ANÁLISIS

¿Cómo la Casa Real puede mejorar el mensaje del Rey de Navidad?

Una imagen del mensaje real de 2020
Una imagen del mensaje real de 2020
RTVE

La manera de consumir los discursos oficiales por televisión ha cambiado mucho en los últimos tiempos. La audiencia cuenta con más impactos audiovisuales que nunca gracias a un amplio abanico de pantallas, donde las redes sociales tampoco dan tregua con su imparable flujo de contenidos a través de aplicaciones como Whatsapp, Instagram o Youtube. Vivimos la información más en directo que nunca. A veces, ansiamos tanta información que, entonces, cuando no existen certezas, nos lanzamos a la especulación o conspiración revestida de noticia. Aunque no sea noticia. Lo que es un problema para nuestra sociedad. Ahí es clave el periodismo clásico y la transparencia de las instituciones, donde los responsables públicos deben saber explicar con cercanía sus mensajes para alcanzar esa credibilidad que buscan en la población. Pero para eso tienen que utilizar narrativas que permitan ser escuchados por la sociedad de hoy.

Porque, ante tanto caudal de contenidos audiovisuales instantáneos, existe menos paciencia en el visionado y nos despistamos más. Lo sufren especialmente las ruedas de prensa institucionales y los discursos oficiales, sobre todo si el comunicado no atesora novedad que nos afecte directamente en nuestra vida cotidiana. Ahí es donde el tradicional mensaje navideño del Rey en Nochebuena tiene una oportunidad. Un discurso que reúne audiencias millonarias porque cuenta con la solemnidad de la tradición, el interés de la actualidad y, a la vez, quince minutos en horario de máxima audiencia que emiten simultáneamente todas las principales cadenas. No hay competencia de televisión tradicional. Este 2020, congregando 10.760.000 espectadores, lo que supone un 71 por ciento de cuota de pantalla. El mensaje más visto desde que se analizan las audiencias con el sistema actual.

Pero lo que antaño suponía un escaparate sin rival, ahora no tanto en un momento en el que la retención del público es tan volátil, especialmente si se opta por una oratoria larga, estática y conservadora en movimientos de cámara. Porque el espectador no estará solo viendo la tele, también estará curiosenado su teléfono móvil y lo que se comenta en las redes. Y desconectará.

¿Cómo puede cambiar la Casa Real la liturgia del mensaje navideño para  que, además de sumar audiencia, ser sobre todo comprendida mejor por la sociedad? Para empezar, la producción televisiva debe empezar a pegar un giro narrativo. En este sentido, es importante la colocación de las posiciones de cámara. En estos formatos, se podía caer en la tentación de situar el tiro de la cámara de manera un poco contrapicada, por debajo de la mirada del protagonista del discurso, para potenciar la aureola de líder. Pero, en estos tiempos, esta liturgia fomenta distancia, lejanía. Además, cuando se acerca el zoom al primer plano, se facilita que se note si se está leyendo el autocue -ese aparato que sirve de chuleta del texto desde la cámara-. Lo que despista la atención de lo que se está diciendo y merma el carisma de la telegenia.

Mucho mejor situar la cámara o a la misma altura de los ojos o un poco por arriba. De hecho, esta es la fórmula habitual en el mundo Twitch o Youtuber: picar la cámara desde arriba favorece físicamente. Incluso su uso está propiciando que este modus operandi se empiece a convertir en una convención visual que proyecta la percepción de empática cercanía. El usuario siente que le están hablando de tú a tú, casi como una videollamada. Esta técnica de picar la cámara no es nueva, por supuesto: ya se utilizaba, por ejemplo, en los magacines de María Teresa Campos.

En el caso de la Casa Real obviamente no se va a poner la cámara a Felipe VI tan picada como si fuera Nanísimo. No es eso, es el Jefe del Estado. Pero sí se puede huir de la realización multicámara clásica e intentar potenciar un mensaje más dinámico para que el espectador no desconecte la escucha y no se evidencie tanto que está leyendo. Incluso se debiera incorporar imágenes y fotografías de lo que se está incidiendo para dar protagonismo real a los referentes sociales que se está nombrando, como al destacar este año el trabajo de los sanitarios. 

También para otorgar más energía y calidez a la cita, hacer el discurso de pie podría ser una interesante posibilidad a explorar. ¿Por qué hay que estar sentado? Si un discurso es largo, otorga más rédito al relato que el protagonista esté levantado. Le da más viveza y hasta proximidad si tiene bien marcadas (con seguridad) sus posiciones y miradas.

La Reina Isabel II de Inglaterra ha probado estas opciones con éxito narrativo, especialmente introduciendo fotografías que dan un toque más emocional al mensaje y, de paso, disimulan los cortes de edición. O el silencio incómodo que surge del cero orgánico cambio de cámara. En alguna ocasión, Isabel II hasta se ha colocado de pie junto al balcón del palacio para tener como aliado de fondo al horizonte de Londres. No obstante, lo habitual es estar sentado con esa solemnidad y tranquilidad de Jefe de Estado.

Pero lo estático en 2020 impide retener la atención del público en un parlamento tan largo y protocolario, aunque se disparen las audiencias tradicionales por la relevancia de la cita. Menos aún si se quiere llegar a las nuevas generaciones, que directamente desconectan y se van a donde les hablan con la proximidad de sólo una webcam picada. Para conectar con ellas, será importante reactualizar dinámicas para realizar una emisión de discursos más natural, moderna y directa. Eso también se consigue intentando precisar las tesis del mensaje huyendo de frases ceremoniosas que se utilizaban antes y apostando por lo concreto y útil. Si lo que se pretende contar en 15 minutos se puede narrar en siete minutos, mejor en siete. Es la manera de que el espectador se quede y sienta la percepción de que el visionado puede ser interesante, puede servir de algo.

Mostrar comentarios