OPINION

Eurovisión: análisis de la actuación de Miki con una cualidad de '12 points'

Miki en Eurovision
Miki en Eurovision

Último. Miki ha cerrado la competición de canciones de 'Eurovisión' con energía, buen rollo y fiesta. Esa fiesta que es la esencia de 'La Venda' y, por eso mismo, los calculadores productores ejecutivos del festival han colocado estratégicamente como última candidatura a actuar, pues la representación española era perfecta para acabar en alto el show. Muy en alto, dejando al espectador con esa sensación de asistir a una apoteósica gala.

Y Miki no ha decepcionado. Ha conseguido proyectar la percepción de fiesta con la que España marcaba la diferencia este año en 'Eurovisión'. Se ha notado que el ex concursante de OT se lo ha tomado en serio: se ha preparado a fondo y ha aprovechado con responsabilidad todo su paso por el eurofestival para, en el momento de la verdad, salir a disfrutarlo. De hecho, desde su llegada a Tel Aviv, ha transmitido que ha logrando lo más complicado: vivir la experiencia al máximo

Miki ha sabido mirar a cámara, cantar a su propio espectador. Ha ido siguiendo a las cámaras, tenía claro donde tenía que mirar. Una cualidad clave en televisión que, sin embargo, se está olvidando. Él lo ha hecho, mientras bailaba y mientras escuchaba a los españoles en Tel Aviv entonar su 'Venda'.

TVE también ha aprendido de errores de anteriores años. Ha llevado más planificado el producto que en la edición de Amaia y Alfred. Aunque, en el punto negativo, la llamativa escenografía -recargada de elementos- con la que se ha intentado envolver 'La Venda' no ha favorecido que se entienda muy bien la historia que pretende narrar nuestra propuesta. Menos aún cuando a Miki le ha tocado actuar justo después del efectista número de Australia con sus intérpretes subidas en un extraño artefacto que las tambaleaba sin cesar como si estuvieran flotando en el espacio sideral. Y es que la canción se llama 'Zero Gravity', qué bien traído.

Como consecuencia, muchos espectadores europeos, que no habían tenido ningún contacto anterior con 'La Venda', seguían pensando en la creativa propuesta de Australia con un concepto escénico con las fuerzas bien centradas en una idea sola y con una propuesta visual más innovadora. No como la propuesta española que no era televisiva, porque descolocaba el relato de la canción y enfriaba el tema.

Pero España sí tenía el color para terminar la fiesta de 'Eurovisión' haciendo, de verdad, que pareciera una fiesta. Y lo mejor es que, quede como quede, Miki Núñez ha puesto en valor el festival. Miki se lleva los doce puntos en actitud y en una buena energía inspiradora, que deja como legado para próximos candidatos.

Porque, que nadie se olvide, 'Eurovisión' no sólo es ir a cantar tres minutos en la final, 'Eurovisión' es gozar toda la carrera que supone cada paso de esta experiencia que sólo viven unos pocos artistas en el planeta, la experiencia de participar en el talent show más grande y más ensayado del mundo. Miki lo ha hecho. España lo ha disfrutado.

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