Nada que ver con las últimas ediciones de GH, en el que los participantes discutían porque pensaban que ya por sólo discutir subían la audiencia. Se han criado viendo Telecinco y han interiorizado que el conflicto será su trampolín para ganar apariciones a golpe de talonario. Pero no, en realidad, el grito gratuito es sinónimo de fracaso en televisión. En televisión enganchan las historias que se comprenden. No lo gratuito.

El porvenir de Gran Hermano VIP estará en que exista una historia bien definida desde el minuto uno. Cada personaje, como en una serie, debe ser bien presentado: con sus debilidades, sus fortalezas y hasta sus rarezas. Esas simpáticas rarezas que dan para parodia en las redes sociales. En este sentido, Supervivientes 2018 arrancó y ya tenía abiertas en plató varias tramas. El último GH, en cambio, había colocado a 100 concursantes en el interior de la casa para sorprender al espectador y, en cambio, se provocó que el público se perdiera, pues no daba tiempo a conocer las personalidades entre tanta gente.

GH destacará si el primer programa no se pierde en efectismos ya vistos y elige desarrollar tramas como si el show fuera continuación de otro programa de Telecinco. Porque en eso se ha convertido Telecinco: un programa interminable que funciona de base con un público objetivo que se expande si, como una serie, se dibujan bien las personalidades de sus personajes desde el inicio. Pero no una serie terríblemente gritona y dramática. No, mejor si se alza como tele-comedia evasiva.

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